Malvinas: el argentino que durante la guerra inventó un arma “berreta” que dejó fuera de combate al poderoso destructor Glamorgan
El invento de Pérez: parte de la batería terrestre de misiles Exocet
MM-38 en una calle de Puerto Argentino. (Terence Laheney)
El día 4 de mayo de 1982, la Aviación Naval Argentina obtuvo una resonante victoria al destruir al poderoso buque inglés HMS Sheffield, utilizando aviones Super Étendard equipados con misiles Exocet AM-39 (Aire-Mar). Tras ese exitoso ataque, el Estado Mayor de la Armada estudió la posibilidad de emplear también su arsenal de misiles Exocet MM-38 (Mar-Mar), para detener la acción de los buques de guerra británicos, que efectuaban un persistente cañoneo naval nocturno sobre las unidades argentinas destacadas en las Islas Malvinas.

El Ingeniero Julio Marcelo Pérez a fines de 1982
Si bien los misiles Exocet MM-38 están diseñados para ser lanzados desde un buque contra otro buque, a mediados de mayo se encomendó al capitán Julio Marcelo Pérez y a un grupo de colaboradores de la Base Naval Puerto Belgrano que intentaran desarrollar los equipos que permitieran lanzar esos misiles desde instalaciones terrestres de las Malvinas.
El hombre preciso en el momento indicado
En aquel entonces Pérez tenía 45 años, y se había graduado de ingeniero con orientación electrónica en la Universidad de Buenos Aires, con un posgrado en Ingeniería Aeroespacial obtenido en la Universidad de Roma. Había además desarrollado la carrera de Oficial de la Armada Argentina, Cuerpo Comando, hasta alcanzar el grado de capitán de fragata.
Entre otras cosas, Pérez trabajó en Investigación y Desarrollo en el área de misiles de CITEFA, proyectó y ejecutó el montaje de los Exocet MM-38 en varios destructores de la Armada, y había viajado a Francia recientemente para supervisar la recepción de los misiles AM-39 destinados a los aviones Super Étendard (SUE).

Corte de una unidad contenedor-lanzador de misiles Exocet Mar-Mar
(Wilfried Kartonbau)
Con astucia, charlando con ingenieros de la empresa Aérospatiale, Pérez les sacó cierta información "no escrita" sobre los misiles que fabricaban, lo que resultaría de primordial utilidad para el futuro éxito de los SUE y también para encarar el diseño, construcción y operación de un sistema para el emplazamiento terrestre de un lanzador de misiles Exocet MM-38.
Engañar al misil
Los estudios preliminares determinaron que para desmontar de un buque los misiles como su compleja instalación se necesitaría un tiempo demasiado prolongado, considerando la urgencia en detener el bombardeo naval enemigo.
Debajo del puente, el montaje de 6 unidades contenedor-lanzador de
misiles Exocet MM-38 en el buque francés Jeanne d´Arc. (Franck Sourot)
Por lo tanto, se debió diseñar un equipamiento totalmente nuevo que fuese transportable por avión, sin contar con mucha información técnica, que sólo el fabricante de los misiles poseía.
Para ello, Pérez junto a los técnicos Luis A. Torelli y Antonio Shugt, encararon un relevamiento experimental que identificó las señales que el Exocet intercambiaba con su unidad de control, en cada una de las situaciones de tiro.
"Cortábamos cables y probábamos señales mediante cablecitos, y estos cablecitos se juntaban con otros para simular otras señales, y éstas otras eran aplicadas con pilas, y así obteníamos, sucesivamente, indicios, marcas, signos que nos permitían reconstruir un sistema", describió Pérez. "Al cabo de numerosos ensayos, llegamos a la conclusión, casi fantástica, de que sí, podíamos engañar al misil".
A partir de aquella seguridad se construyó un sistema que simulaba las señales eléctricas de control que la verdadera computadora de a bordo enviaba al misil en su montaje original, una plataforma inercial de lanzamiento terrestre, un carretón para transportar los misiles, un equipo de detección del blanco y un grupo electrógeno que proveía la alimentación eléctrica.
Construcción muy "berreta", según su inventor
Esta serie de equipos debieron fabricarse velozmente, utilizando los elementos ordinarios que pueden hallarse en un taller naval, lo que provocó que la instalación resultase más grande que lo técnicamente necesario y tuviese componentes algo obsoletos.
Mayo de 1982: vista de la plataforma inercial de lanzamiento con sus
tacos de fijación durante la construcción de la batería terrestre de misiles
Exocet MM-38 (Chacho Rodríguez Muñoz)
Así la plataforma de lanzamiento se fabricó con un carretón y se usó el generador de un antiguo reflector antiaéreo. Además, los hijos de Julio Pérez, Marcelo y Fernando, revelaron que esa improvisada batería misilística terrestre, que el Capitán había bautizado "Instalación de Tiro Berreta – ITB", funcionaba con válvulas de vacío que tardaban un tiempo en calentarse (como las radios de 1940), pues su padre no tuvo tiempo suficiente para crear ni el software ni una computadora adecuada.
Mayo de 1982: la unidad que incluye los equipos electrónicos de control
de tiro y el grupo electrógeno de la batería terrestre de misiles Exocet (ITB),
dentro del Taller de Misiles de Puerto Belgrano. (Carlos Ries Centeno)
El el control de la Instalación de Tiro Berreta, (ITB), también requirió soluciones algo "cavernícolas" para simplificar el equipo. En operación normal, la computadora del buque envía un paquete de datos de 64 bits y espera que el Exocet lo devuelva sin errores. Luego desafía al misil con un paquete ligeramente diferente, para ver si lo replica correctamente. Finalmente le manda el paquete con todos los datos de distancia, altura de vuelo, región donde debe buscar el blanco y muchos otros parámetros para asegurar el disparo a efectuar.
En la ITB, "a lo bestia", se decidió mandar 3 veces el mismo paquete de datos reales de disparo, programados con la zona más grande de búsqueda admitida por el misil, y como dijo el capitán Pérez: "Que sea lo que Dios quiera".
La instalación en Malvinas
Tras muchas jornadas de febril trabajo en Puerto Belgrano, y dos peligrosos vuelos que debieron suspenderse, los equipos, el personal técnico, y los contenedores-lanzadores de los misiles llegaron a Puerto Argentino el 31 de mayo de 1982, a bordo de aviones Hércules.
En una calle de Puerto Argentino, las dos unidades
contenedor-lanzador de misiles Exocet MM-38 sobre su carreton de transporte
(Chacho Rodríguez Muñoz)
Rápidamente el Apostadero Naval Malvinas se puso a colaborar con el proyecto. Se colocaron los equipos en la zona del Muelle Este de Puerto Argentino, disimulando su presencia con redes de enmascaramiento. Los componentes se dispersaron y se ubicaron lejos del lugar de lanzamiento, para que en las fotos tomadas por aviones y satélites no se descubriera lo que se estaba preparando.
Se ordenó el más estricto secreto sobre la operación, pues se sospechaba que los kelpers enviaban información a los británicos. Asimismo se dispuso una guardia reforzada sobre los equipos, ya que eran un objetivo apetecible para un ataque de comandos enemigos.
Analizada la situación, se llegó a la conclusión de que el mejor sitio para emplazar la plataforma de lanzamiento era en el camino asfaltado que atraviesa el istmo que une a la península del aeropuerto con el resto de la Isla Soledad, y que el armado de la instalación misilística en ese lugar debía comenzar al anochecer con la mayor discreción posible.
Croquis del sitio de emplazamiento de la batería terrestre de misiles
Exocet MM-38 en cercanías de Puerto Argentino y trayectoria del impacto sobre
el HMS Glamorgan (Daniel Gionco)
Para obtener información precisa sobre la ubicación de los buques a abatir se disponía de un radar antipersonal del Ejército. Los datos que brindaba tenían un formato distinto al que usaba la ITB, por lo que mediante cálculos manuales debían convertirse en determinados valores de tensión, que se ajustaban mediante potenciómetros a fin de programar el misil a disparar.
Pero como desde que el radar detectaba el blanco hasta que los datos se convertían manualmente y llegaban al Exocet, el buque enemigo se seguía moviendo, el capitán Pérez rápidamente debía ajustar la programación a enviar, estimando "a ojímetro" la nueva posición.
Carlos Ries Centeno operando el radar antipersonal Rasit en Puerto
Argentino (1982)
Primeros intentos
Para efectuar un lanzamiento exitoso, alrededor de las 18:30 se instalaba el radar y la plataforma inercial de lanzamiento que pesaba 6 toneladas, necesitándose casi una hora para orientar la plataforma en la dirección de disparo, nivelarla y afirmarla con sus tacos de fijación, pues dichas maniobras se realizaban usando sólo la fuerza muscular de los conscriptos del Apostadero de Puerto Argentino.
Luego, cerca de las 20:00 arribaba el carretón con dos contenedores de misiles, y también llegaba una grúa autopropulsada que servía para levantar los contenedores y montarlos sobre la plataforma de lanzamiento.
Finalmente, a eso de las 20:30 se presentaba el dispositivo electrónico de control de tiro con su grupo electrógeno, y se realizaba el cableado de todos los equipos. Tras verificar la instalación, se encendía el grupo electrógeno y todo quedaba listo para el disparo de los Exocet.
A partir de entonces debía aguardarse que alguno de los buques que realizaban el bombardeo nocturno pasase por delante de la batería misilística costera. De no ser así, se desmontaba todo antes del amanecer y los componentes se volvían a ocultar.
La bateria terrestre de misiles Exocet MM-38 en una calle de Puerto
Argentino (Terence Laheney)
El 1º de junio se presentó la primera oportunidad. En el primer intento falló la ignición del propulsor del misil, por causas que no pudieron determinarse. Rápidamente se preparó el lanzamiento del segundo misil, que partió con una trayectoria incorrecta por errores originados en el apuro de efectuar el disparo antes de que el buque enemigo se alejase.
En los días siguientes se suspendieron las operaciones por falta de misiles y se descubrió que un pequeño componente de la ITB fallaba, por lo que rápidamente se lo reemplazó.
Recién el 5 de junio un avión Hércules transportó dos nuevos Exocet desde el continente. A partir de entonces todas las noches se repetía la maniobra de armado de la instalación, espera de la presa y posterior desmontaje. El autor de este artículo participó de esas largas noches de tensa espera, en las cuales los buques enemigos no llegaban a cruzar la línea de tiro de la improvisada instalación misilística, la cual tenía una orientación fija de disparo.
El disparo estelar de la ITB
Finalmente en la madrugada del 12 de junio de 1982 se presentó la ocasión largamente esperada por los hombres comandados por el capitán Pérez.
El lanzamiento del misil plasmado en una aguada sobre papel de
Daniel Bechennec
Esa noche el radar detectó un buque británico que se encontraba a 29.960 metros en dirección 201º 22´, habiendo así ingresado en la zona de alcance de los misiles.
Rápidamente se ejecutaron todos los pasos para el disparo del Exocet, que esta vez salió correctamente orientado e impactó en el blanco luego de algunos minutos que parecieron interminables, originando un gran resplandor que indicaba el éxito obtenido.
Esta acción sin precedentes en el mundo fue filmada por el equipo de Carlos Ríes Centeno, productor del programa de televisión "La aventura del hombre", que a la sazón operaba el radar antipersonal Rasit.
Dos fotogramas de la historica filmacion del 12 de junio de 1982.
A la izquierda, una camioneta y la ITB tras disparar el Exocet y a
la derecha el misil volando hacia el blanco (Carlos Ries Centeno)
En ese momento, los que peleaban en los montes vieron la gran explosión en el mar, los canales radiales de ambos bandos se saturaron de mensajes y se escucharon expresiones de júbilo en las trincheras argentinas, que venían soportando el bombardeo naval británico.
El destructor (D19) HMS Glamorgan . (Jess James)
Según pudo saberse meses más tarde de fuentes británicas, el buque alcanzado fue el HMS Glamorgan y el impacto se produjo en el sector de popa. Su oficial de guardia, Ian Inskip,ordenó una oportuna maniobra de giro a estribor al detectar el misil que se acercaba, evitando así que el impacto ocurriera en el centro del buque, donde podría haber provocado un daño devastador.
Vista parcial del Glamorgan, tras el impacto del misil argentino ( Jess
James)
En la acción fallecieron 13 personas y 22 resultaron heridas. El buque no se hundió pero quedó fuera de combate, por lo que no pudo volver a atacar las posiciones argentinas hasta el fin del conflicto.
La explosión dentro del destructor en la que murieron 13 tripulantes y otros 22 resultaron heridos
El éxito logrado tuvo una amplia repercusión en los altos mandos navales de todo el mundo. Después de la caída de Puerto Argentino, los británicos realizaron un profundo análisis de la instalación misilística que quedó en las islas. Se asombraron de que con esos medios tan improvisados se hubiera logrado poner fuera de combate a un navío de guerra tan poderoso.
Este logro del capitán Pérez, alcanzado con equipos de muy bajo costo e información incompleta, le valió condecoraciones de la Armada Argentina y del Congreso de la Nación. Además se lo designó Agregado Naval en Francia, donde fue condecorado con la "Ordre National du Mérite" en el grado de Comandante.
El almirante Anaya le entrega a Julio Pérez la medalla “al esfuerzo y la
abnegación”
El representante de la empresa Aérospatiale y Julio Pérez, formalizando
la donación de una maqueta del misil Exocet AM-39, para el Museo Naval de
Tigre.
Tras retirarse con el grado de contraalmirante, desarrollar una fecunda carrera de profesor universitario en las mejores instituciones educativas de nuestro país y escribir varios libros de matemáticas y electrónica Pérez falleció el día 28 de junio de 2014.
Con total naturalidad, Julio Pérez siempre decía que él sólo había hecho bien su trabajo, por lo que nunca buscó reconocimientos ni se esforzó en difundir la historia de su "berreta" creación misilística, que en su estelar disparo logró averiar al navío inglés.
Sin embargo, es justo dejar de lado el deseo de Don Julio y homenajear su memoria a 5 años de su fallecimiento, pues encarna los valores de los grandes hombres: una voluntad tenaz y equilibrada, aplicación al estudio, ingenio para operar con recursos limitados, trabajo duro, modestia tras algún éxito ocasional, cierta picardía para obtener datos ocultos, y sobre todo, una notable inteligencia.
* El autor es Ingeniero Electricista (UBA) e integró el Apostadero Naval Malvinas
EL 8 DE SEPTIEMBRE DE 2018, HUBIERA CUMPLIDO 85 AÑOS, UN INFANTE DE MARINA Y COMANDANTE EJEMPLAR, EN SU HOMENAJE SE TRANSCRIBE UNA SEMBLANZA DEL EXCELENTE DESEMPEÑO EN COMBATE DEL BATALLÓN DE INFANTERÍA DE MARINA Nº 5, DURANTE LA GUERRA DE MALVINAS.
MALVINAS BIM N° 5, TESTIMONIO DE SU COMANDANTE, EL CAPITÁN ROBACIO.
EL
COMANDANTE DEL BATALLÓN DE INFANTERÍA DE MARINA NÚMERO 5, EN LA GUERRA DE
MALVINAS, CAPITÁN DE FRAGATA DE IM CARLOS ROBACIO, EN LA FOTO SUPERIOR YA
CON EL GRADO DE CONTRAALMIRANTE LUCIENDO
TODAS SUS CONDECORACIONES, POCO TIEMPO ANTES DE SU FALLECIMIENTO.
Malvinas,
una verdad que los políticos tergiversan y ocultan a la ciudadanía, hasta el colmo de
desmerecer la actuación de los jóvenes conscriptos, son los mismos políticos,
desde Alfonsín hasta la actualidad, que destruyeron a las Fuerzas Armadas de la Patria, llevando
los sueldos y el presupuesto de las mismas a valores ridículos y llegando al
colmo de encarcelar a miles de militares, por haber salvado a la Patria
del yugo marxista, impulsado y sostenido por las organizaciones terroristas
guerrilleras subversivas de Montoneros,
E.R.P.,(Ejército Revolucionario del Pueblo), F.A.P. F.A.R., etc.
Los
políticos no pueden ni deben ignorar que los militares son los
profesionales de la violencia y de la guerra y que como tales son formados, educados,
adiestrados y preparados para destruir a los enemigos de la Patria, cuando el
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, (el Presidente de la Nación), lo ordene y valga como ejemplo el Decreto
presidencial “secreto” N°
261/75, por el cual se ordenó a
las Fuerzas Armadas de la Patria:
"ANIQUILAR
EL ACCIONAR SUBVERSIVO", cumplida la misión ordenada a las
Fuerzas Armadas, los mismos políticos que ordenaron las acciones, con la
complicidad de una justicia prevaricadora, encarcelaron a los militares.
Semblanzas que reconfortan a los marinos y – en particular –
a los Infantes de Marina, el Batallón de Infantería de Marina N° 5, reforzado
con el Escuadrón de Exploración de Caballería 1 del Ejército Argentino,
combatió valiente y tenazmente contra el invasor inglés en la montaña
Tumbledown, ocasionando a las tropas de elite
británicas, 359 bajas, esta cifra es negada por los
ingleses, pero ha sido verificada en el campo de batalla, por el Comandante del
BIM N° 5, el correntino y en ese tiempo, Capitán de Fragata de Infantería de
Marina Don Carlos Hugo Robacio.
Este heroico Infante de Marina
alcanzó la jerarquía de Contraalmirante, con la cual ejerció el honroso cargo
de Comandante de la Infantería de Marina, previo a su pase a retiro voluntario
en el año 1991.
Revista
NUEVA ARGENTINA
Testimonio del Contraalmirante de
Infantería de Marina Don Carlos Hugo Robacio:
“Los bajamos sin asco y los
paramos”.
Este bravo infante de marina nació en
el pueblo de Caá Catí provincia de Corrientes, el 8 de septiembre del año 1933
y falleció el 29 de mayo de 2011 en Bahía Blanca. Recibió numerosas
condecoraciones, entre ellas “La Nación Argentina al Valor en Combate”.
El BIM 5 y su Jefe.
El Batallón de Infantería de Marina Número
5, reforzado con 200 hombres del Ejército, (Escuadrón de Exploración de
Caballería 1), pasó a ser una leyenda heroica por su
extraordinario desempeño en la guerra de 1982.
Esa
unidad, con asiento natural en la ciudad de Río Grande, Tierra del Fuego, fue
entrenada, formada y preparada para el combate, por su Jefe el entonces Capitán de Fragata Carlos H.
Robacio.
Ya en Malvinas, Robacio combatió al
frente de sus hombres de una manera tan decidida que asombró al enemigo. Así
por ejemplo, dice M. Hasting en “La batalla por Malvinas”: “Los Guardias
Escoceses, (tropa de élite), podían oír a los argentinos gritar e incluso
cantar mientras luchaban. Eran las mejores tropas….el 5° de Infantería de la
Marina Argentina”.
The Sunday Times dijo: “No se rindieron
ni se retiraron los argentinos en la montaña de Tumbledown, donde la Guardia
Escocesa debió enfrentar la más violenta de todas las acciones. Allí se
hallaba el Batallón Número 5 de Infantes de Marina, argentinos muy expertos y
bien atrincherados que disparaban sin cesar y de una manera impresionante”.
Robacio y su BIM 5 no acataron la orden
de rendición el 14 de Junio de 1982.
Siguieron combatiendo con furor hasta
agotar la munición y luego en combate cuerpo a cuerpo al arma blanca.
Entraron a Puerto Argentino en perfecta
formación, armas al hombro y a paso de desfile. Los ingleses, asombrados por
tanto derroche de coraje, se formaron para saludarlos militarmente y recibirlos
con honores.
Este es el testimonio de Robacio:
“Tenía a mi mando 700 hombres del
Batallón, y alrededor de 200 efectivos del Ejército Argentino, con los que
luchamos en el momento más crítico y más feroz del ataque británico; pese
a ello, se registró un grado increíblemente ínfimo de bajas: 30 muertos y 105
heridos. Como contrapartida, les provocamos al enemigo el más alto número de
muertos: aunque no lo reconocen oficialmente, en la zona donde peleó el
BIM 5 los británicos perdieron 359 hombres, de donde saco esa cifra? ellos mismos
me la dijeron.
“De los 74 días que pasamos en
Malvinas, 44 recibimos fuego permanente sin poder responder. Solo los 4 o 5
últimos días fueron de real combate para nosotros…
Recuerdo
un momento del último día, el 14 de junio, a las 10 y media de la mañana.
Era un momento muy crítico. Nos estábamos replegando sobre Sapper Hill, desde
Tumbledown y Williams.
Veo que el segundo comandante, Daniel
Ponce, Capitán de Fragata, cae, agotado, rendido. El fue un segundo comandante
perfecto, un ejemplo.
Cuando cae, dos conscriptos van a
auxiliarlo. No estaba herido. Estaba agotado, no podía más. Ponce ordena a los
conscriptos que lo dejen.
Ellos le dicen: “Si hay que morir,
morimos los tres”. Lo ayudaron, lo levantaron, lo llevaron y los tres salieron
con vida. A esto yo le llamo cohesión.
El Subteniente Silva, todos sabían lo
que estaban haciendo. Me conmovió la entrega del Subteniente Silva, del
Ejército, que se incorporó a mi unidad cuando se replegó el Regimiento 4,
Silva era un valiente. Muy joven, pero muy decidido.
Vino y
me dijo que lo destine en el lugar donde se iba a luchar más duramente.
Fue a Tumbledown. Murió con sus 4 soldados, peleando
con la mayor bravura. Allí estaban los escoceses, (muy
buenos, como los paracaidistas ingleses), y los famosos gurkhas, que eran pura
propaganda. Caían como moscas. También recuerdo a un
conscripto que desobedeció mis órdenes. En un
momento del combate en que los británicos eran rechazados, él corre detrás
de ellos, baleándolos sin parar. Yo le ordeno que se detenga. Pero él sigue. El
fuego enemigo lo alcanza y cae muerto. Yo mismo lo enterré estaba a 500
metros delante de las posiciones en que debía estar…y rodeado de enemigos
muertos.
Actos de arrojo así hubo a montones,
aunque no por desobedecer mis órdenes.
“Yo no soy ni bravo, ni valiente, ni
nada por el estilo. Soy un hombre común. Tengo miedo cuando cruzo la calle.
Pero en Malvinas no pude tener miedo. No pude tenerlo porque creo que Dios
no me dejó tenerlo, y la preocupación por mis hombres, su entrega, obviamente
no me podían permitir el privilegio de tener miedo.”
“Sí sentí amargura. Ha sido la más
grande amargura de mi vida, en dos momentos críticos: uno, cuando tuve que
ordenar el inicio del repliegue hacia Sapper Hill; y el segundo, terrible,
cuando entró mi batallón, desfilando, armas al hombro, entero, a Puerto
Argentino. Eso significaba la rendición. Ahí aflojé. Más de uno me habrá visto
llorar”.
A las 3 de la madrugada del 14 de junio
hicimos uno de los contraataques más intensos contra el enemigo, en Tumbledown,
junto con la compañía de Ejército del Mayor Jaimet. Ellos son los que
chocan con los famosos gurkhas.
Los nuestros eran más o menos 150
hombres. Ellos eran entre 800 y 1.000. allí concentré fuego de la artillería de
Ejército . Según me contó luego el General inglés Wilson, de la Quinta
Brigada –con quien conversé cuando estuve prisionero- allí sólo quedó un tercio
en pié.
Los barrimos. Aunque ahora lo nieguen,
fue así.
Todo un regimiento de ellos chocaba
contra 60 u 80 hombres míos, y los bajamos sin asco, y los paramos. Una de las
preguntas que me hicieron fue porqué no había contraatacado, si les
habíamos quebrado el ataque.
Yo tenía a la Compañía Mar lista para
el contraataque. Pero la realidad es que, cuando podíamos hacerlo, ya no
teníamos munición. Por otra parte, había llegado la orden de repliegue.
Sobre nuestras posiciones caían mil proyectiles de obuses por hora, además del
bombardeo naval, más los aviones y los helicópteros. Era tremendo.
Así y todo, podíamos haber
contraatacado, de haber tenido un poco de munición. Pero, no hubiera cambiado
el curso de la batalla. La suerte estaba echada. Claro: los ingleses no sabían
mi situación real.
Esperaban el contraataque nuestro.
Rezaban, me dijeron, para que no contraatacáramos. Pero ¿Con que? Cuando les conté que
nosotros éramos un batallón, no lo podían creer.
También
recuerdo que, en el momento de decidir el contraataque, llamo a los oficiales
de mi Estado Mayor y les cuento mi plan. Tomo la carta y hago un esbozo de las
órdenes. Ellos se miran entre sí. No dicen nada. Cumplen. Pero después del 14
de junio, a mí me había quedado una duda: ¿porqué se miraron entre ellos? Un
día se los pregunté. Me dijeron que pensaban que yo estaba loco. Entonces,
una vez que pasaron las cosas y terminó, yo seguí preguntando: ¿Y ustedes que
hubieran hecho, aún así? “Hubiéramos cumplido la orden. Punto”. Eso era el
BIM 5. Eso es lo que vale. La confianza. Pero quisiera destacar que en Malvinas
cada uno luchó con lo que pudo, y con lo que tuvo. Por cada uno de nosotros
caían seis o siete de ellos. Ahora ya saben que no les tenemos miedo, que no
somos indios y que sus soldados no vinieron de pic-nic.”
En las actuales horas, las más oscuras
de la historia de Argentina ... ¡¡Viva la Patria!!