sábado, 28 de abril de 2018

El hombre que nunca estuvo allí. Por Fabian Kussman

“El apoyo que dio la junta militar chilena en aquel entonces al Reino Unido, sin duda fue importante, pero no influyó en el resultado 
Balza en un reportaje realizado en setiembre del año 2004 a un medio chileno.
En febrero de 1993, el Teniente General Martín Antonio Balza, condecoró a Pinochet con la Orden de Mayo en el Grado de Gran Cruz, en Santiago de Chile, concediendo al trasandino la máxima distinción honorífica que dispensa el Ejército Argentino.
“Las Fuerzas Armadas, y entre ellas el ejército, del que tengo la responsabilidad de hablar, pensaron erróneamente que la sociedad no poseía los anticuerpos necesarios para enfrentar el flagelo [de la subversión violenta de izquierda] y con el respaldo de muchos, tomó poder. Las fuerzas armadas estaban mal preparadas para combatir el terrorismo urbano y recurrieron a métodos como la tortura y la ejecución extrajudicial que nunca pueden justificarse”. Sentenció Balza en más de una oportunidad.
Claro, al parecer Martín Balza es el hombre que nunca estuvo allí. Durante los violentos años 70s, el siempre desinformado militar estudió en la Escuela Superior de Guerra del Perú entre 1976 y 1977 y egresó como oficial de Estado Mayor.
Cuando estuvo de regreso fue jefe del Departamento Enseñanza de la Escuela de Artillería en 1978. Desde diciembre de 1979 fue jefe del Grupo de Artillería 3 hasta agosto de 1982. Seguramente en ese lapso fue cuando denunció a sus superiores y camaradas por los abusos que Balza señala. ¿No? Esa es otra historia.
En 1992 y hasta 1999 Martín Balza ocupó el cargo de Jefe del Estado Mayor General del Ejército. En ese ínterin -en febrero de 1993 más precisamente- de las manos de Balza se desprende la Orden de Mayo en el Grado de Gran Cruz que de derecha a izquierda cruzará el pecho de Augusto Pinochet. Est sucede aunque… como dijera Sídney Edwards (Durante el conflicto del Atlántico Sur, un oficial de la Real Fuerza Aérea) “Mi opinión, que fue compartida por mis jefes en el Ministerio de Defensa y por Margaret Thatcher, es que la ayuda que recibimos de Chile fue absolutamente crucial. Sin eso, habríamos perdido la guerra”.
En su libro (My Secret Falklans War) Edwards sugiere que era más fácil trabajar con el gobierno de Pinochet, ya que no había que lidiar con legisladores en el Congreso. Sobre todo, la colaboración del Jefe de Inteligencia de la Fuerza Aérea Chilena, el General Vicente Rodríguez y la utilización de bases en Punta Arenas e incluso la Isla de Pascua para hacer descender aviones pesados y por encima de ello, los regalos que la Dama de Hierro otorgaba como un avión Jumbo con seis Hawker Hunter por el precio simbólico de seis libras, una por cada avión.
Para el hombre que nunca estuvo allí, la ayuda chilena y las bajas argentinas podían obviarse y -una vez más- quedar bien parado.

Reforma de las Fuerzas Armadas: ¿estamos a tiempo?

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En los últimos 40 años, desde el más alto nivel del Estado, nunca se les expresó a las FF. AA. cuál es su razón de ser en la estructura del Estado, ni para qué están.
Las Fuerzas Armadas (FF. AA.) han dado -y dan a diario- sobradas muestras de que cumplen las órdenes que reciben, de que están subordinadas al control civil de la defensa y, por ende, de su acabada comprensión y aceptación de este concepto. Esta última cuestión, pese a que muchos no lo crean y mal que le pese a otros, ha dejado de ser hace décadas tema de conversación en los cuarteles. Es así porque no corresponde que sea de otra manera y las FF. AA. lo han asimilado, comprendido, aprendido; lo enseñan, lo repiten y a ningún militar hoy se le ocurriría pensar de otra manera. Esto puede ser expresado con total seguridad y certeza. El que aún crea que no es así debe profundizar su conocimiento de las instituciones armadas.
Sin embargo, desde el año 1983, a las Fuerzas Armadas de la República Argentina se les ha indicado desde el más alto nivel de la conducción del Estado, de manera clara y detallada, qué es lo que no deben hacer, dónde no deben participar, cómo no deben hacer las cosas, con quiénes no pueden entablar relaciones, qué áreas están excluidas de sus procesos de reunión de información, qué armamento no deben poseer, qué temas no deben formar parte de sus planes de estudio, y qué ejercitaciones combinadas no deben realizar.
Como resultado de tantos "no", a lo largo de los años las FF. AA. han transitado un agónico camino hacia la obsolescencia.

Hasta ahora se les ha dicho a las FF. AA. qué no deben hacer, pero no cuál es su razón de ser en la estructura del Estado. Foto: Fernando Calzada.
Hasta ahora se les ha dicho a las FF. AA. qué no deben hacer, pero no cuál es su razón de ser en la estructura del Estado. Foto: Fernando Calzada.
Costumbres argentinas
En los últimos 40 años, desde el más alto nivel del Estado y en especial desde el Sillón de Rivadavia, nunca se les expresó a las FF. AA. cuál es exactamente su razón de ser en la estructura del Estado, ni se les dijo claramente para qué están.
Esto ha ocurrido pese a que la Constitución Nacional es explícita cuando se refiere a la atribuciones del Poder Ejecutivo y establece que el Presidente es el Comandante en Jefe de todas las Fuerzas Armadas de la Nación; y pese a que la Ley de Defensa Nacional prescribe taxativamente que es también al Presidente de la Nación a quien le compete en su carácter de Jefe Supremo de la misma y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, la Dirección de la Defensa Nacional y la Conducción de las Fuerzas Armadas. Tengamos en cuenta que esta atribución constitucional hacia las FF. AA. genera de manera tácita una responsabilidad directa diferenciada hacia ellas, habida cuenta de que no hay en la Constitución mayores referencias hacia otros organismos u organizaciones del Estado. Genera una relación directa del Presidente y las FF. AA. respecto de los ciudadanos que constituyen la Nación. Y esta relación no debiera ser meramente declamativa, sino que tiene que ir necesariamente acompañada de la definición explícita de para qué las quiere el Estado.
 “Como resultado de tantos no, a lo largo de los años, las FFAA han transitado un agónico camino hacia la obsolescencia”
Que a las FF. AA. les asignen anualmente una partida presupuestaria determinada no significa que se las tenga en cuenta o que se las valore adecuadamente como parte integrante del Estado. Particularmente, cuando esa partida presupuestaria no responde a ninguna imposición específica proveniente de requerimientos definidos por el máximo nivel de conducción del país. Sólo significa que se les asigna una suma para que sea gastada de acuerdo con prioridades definidas, a propuesta de cada Fuerza, para cumplir con las misiones que dicha Fuerza ha definido como su prioridad. Eso sí, esta suma debe ser aprobada por el Estado; de allí puede originarse la confusión generalizada.
Para que esta situación no continúe con su ejecución consuetudinaria, desde el máximo nivel deberían fijarse prioridades para las FF. AA.y estas deberían ser conocidas y aceptadas por todos los niveles de decisión. Preste atención el lector: no estamos hablando de un incremento de la partida presupuestaria. La asignación que se otorgue, pobre o abundante, debe serlo en pos de un para qué superior; en función de un Master Plan que no solamente indique para qué las necesita el Estado, sino también que oriente su adiestramiento, doctrina, organización, equipamiento y despliegue.
Hace más de 30 años que las FF. AA., con su lógica, tratan de deducir, cual Oráculo de Delfos, lo que el Poder Ejecutivo pretende de ellas. Por ello, de los discursos de inauguración de las sesiones ordinarias del Honorable Congreso de la Nación, de los discursos de la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, de los discursos pronunciados con motivo de los aniversarios de cada componente del Instrumento Militar, e incluso de las expresiones públicas de los distintos presidentes, las Fuerzas (de manera independiente y cada una por su cuenta) extrajeron frases y concluyeron, en forma autónoma, cuál era su misión.

Desde hace 30 años, las FF. AA. tratan de deducir qué es lo que el Poder Ejecutivo pretende de ellas. Foto: Fernando Calzada.
Desde hace 30 años, las FF. AA. tratan de deducir qué es lo que el Poder Ejecutivo pretende de ellas. Foto: Fernando Calzada.
Y rasguña las piedras
La forma en la que, presupuestariamente, el Estado argentino se ha relacionado con su brazo armado durante más de tres décadas es haberle asignado un porcentaje (muy bajo, por lejos, el menor de toda América Latina) para que haga lo que pueda con ello. Es decir, el Estado ahogó en un sinsentido presupuestario al instrumento al que deberá recurrir cuando, acabadas las opciones diplomáticas, tenga que disponer la defensa armada ante el avasallamiento de su soberanía.
Sin una misión definida, se hace prácticamente imposible construir los argumentos que den sustento a reclamos en materia presupuestaria. Sin esa clara, precisa y expresa definición, las FF. AA. no pueden definir los medios necesarios para los fines que se les imponen. El fin orienta el desarrollo de los medios y su ausencia transforma las acciones en gestos sin sentido.
Si se hubiera seguido la secuencia indicada, nadie podría sorprenderse hoy por el alto porcentaje de dinero de la asignación presupuestaria que se destina a sueldos. Tampoco podrían sorprenderse por el grado de mantenimiento de los elementos que el Estado puso a disposición de las FF. AA. hace más de 50 años para pelear una guerra que nunca fue definida y que hoy no existe la más mínima posibilidad de que se pelee.
De esa manera el Estado y el Pueblo de la Nación no deberían sorprenderse de que sus FF. AA ."de repente" estén en una situación terminal. Sí, terminal.
 “El fin orienta el desarrollo de los medios y su ausencia transforma las acciones en gestos sin sentido”
Para ser justos, debemos también expresar que esta situación no es sólo responsabilidad de los distintos decisores estratégicos que ha tenido nuestro país desde hace más de 30 años, ni tampoco de sus ministros de Defensa. El desliz no ha sido solo de los civiles que han descuidado el último recurso que tiene el Estado para oponerse a una voluntad ajena a los intereses de la Nación.
Analizando con rigor científico, teniendo en cuenta los pasos para efectuar los pedidos presupuestarios anuales, los Jefes de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y del Estado Mayor Conjunto tienen su cuota de responsabilidad, en particular este último, quien tiene la función expresa de asistir y asesorar al ministro. Ellos, que son los responsables de presentar las necesidades de las organizaciones bajo su comando, debieron haber expresado su desacuerdo ante las reducciones a lo requerido. Y justificar, argumentando cuál era la situación de cada una de sus Fuerzas, las causas por las cuales la reducción efectuada dejaba indefensa a la República, aprovechando, como mínimo una vez al año, la evidente oportunidad para expresar que lo hacían sin una clara misión definida por aquél a quien le elevaban el presupuesto.
Lamentablemente, por motivos nunca absolutamente claros, prefirieron aceptar lo que les ordenaban gastar mediante el presupuesto. Ninguno de los cuatro Jefes de Estado Mayor que tiene la Nación expresó nunca a la ciudadanía, ante la cual juró defender la bandera hasta la perder la vida, que el dinero que se les otorgaba no era el suficiente o que no se le daba una misión clara para conducir la organización que comandaban. Hacerlo no habría implicado deslealtad; al contrario, es lealtad elevada a la máxima expresión.
Bajo esta mirada, la de priorizar la protección de su país y sus ciudadanos como General de la Nación y no como General del Estado de un determinado gobierno, la inmolación del general Pierre de Villiers, jefe del Ejército de Francia que en julio de 2017 dimitió por los recortes presupuestarios ordenados por el presidente Emmanuel Macron, puede ser considerada, a ojos de muchos militares argentinos, como un sincericidio y no como lo que es, un acto de hidalguía republicana motivado por la responsabilidad hacia los subalternos y al pueblo de Francia. Esto no fue siquiera imaginado como un acto de insubordinación ni muchos menos. El General tuvo la habilidad de enmarcar perfectamente su reclamo, plantearlo e irse a su casa con la admiración y el respeto de sus pares y de los ciudadanos por los cuales, llegado el momento y por una decisión política, iba a hacer entregar las vidas de sus hombres y mujeres.
 “Ninguno de los cuatro Jefes de Estado Mayor que tiene la Nación expresó nunca a la ciudadanía que el dinero que se les otorgaba no era el suficiente, o que no se le daba una misión clara para conducir la organización que comandaban”
Entre muchas causas por las cuales nuestros cuatro jefes de Estado Mayor no pudieron expresar su desacuerdo por los fondos asignados, se encuentra el hecho de que su misión (la misión del Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea y del Estado Mayor Conjunto) fue autoimpuesta. Nunca el para qué provino de una fuente de instancia superior a quien reclamarle porque la plata no alcanzaba para lo que pretendía de las FF. AA. Y así administraron los siempre escasos recursos, para repartir la frazada que ayer cubrió los pies y hoy el pecho, pero siempre las FF. AA. pasaron frío.
¿Quién en su sano juicio puede ser el responsable de conducir una organización sin saber exactamente para qué existe realmente la misma? Por ello, y extraídas de la más pura coyuntura, se crearon misiones subsidiarias, secundarias e incluso, en el caso del Ejército Argentino, se habló de "capacidad de disuasión creíble". Si la disuasión no es creíble, no es disuasión. Un oxímoron.

Nadie debe sorprenderse por el grado de mantenimiento de los elementos que el Estado puso a disposición de las FF. AA. hace más de 50 años. Foto: Fernando Calzada.
Nadie debe sorprenderse por el grado de mantenimiento de los elementos que el Estado puso a disposición de las FF. AA. hace más de 50 años. Foto: Fernando Calzada.
Cuando pase el temblor
Nuestro Estado tiene por delante un gran desafío: crear futuro. En materia militar debe desarrollar el sistema que le permita enfrentar lo que viene, debe concentrarse en los fines y concebir medios acordes a nuestra realidad, en el marco de una visión geopolítica regional y global. Quebrar la inercia de la indiferencia es un desafío de todos como parte integrante de una única voluntad, la de construir un futuro para las generaciones venideras.
La política exterior y la de defensa deben formar parte de un único pensamiento estratégico y geopolítico. Argentina debe transitar las próximas décadas en el marco de fuertes alianzas políticas, económicas y de seguridad. Por consiguiente, conceptos renovados deben motorizar el posicionamiento de nuestro país y de la región.
No es objeto de esta nota el definir un para qué. Sin embargo, estamos convencidos de que esto debería ser expresado considerando al menos la defensa de la vida, los bienes y los recursos naturales de la República, integrándose con el mundo y la región para defender intereses comunes, accionando en forma sistémica (léase, con estructuras cívico-militares) y además teneniendo aptitud para enfrentar amenazas definidas en el aire, mar, tierra, ciberespacio y espacio.
El para qué de nuestras Fuerzas Armadas es condición sine qua non para su desarrollo y este sólo puede definirse conociendo el escenario global, regional y local proyectado a 30 años. Un mundo hiperconectado en el que todo sucede en tiempo real, sumado a un tsunami científico tecnológico sin precedentes impondrá, con toda seguridad, la necesidad de crear nuevos instrumentos.
La obsolescencia del Instrumento Militar puede ser una oportunidad. Se debe avanzar en un análisis dejando de lado los paradigmas actuales y desarrollar un método en el que se determinen las amenazas y factores que conforman los escenarios (futuros posibles), se defina una visión (futuro deseado) y se conciban los recursos necesarios para su logro.
En los próximos 20 años seremos testigos de mayores cambios en ciencia y tecnología que en los últimos dos milenios y presenciaremos transformaciones sin precedentes. Lo obsolescente ya forma parte de nuestro día a día, sólo basta con observar la evolución de nuestro teléfono inteligente. Teniendo presente esto, cabe preguntarse qué sistemas debe crear el Estado y para qué. Con certeza, no son los mismos que desde el siglo XX intentan evolucionar y quedan rezagados por una realidad vertiginosa.
 “La obsolescencia del Instrumento Militar puede ser una oportunidad”
A las tres dimensiones espaciales que conocemos se le ha sumado el ciberespacio y, mientras tanto, la órbita espacial se consolida como un ámbito de desafío tecnológico militar. Estas son realidades y no debemos ignorar cómo se configura el escenario en que las FF. AA. deberán actuar.
El mundo transita por la dificultad de solucionar problemas globales sin contar con organizaciones supranacionales con autoridad suficiente para hacerlo. Ejemplo de ello es el cambio climático. A esto se le suma un sector privado hiperactivo que desafía lo público en la generación de ideas y soluciones concretas. La población mundial comparte información y conocimiento en tiempo real y demanda a sus gobiernos respuestas inmediatas.
Crear nuevos instrumentos es el gran desafío. Asumamos la obsolescencia de nuestras Fuerzas Armadas y comencemos a crear futuro.
La mayor certeza de lo aquí expuesto es una sola: así no debemos seguir.
Una cabeza de playa ocupada por 649 valientes y reforzada recientemente por una patrulla de 44 intrépidos marinos reclama que asumamos, de cara al futuro, un compromiso colectivo que trascienda su legado.
*Escrito por el Do-Tank Tabula Rasa (Daniel Martella, Luis Soage y César Yagüe)













Defensa nacional y Fuerzas Armadas: entre el colapso y la esperanza de un cambio serio


Colocar a la Argentina en un camino virtuoso presenta cuellos de botella difíciles de ensanchar. Desde la política, la dificultad para enfrentar con visión de Estado los temas nacionales como los de defensa; desde lo sociocultural, un trauma no resuelto con las Fuerzas Armadas reflejado en la indiferencia, la desconfianza y el desconcierto de qué hacer con ellas; y desde la economía, un desarrollo incongruente con las insuficiencias y las aspiraciones de la sociedad.
La necesidad de atender con prioridad al 30% de la población en penuria hace dificultoso satisfacer las demandas del otro 70% y pospone el cumplimiento de otras obligaciones de Estado como la defensa común. En un país con un 30% de pobreza, sociológicamente partido, sin conciencia de defensa ni sentido de pertenencia con sus Fuerzas Armadas, es necesario, antes de instrumentar cambios profundos en las fuerzas, replantear el problema político-cultural de la defensa nacional.
La actual administración se muestra resuelta a tomar decisiones para revertir la situación de desarticulación de las áreas del Estado, aunque la carencia de especialistas en defensa en la estructura política limita al Presidente al asesoramiento de las autoridades militares, por cierto, honestas e inteligentes, pero circunscritas a las Fuerzas Armadas y la reversión de su inoperatividad.
Sin acuerdos de Estado, en el ámbito de la política, que definan los lineamientos geopolíticos, jurídicos y económicos de la defensa nacional, las resoluciones y las acciones para su rediseño y desarrollo tendrán la sustentabilidad y la perdurabilidad de la gestión del presidente. Es necesaria una política de Estado de defensa nacional.
Para evitar errores pasados
-Elaborar una política de Estado de defensa nacional
La política de defensa nacional debe abstraerse de los vaivenes electorales, producto de las pequeñas y oscilantes diferencias de votos entre los espacios políticos. La defensa nacional sustentada en la reelección de un gobierno y desvinculada de una política de Estado manifiesta debilidad institucional.
Es necesario definir y acordar en la alta política qué se quiere defender y de quién, y qué se está dispuesto a hacer para ese logro, fijando objetivos y responsabilidades para el desarrollo de la defensa nacional, lo cual impone actualizar la ley de defensa nacional.
Es dable en este sentido observar cómo otros países de la región han adaptado sus leyes a las necesidades actuales y futuras, sin quedar atadas a controversias o errores del pasado.
-Lograr coherencia y sustentabilidad
No debería ocurrir que una gestión de gobierno desplegara tres brigadas de combate en la frontera, durante dos años, en el marco de la lucha contra el narcotráfico y luego, fuera ya de la gestión de gobierno, se opusiera a la participación de las fuerzas.
Se debería definir al narcotráfico y el terrorismo como una agresión que no reconoce límites internos o externos, lo que habilita la coordinación de los ministerios de Defensa y Seguridad dentro de los límites legales y políticos que sean necesarios para sumar capacidades y optimizar la defensa de la República Argentina.
Ante el confuso límite entre defensa y seguridad, se necesitan mentes claras, sin confusiones ni ataduras históricas ideologizadas, para afrontar las nuevas amenazas y los peligros que acechan al planeta en que vivimos.
Optimizar los gastos
La educación ha sido una prioridad dentro de las Fuerzas Armadas, en particular la de los futuros conductores, por eso es dable observar que Estados Unidos, con el 54% del gasto mundial en defensa, graduó en el 2017 a solo 707 alumnos de su universidad de defensa, en tanto que aquí, con un presupuesto irrelevante en defensa nacional a nivel mundial, nuestra Universidad de Defensa Nacional (Undef) esgrime como logro tener entre 8 mil y 12 mil alumnos, circunstancia que debería ser materia de estudio a fin de analizar la relación costo-beneficio.
La incoherencia de esta universidad solo se entiende en los prejuicios ideológicos desde su creación, en la formación de un pensamiento único, con una matriz politizada y burocrática. En vez de preparar a los líderes civiles y militares en defensa nacional, busca como principal objetivo institucionalizar una conducción civil en la formación de las Fuerzas Armadas, con un gasto burocrático significativo. La educación en defensa nacional impone seriedad, no es el ámbito, como ocurre, para realizar talleres de teatro.
Los actuales integrantes de las Fuerzas Armadas egresaron a partir de 1983, hace 35 años. El concepto vigente en la Coneau, que sostiene "resocializar a los alumnos militares", se olvida que esos alumnos son fruto de la educación en democracia. El modelo de la Undef argentina tiene como referencia el venezolano, conocido en sus resultados tendientes a lograr el pensamiento único en defensa del socialismo.
La creación de la obra social de las Fuerzas Armadas fue una importante y adecuada decisión. Disponer de cerca de 650 mil afiliados proporciona una inmejorable capacidad para negociar excelentes prestaciones de salud. Sin embargo, el sobredimensionamiento de las estructuras administrativas y el reemplazo del personal militar, altamente capacitado en administración de la salud, por personal designado desde la política, expone subestimación de la capacidad de los afiliados para administrar su obra social y produce abultadas erogaciones. Ejemplo: cada gerente civil eroga 50 mil pesos mensuales más que un militar.
Es incomprensible que en la obra social de las Fuerzas Armadas se abone al personal designado políticamente suplementos por desarraigo, con aportes del Estado y de sus afiliados, los cuales por naturaleza viven desarraigados de sus familias, sin pago alguno.
La contratación de prestadores deberá ser contundentemente transparente, máxime cuando los afiliados están alejados del manejo de la obra social. Debe excluirse toda posibilidad o sospecha de favores políticos o económicos ocultos.
Reflexiones
Nuestra nación, indefensa, con aviones que caen, buques que se hunden, vehículos de 50 años y gente que muere en accidentes evitables, espera el cambio y la revisión de estos gastos innecesarios. El colapso de la defensa nacional ha llevado a que no existan medidas urgentes para mejorarla. Hay que gestar un nuevo sistema sobre bases sólidas, y un flujo constante y previsible de recursos.
El Gobierno legalmente puede vender terrenos para la puesta en valor y el reequipamiento de las Fuerzas Armadas y otras necesidades del país, pero respondiendo a una política de Estado de defensa nacional y considerando que son los ahorros de bienes adquiridos o donados por generaciones en 208 años de vida como nación.
La puesta en valor se puede iniciar con:
-La atención de su capital humano, ascendiendo al personal discriminado por portación de apellidos o tratado diferencialmente por Semana Santa, esta es una medida de alto impacto moral.
-El estudio y, de ser necesario, el ajuste de la estructura de los ministerios de Defensa y de Seguridad; debe haber un ministro con la responsabilidad de la conducción estratégica de la seguridad nacional.
-La modificación sustancial del sistema de educación superior en defensa nacional.
-La búsqueda de solución para los gastos políticos innecesarios, descritos precedentemente.
Madurez política
La defensa nacional es un tema de Estado, con responsabilidad compartida entre las fuerzas mayoritarias, gobierno y oposición, por ello requiere mínimos y básicos consensos y acuerdos medulares. Los problemas de la defensa nacional demandan inicialmente labores y respuestas más relacionadas con el ámbito de la alta política y la cultura que a los Estados Mayores de las fuerzas.
La política defensa nacional no surge porque es necesario darles una misión a las Fuerzas Armadas, debe existir porque hay una nación que defender. Los líderes deberán determinar cuáles son las amenazas contemporáneas a la seguridad del Estado y luego rediseñar las fuerzas para la defensa nacional. Esta requiere inteligencia, valentía, prudencia, convicción y abnegación, virtudes que caracterizaron, por sobre sus defectos, a los padres de la patria.
El Presidente, como jefe de Estado, debería crear el ámbito para que equipos multidisciplinarios y sectoriales de expertos gestaran la política de Estado de defensa nacional, con los lineamientos y las bases para la recreación del sistema de defensa nacional, que, una vez definido y acordada su recreación, deberá ser conducido por el presidente como jefe de gobierno, con la asistencia de su equipo, y el jefe de Estado Mayor Conjunto y los jefes de las fuerzas.
Hasta ahora se les ha dicho a las FF. AA. qué no deben hacer, pero no cuál es su razón de ser en la estructura del Estado. Foto: Fernando Calzada.
La historia universal señala que atender los problemas de defensa recién cuando se necesita acudir al concurso de las fuerzas militares es tarde y a la sazón la tragedia envuelve a los hijos de quienes la desatendieron y al país todo. La defensa nacional es previsión sobre realidades futuras (incertidumbre). Su tergiversación por ignorancia, condicionamientos ideológicos o mala intención impacta en la vida de una nación.
Las frustraciones, las desilusiones y los engaños en décadas han evaporado el sueño argentino, se ha roto el compromiso con los que hicieron el país y no se asume con quienes nos sucederán, nuestros hijos. Solo hay preocupación por el hoy y por uno mismo. Aquí la raíz de muchos males argentinos, entre ellos, la indefensión.
El general San Martín expresaba: "Seréis lo que debes ser y si no, no seréis nada".

El gobierno reunió a la cúpula de las Fuerzas Armadas para analizar cambios en el rol de los militares

(Presidencia)
El jefe de Gabinete, el secretario de Asuntos Estratégicos y el ministro de Defensa convocaron a un encuentro reservado a las tres fuerzas
Fue un encuentro muy hermético, imperó la buena predisposición de todas las partes y se esbozó la idea central de "redefinir el nuevo rol de las Fuerzas Armadas" de cara al futuro con un plan a largo plazo que contemplará, entre otras cosas, achicar estructuras, fusionar secretarías, cuidar los espacios fronterizos de la Argentina y definir un programa de ciberdefensa coordinado con todo el gobierno nacional.
La cúpula de las tres Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa, Oscar Aguad; el jefe de Gabinete Marcos Peña; el secretario de Comunicación Pública del gobierno, Jorge Greco y el secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo se reunieron en torno de la denominada Mesa de Seguridad Nacional que fue creada en marzo pasado por el decreto 174/2018.
Durante un almuerzo que compartieron el jueves pasado en la Fragata Sarmiento, Pompeo, en calidad de coordinador de la Mesa de Seguridad Nacional, esbozó los lineamientos centrales de lo que quiere el presidente Mauricio Macri para las Fuerzas Armadas en los próximos años y se compartieron ideas comunes sobre los ejes prioritarios de la defensa nacional.
Según expresaron a Infobae al menos tres fuentes calificadas que participaron de ese almuerzo, entre los lineamientos sugeridos se mencionó la necesidad de hacer una reducción de estructuras y buscar fusionar tareas dentro de las Fuerzas Armadas.
Tanto, los jefes políticos del gobierno como la cúpula de las tres Fuerzas Armadas entendieron que en adelante se buscará "redefinir el rol" de las fuerzas para "garantizar la soberanía nacional, los espacios aéreos, marítimos, terrestres y el ciberespacio". También se mencionó la necesidad de "tener Fuerzas Armadas confiables".
Si bien el gobierno y las Fuerzas Armadas sostienen que en la Argentina hoy no existe hipótesis de conflicto externo, hubo coincidencias en la idea de tener militares que muestren mucha eficacia a la hora de cuidar espacios aéreos y el mar continental que ahora se han agregado 100 millas náuticas.
También se analizó en la Mesa de Seguridad Nacional la decisión de Macri de dar batalla a los ataques cibernéticos y en este sentido se mencionó como un elemento prioritario establecer la ciberdefensa. "Este es un elemento que pretende cuidar la fuentes de nuestras informaciones, datos y archivos", destacó uno de los comensales en el almuerzo donde se sirvió un crepe de verdura y lomo con papas.
En la Casa Rosada remarcaron a Infobae que en ningún momento se mencionó la idea de que las Fuerzas Armadas vayan a participar en operativos de lucha contra el narcotráfico con las fuerzas de seguridad ya que esto no está previsto en la ley de seguridad interior. Aunque se hizo mención a los desafíos que plantea la ciberdefensa en materia de eventuales ataques terroristas.
Por otra parte, se destacó como desafío inmediato la organización de toda la logística de la cumbre de presidentes del G20 que se dará en noviembre en Buenos Aires. Para ello ya se está trabajando en un equipo de las Fuerzas Armadas, en coordinación con la Cancillería y las Fuerzas de Seguridad.
El almuerzo para sentar en la Mesa de Seguridad Nacional a la cúpula de las Fuerzas Armadas con el jefe de Gabinete, el ministro de Defensa y el secretario de Asuntos Estratégicos sirvió, según relataron las fuentes consultadas, para empezar a esbozar lo que será un "plan integral" de seguridad de la Argentina en el que participan la Jefatura de Gabinete, la Cancillería, las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Seguridad, la Agencia Federal de Inteligencia y el Ministerio del Interior, entre otros.
El ministro de Defensa, Oscar Aguad
El ministro de Defensa, Oscar Aguad
Hace dos semanas, Pompeo reunió en la Casa Rosada a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich; el ministro de Defensa, el jefe de la Agencia de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas y el canciller Jorge Faurie.
"La intención es armar una estrategia común en materia de seguridad nacional, no superponernos en tareas y trabajar unificados como un bloque uniforme", explicó a Infobae uno de los participantes de esa reunión.
El decreto de creación de la Mesa de Seguridad Nacional le otorga a este espacio la función de "asesorar al Jefe de Gabinete de Ministros en cuestiones internacionales, de seguridad, defensa e información estratégica, así como también en materia de cooperación y adquisiciones internacionales en estos ámbitos".
También está previsto que este estamento del Estado pueda "intervenir en cuestiones relativas a la estrategia internacional y de seguridad nacional, en coordinación con las áreas competentes del Estado Nacional".
Se trata, en rigor, de un esquema de trabajo similar al que funciona en muchos países europeos y en Estados Unidos donde las secretarías de inteligencia, las fuerzas federales y los militares conviven en un lugar común para trazar los lineamientos centrales de la defensa nacional.