lunes, 30 de diciembre de 2019

EL ADN DEL SOLDADO CARAPINTADA

MIENTRAS AQUÍ ENCARCELABAMOS Y ASESINABAMOS A NUESTROS PATRIOTAS, EN EL MUNDO LOS CONDECORABAN.
VOLUNTARIOS ARGENTINOS EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE CROACIA.
Luego del Pronunciamiento del 03 de diciembre de 1990 el oficial carapintada Rodolfo Barrios Saavedra (foto) resultó herido y fue trasladado al Hospital Militar, del que logró evadirse. Los escasos carapintadas que lograron escapar se reunieron a los pocos meses en Uruguay, y planearon una "maniobra exterior": había que hacer algo espectacular en el extranjero para demostrar que la lucha carapintada continuaba.
Fue así como se decidió formar un grupo de voluntarios para ir a combatir a la guerra de independencia de Croacia, de la cual participaron unos cuatrocientos argentinos. Croacia era una nación católica que luchaba por su independencia de la todavía comunista Yugoslavia, y su incipiente ejército tenía muy pocas armas e incluso debió recurrir a viejos fusiles de la Segunda Guerra Mundial, pero pronto comenzaron a llegar por triangulación fusiles FAL argentinos y cañones de 155 mm. de fabricación nacional, pero también, y muy especialmente, oficiales experimentados como Barrios Saavedra, que ascendió hasta el grado de coronel.
Las principales potencias europeas habían tomado posiciones con respecto al conflicto, desde la simpatía -pero no más que eso- alemana hasta la ambigüedad inglesa, que desplegó "fuerzas de paz" en la zona pero se dedicaba a espiar los movimientos de los croatas. Cansado de esta situación, el capitán Barrios en una oportunidad ordenó una concentración de fuego con cañones Citer -fabricados en Córdoba y servidos por dignos artilleros eslavos- contra una base británica que fue literalmente borrada del mapa, en un suceso muy comentado por la prensa croata: "10 años después de Malvinas, un oficial argentino vuelve a combatir contra los ingleses", publicaron algunos periódicos.
Para reconocer a los voluntarios argentinos el gobierno croata imprimió una estampilla que rezaba, aproximadamente:
"Los libres de Croacia a sus veteranos y libertadores en su aniversario. Ejército Argentino, 1991-2011".
Tiempo después, cuando llegaron cascos azules argentinos a Croacia, se encontraron con que el pueblo de ese país los recibió con mucha calidez y un claro favoritismo, en agradecimiento por la participación argentina en su independencia, en un momento en que tenían todo para perder.
El comunismo serbio derrotado, aprendió también que es un soldado Argentino.
Arnaldo E. Bollo.

sábado, 28 de diciembre de 2019

EL GRANO DEL SISTEMA 298: LA GUERRA EN LATINOAMERICA

De países y rufianes. Por Miguel De Lorenzo

Cuenta Manuel Scorza acerca de aquel juez peruano tan poderoso y aún más temible,  que un día, en cierta plaza de Ayacucho, tiro al suelo una moneda de oro, y dice el relato que durante más de un año  permaneció en el piso, sin que ninguno se atreviera siquiera a moverla.
Una cierta semejanza con Cris que durante cuatro años dejó la Casa Rosada y nadie, absolutamente ninguno fue capaz de tomar ese poder, y ejercerlo por el bien del país, por eso hoy regresa, y lo encuentra intacto, casi sin uso.
Sin duda  más temida que aquel juez que en definitiva demostró su capacidad de dominación por un año,  mientras que el experimento Cris duró cuatro. Y nadie se animó. Vuelve con la insolencia a flor de piel, actúa durante horas su victimización ante el  tribunal que pretende juzgarla, después los amenaza y se va. Es decir la  torpe vulgaridad habitual.
El poder le pertenece al justicialismo, tal vez el secreto consista en la misma indefinición, tal vez en eso radique su inconmovible  presencia política. El peronismo puede, sin conflicto ni rubor, albergar a la izquierda revolucionaria y a los liberales; adentro coexisten nazis y maoístas; los opulentos k comparten la mesa con   los curas de la opción por los pobres que, además, son k;  los súper millonarios de la CGT dan las hurras por Fidel; ateos inconmovibles van a las misas por Perón, invitados por los obispos de la liberación;  todo bien desmesurado, surrealista y al mismo tiempo tan inclusivo que,  nadie debería sorprenderse si en el tumulto de algún acto descubre la figura de  un papa.
O sea, cualquiera sea su origen o ideología, uno siempre puede apelar  al paraguas salvífico del peronismo y quedar a cubierto, esto es volverse intocable. Soy justicialista y se acabó.
Porque como  otros derechos humanos, daría la impresión  que ser peronista no se le niega a nadie.
Por otra parte el pueblo peronista, desde hace  unos pocos años, viene entroncado con el pueblo de Dios.  Por lo mismo a la hora de votar,  en cualquier circunstancia la papeleta es para los peronistas,  es decir para los que permanecen refugiados en el movimiento.
Claro que en el desmadre de la llamada doctrina justicialista,  algunos renglones se borronearon y ya nadie los lee, por ejemplo, Perón y Evita, claramente rechazaban el aborto, mientras que los actuales peronistas por el contrario, exigen que el asesinato de los bebés sea libre, gratuito y hospitalario,  ellos ven en el aborto  un signo emancipador y progresista.
Los más necios se animan a sostener que es un tema de salud pública. Hay quienes se aterran frente a ese juego de palabras,  tan  completamente absurdo, o sea se trata de matar para sanar, pero no toman en cuenta que ahí no hay razones, en todo caso consignas que los entusiasmados autómatas repiten, sin pensar y sin espanto.
Sí que es raro el ensamblaje,  pero en cierto modo lo explicitaron estos días a la hora de jurar – que de algún modo hay llamarlo – lo hacían  por Perón, por Néstor, por cuchuflito,  por los treinta mil, por Maldonado,  por Evita, por Cris,  y a veces por el tío José que se tuvo que ir a Suecia durante el proceso. Pobre tío.
“Era un pueblo extraño – diría Roberto Arlt – un pueblo que se había enamorado de sus rufianes”. Y por rara paradoja fue ese “amor empoderado”, el que instaló en el poder nuevamente  a los rufianes, que ya lo sabemos, no pueden cambiar.

lunes, 16 de diciembre de 2019

EL GRANO DEL SISTEMA 297: LA COMUNIZACION DE ARGENTINA

Argentina se prepara para la "guerra híbrida"


El replanteo de la política de Defensa introduce el concepto de "guerra híbrida" como el nuevo tipo de conflicto con el cual deben enfrentarse las Fuerzas Armadas en el mundo.
Tras el fin de la Guerra Fría, que derivó en una sola "hiperpotencia" en lo estratégico militar que es EEUU, surgió el concepto de "guerra asimétrica", que da cuenta de una fuerza regular con clara superioridad militar enfrentando a fuerzas menores, ya fueran regulares o no.
Fue el caso de la segunda Guerra de Irak, en la cual el poder militar estadounidense al frente de una coalición derrotó a las fuerzas regulares iraquíes, que tenían una capacidad mucho menor.
También fue el caso de Afganistán, donde las Fuerzas Armadas estadounidenses en el marco de la OTAN combaten desde hace diecisiete años con una fuerza irregular que son los talibanes, con una relación de fuerza asimétrica desde el punto de vista militar.
Este es el concepto de guerra que predominó en la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI. Pero en la segunda de este siglo ha surgido el concepto de "guerra híbrida". Ella deriva de un cambio en la situación estratégica global, en la cual EEUU deja de ser la "hiperpotencia", para ser la "primera potencia", pero existiendo otras. El replanteo de la política de Defensa estadounidense anunciado en febrero, por la cual Rusia y China pasan a ser la principal amenaza, desplazando al terrorismo, que lo fue entre 2001 y 2017, es un ejemplo de ello.
Este cambio está detrás de la sustitución de la "guerra asimétrica" por la "guerra híbrida" como el tipo de conflicto militar predominante en el mundo en este momento. Se trata de la agresión que se genera en función de una combinación de fuerzas irregulares o milicias, fuerzas regulares encubiertas y agresión cibernética (uso de la web, dronnes, etc.). Los tres elementos se combinan para alcanzar un fin.
El arquetipo de este tipo de conflicto es la secesión del este de Ucrania. La ocupación de Crimea fue en realidad un conflicto asimétrico, porque las fuerzas armadas regulares rusas como tales ocuparon esa parte del territorio ucraniano, que tenía fuertes raíces históricas en Rusia. En cambio, en la secesión ucraniana, actuaron milicias separatistas junto con tropas regulares rusas encubiertas- sin insignias ni identificación como tales,- y operaciones cibernéticas, en las cuales Rusia ha mostrado mucha eficacia.
En los conflictos de Irak y Siria en esta década se ha dado también la "guerra híbrida". Las "milicias", que se diferencian de las guerrillas porque tienen unidades, organización y estructura de mandos, combaten militarmente.
Hay veces que hay milicias que combaten para ambos contendientes. En los conflictos como los de Siria, Irak y Yemen, de esta década se ha visto combatir a milicias kurdas, sunnitas y chiítas, aliadas a coaliciones lideradas tanto por EEUU como por Rusia.
Pero ellas también se han combinado con fuerzas rusas encubiertas. Los "mercenarios" rusos muertos recientemente en Siria, ¿lo son o se trata de fuerzas regulares encubiertas? Al mismo tiempo, los miles de instructores militares estadounidenses que han contribuido a organizar las milicias kurdas en Irak y al Ejército Libre Sirio en realidad han entrado en combate en varias oportunidades, yendo más allá de su función específica.
Este concepto, aparece en planes militares de los EEUU, en la revisión que están realizando en sus políticas de defensa tanto el Reino Unido como Francia y en la reforma militar que lleva adelante España. Es que la agresión militar abierta de un Estado no es lo que se está dando ni lo que probablemente se dé en el corto y mediano plazo.
Para el Reino Unido, el ataque con agentes químicos contra un ex espía de la inteligencia rusa en Londres se inserta en este concepto de conflicto y la investigación está a cargo de las Fuerzas Armadas.
Es en este marco, que las Fuerzas Armadas argentinas asuman la preparación para la "guerra hibrida", en el marco del replanteo de la política de Defensa, parece acertado y adecuado a los tiempos.
El autor es analista política. Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría  

Lawfare y guerra híbrida: la disputa geopolítica en América Latina

En conclusión, en América Latina, a la guerra convencional contra el “narcotráfico” y el “terrorismo” (con un indudable trasfondo de intereses geopolíticos en juego), debemos sumar la guerra jurídica, en el marco de una guerra híbrida librada contra los procesos de cambio que atentan contra la vía neoliberal.
La mega causa del Lava Jato en Brasil, que condujo al golpe contra el gobierno de Dilma Rousseff y al reciente encarcelamiento de Lula da Silva; las causas abiertas contra Cristina Fernández de Kirchner y ex-funcionarios de su gobierno en Argentina; el encarcelamiento del ex-vicepresidente Jorge Glas y la amenaza de juicio penal contra el ex-presidente Rafael Correa en Ecuador, tal como trascendió esta última semana, son algunos ejemplos de la presencia del lawfare en la región.

El lawfare puede ser definido como una persecución política por la vía judicial. En América Latina es cada vez más frecuente la utilización de esta estrategia, en un proceso de reflujo de los gobiernos progresistas y el avance de la derecha neoliberal.

Esta persecución tiene como objetivo la expulsión/aniquilación de sectores, personalidades y proyectos de la esfera política formal; es decir, “eliminar al adversario por la vía judicial”.

Debe recordarse que el concepto de lawfare proviene del ámbito militar, acuñado por el general Charles Dunlap, para quien el concepto “describe un método de guerra no convencional en el que la ley es usada como un medio para conseguir un objetivo militar”. Se trata de una “guerra” que, en este caso, se dirime en el terreno jurídico/legal y, por ello, hay características que adquieren visibilidad e importancia bajo la lupa de la geopolítica (en general, ausente en las discusiones de la opinión pública).

Hasta ahora, el lawfare -ejemplificado de manera muy gráfica en el impeachment a Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula Da Silva en Brasil- se muestra como un mecanismo que ha ganado legitimidad y aceptación para la reinstalación de la vía neoliberal, en tanto camino exitoso para combatir la “corrupción endémica en la clase política” -retórica que suele asociarse especialmente a partidos y gobiernos progresistas-.

La “corrupción” como detonante
Esta “lucha contra la corrupción” fue enarbolada tempranamente por organismos e instituciones que han trabajado arduamente para instalar el neoliberalismo como única vía posible en América Latina: Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

El ajuste estructural iniciado en los’80 fue, en buena medida, justificado por la necesidad de cortar el “derroche” del Estado y aguar la fiesta a los políticos corruptos, lo que se extendió a “los políticos”, en general.

El resultado buscado era (y sigue siendo) que la lógica empresarial sea el horizonte de la praxis política. Se trata de deslegitimar la esfera de lo público, contraponiendo lo público -asociado a la politización, la corrupción y la ineficiencia- frente a lo privado, que sería aséptico ideológicamente, impoluto y eficiente.

Con la llegada de gobiernos progresistas, los medios de comunicación hegemónicos retomaron esta bandera como uno de los principales argumentos contra las administraciones públicas: el derroche del Estado, el enriquecimiento de los líderes a costa de las masas empobrecidas, etc.

Lo que a inicios del siglo XXI era algo más bien “incipiente” e intermitente, adquirió protagonismo y permanencia al concluir la primera década. La corrupción se fue transformando en el discurso aglutinador de todos los errores y males de los gobiernos de turno: medios masivos, voces expertas de think tanks y ONGs destinaron tiempo, análisis, informes y opiniones en las redes sociales y medios hegemónicos afines sobre este fenómeno que se muestra como un “cáncer” que carcome las bases de la democracia.

En los últimos años, la “guerra contra la corrupción” jugó un rol fundamental en el giro de timón a nivel regional, contribuyendo al retorno de las derechas (por la vía del golpe o de elecciones) al liderazgo en la esfera política formal. Los nuevos gobiernos en Brasil, Argentina o Ecuador se pronuncian inequívocamente del lado de la “ley”, comprometidos a acabar con la malversación de fondos estatales, con el derroche y la ineficiencia de los años de progresismo.

Un dato curioso es que, desde el ámbito militar, se postula que la corrupción constituye una de las principales amenazas para la seguridad continental, uno de los problemas más graves de América Latina que afectaría a EE.UU. El almirante Kurt Tidd, comandante del Comando Sur, así lo ha advertido en sus alocuciones al Congreso de EE.UU. y en diversos informes; su antecesor y actual jefe de gabinete de Trump, John F. Kelly, apuntaba algo similar hace un par de años. Según esta visión, la corrupción es peor que el narcotráfico, porque mina los pilares de la democracia.

Algunos analistas llegan a afirmar que la corrupción en América Latina hace más permeable al Estado y abre las puertas a la penetración de grupos terroristas, lo que implica un desafío geopolítico para EE.UU. dada su vecindad.[8] Desde esta concepción de corrupción como amenaza a la democracia y a la seguridad, se construye un vínculo con el lawfare. Lucha contra la corrupción y guerra jurídica confluyen no sólo en el ámbito de la manufacturación de consentimiento pautada desde los medios de comunicación hegemónicos, sino en esferas menos visibles a los ojos de la opinión pública: la de los intereses geopolíticos y geoeconómicos.

Lawfare como estrategia de guerra híbrida para el cambio de régimen
Desde inicios del siglo XXI está cobrando fuerza un nuevo concepto entre los analistas militares, el de “guerra híbrida”. Si bien todavía es un término que necesita mayor precisión y asentamiento, existe cierto consenso en que la guerra híbrida sería una combinación de la guerra regular, de la guerra irregular y la asimétrica.

Se trata de un tipo de guerra que puede ser ejercida por actores estatales o no estatales que actúan “incorporando todo el espectro de modos de guerra, incluyendo todas las capacidades militares convencionales, tácticas y unidades de combate no convencionales, de acciones terroristas, caos desafiante, violencias discriminatorias, ciberguerra, guerra financiera, mediática, etc.”

La ventaja de su uso para los actores estatales radica en pueden realizar acciones de guerra “que pueden ser en, gran medida, no imputables y, por tanto, aplicables en aquellas situaciones en las que acciones más abiertas -y atendiendo a su grado de exposición-, podrían generar rechazo”. Recordemos que las intervenciones en la década de los ’90 en la ex Yugoslavia o en Irak sacaron a la luz el “punto débil del liderazgo occidental”, “la alta sensibilidad a la opinión pública”.

El lawfare constituye, por tanto, un instrumento de la guerra híbrida encaminado al propósito de “erosionar y deslegitimar el prestigio interno y externo, la reputación y el apoyo de una fuerza militar superior, un aparato estatal u organizaciones internacionales”. En este caso, manipulando la ley para llevar a cabo cambios de régimen que tendrían mayores costos políticos, en términos de imagen pública, si se dieran a través de los golpes militares tradicionales.

El hecho de que la mayoría de procesos judiciales, sentencias, denuncias o insinuaciones por casos de corrupción, se concentren en ex-mandatarios o mandatarios latinoamericanos de gobiernos progresistas (aunque no exclusivamente), da pistas de que nos encontramos ante una novedosa estrategia de disputa geopolítica.

Cabe recordar que durante el ciclo político que se inaugura con la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998 -seguida de distintos triunfos de una plural izquierda regional- los países gobernados por la izquierda en América Latina emprendieron una serie de políticas soberanas tanto en lo político, como en lo económico y lo militar, en distintos grados e intensidades.

Estas políticas fueron reforzadas con la creación de organismos de integración y/o concertación política de carácter latinoamericanista que mostraban una visión geopolítica alternativa a la de los intereses estadounidenses. Los golpes de Estado judiciales, o las derrotas electorales empezaron a modificar el mapa político dando lugar a una reversión conservadora.

De hecho, parte del giro a la derecha en los gobiernos de la región se ha materializado en importantes modificaciones en el plano geopolítico, considerando especialmente la carrera por acceso a recursos estratégicos (petróleo, agua, biodiversidad). Ello, a su vez, se plasma en modificaciones de lineamientos de seguridad y defensa que van redefiniendo roles de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) a nivel nacional-regional (incluida la función y visibilidad de los militares en la esfera política) y sus vínculos a nivel internacional: ejercicios de entrenamiento y capacitación, compra de armas, desarrollo científico-tecnológico asociado al complejo industrial de la seguridad, etc. Todo esto opera en paralelo y como complemento del giro hacia la derecha.

Algunos ejemplos
En el caso de Brasil, como hemos advertido en varias oportunidades, los intereses del complejo industrial militar de EE.UU., las petroleras y empresas de desarrollo de tecnologías de seguridad y ciberseguridad (incluidas las empresas israelíes) han adquirido gran protagonismo desde el golpe a Dilma Rousseff, apuntalado por discursos y prácticas que legitiman esta presencia.

En Argentina, el martes 5 de junio el bloque oficialista presionó para sesionar sobre el desafuero de Cristina Fernández de Kirchner, en el marco de la causa Nisman (la votación se pospuso hasta fin de año). Por un lado, es una continuidad del lawfare contra el Gobierno anterior, con el objetivo de expulsar de la esfera política formal a una de las líderes de la oposición. Recientemente, la Cámara Federal argentina volvió a arremeter contra la ex-presidenta argumentando que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado y que el motivo fue la denuncia del fiscal contra el Gobierno de Cristina Fernández por haber firmado un memorándum con Irán.

La asociación (sin pruebas) de la ex-mandataria con el caso Nisman abre un enlace con el “terrorismo internacional” (siendo Irán una amenaza clave) en un proceso de alineación del actual gobierno de Macri al discurso y recetas de la guerra contra las drogas + guerra contra el terrorismo, impulsada desde EE.UU. Esto se tradujo en una mayor articulación con fuerzas de seguridad estadounidense en la Triple Frontera (incluida la Administración de Control de Drogas, DEA) para la lucha antinarcóticos, y por la presunta presencia de Hezbollah (en actividades delictivas, lavado de dinero, etc.). La Argentina, a su vez, está liderando el comité antiterrorista en la OEA.

En Ecuador, por su parte, el ex vicepresidente Jorge Glas se encuentra encarcelado por presuntos delitos de corrupción con la empresa brasileña Odebrecht, una de las grandes protagonistas de la “cruzada contra la corrupción” -en buena medida pautada desde el Departamento de Justicia de EE.UU.[-. El caso Glas se enmarca en un giro de timón dado por la gestión de Moreno hacia posturas amigables con el derrotero neoliberal, incluyendo un acercamiento EE.UU. que incluye, entre otras cuestiones, el haberle quitado la seguridad adicional a Julian Assange, refugiado en la Embajada ecuatoriana en Londres.

En este cambio de rumbo, que procura mostrar distancia respecto a la anterior gestión, resulta fundamental “ajusticiar” al máximo representante del previo proyecto de país, Rafael Correa. En las primeras semanas de junio, el Fiscal General, a través de la Corte Nacional de Justicia, lanzó un pedido de enjuiciamiento penal contra Correa por su supuesta implicación en una causa de secuestro. De acuerdo a representantes de la bancada correísta, la declaración es improcedente porque debería ser la Asamblea Nacional la que emita dicha autorización.

En Venezuela, la creación de un Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en el “exilio”, paralelo al existente en territorio venezolano y avalado por la OEA, podría ser utilizado como “tribunal híbrido” dispuesto a intervenir, amparándose en la doctrina de la “responsabilidad de proteger” que justificó “intervenciones humanitarias” de EE.UU. en Haití o la ex Yugoslavia.

A modo de cierre
Estos ejemplos permiten introducirnos en la hipótesis de las guerras híbridas como conjunto de estrategias que operan -a veces de modo paralelo y combinado- en espacios en disputa con recursos estratégicos clave, donde existen tensiones políticas y escenarios “inestables”, de polarización o de conflictividad. Con ellos recuperamos el argumento inicial sobre lawfare, rescatando su costado militar y recordando que “es una forma de presionar legalmente al opositor actuando, en muchas ocasiones, de modo conjunto con operaciones militares que obligarán al enemigo a defenderse en diferentes áreas”.

Desde esta perspectiva y atendiendo al modo en que se viene implementando el lawfare en la región, entendemos que la guerra jurídica forma parte de un concepto más amplio (en tiempo y espacio) de guerra, la denominada “guerra híbrida”. De hecho, el concepto acuñado por el General Dunlap fue publicado por primera vez en un libro titulado Unrestricted Warfare, es decir, guerra irrestricta (o de amplio alcance) que podría, sin demasiado problema, coincidir con objetivos y alcance de la guerra híbrida.

En conclusión, en América Latina, a la guerra convencional contra el “narcotráfico” y el “terrorismo” (con un indudable trasfondo de intereses geopolíticos en juego), debemos sumar la guerra jurídica, en el marco de una guerra híbrida librada contra los procesos de cambio que atentan contra la vía neoliberal.

Esta guerra jurídica es sólo una de las modalidades que se están aplicando para modificar el mapa económico, político y de seguridad latinoamericano, pues una de las características de la guerra híbrida es la simultaneidad de tácticas, objetivos y escenarios bélicos.


Las guerras híbridas han llegado para quedarse, de modo que su estudio y comprensión son clave para anticipar y poner en evidencia sus mecanismos de funcionamiento.

Pronostican dónde podría estallar la tercera guerra mundial

La Argentina y sus pesares!!!


La Argentina tiene el problema más serio del mundo. Ningún país podría encontrarse en su camino con una dificultad mayor. Las demás naciones pueden tener inconvenientes de distinta índole, pero ninguna de ellas padece el nivel dilema que tienen los argentinos: el país se angustia por lo que prefiere.
No hay drama mayor para una nación. Vivir en permanente frustración por lo que no son otra cosa que las consecuencias de sus preferencias constituyen una encerrona de la cual es muy difícil salir. La Argentina no tiene un problema económico o social o político. Tiene un problema médico; un problema de orden psicológico profundo que le impide resolver lo que no son otra cosa que los efectos de esa causa madre.
Que un país viva en conflicto por lo que son las consecuencias de sus preferencias libres, constituye una dificultad de tal magnitud que, sinceramente, no sé si la cuestión tiene solución.
Pues bien, ¿y cuál es esa maldita preferencia?, ¿qué es lo que los argentinos secretamente prefieren y contra lo que luego se enojan cuando efectivamente esa preferencia se materializa? Esa preferencia no es otra que la pobreza: los argentinos prefieren la pobreza. Por supuesto no van a admitirlo a viva voz. De hecho, viven enojados contra la pobreza. O al menos eso dicen.
Porque lo que en realidad les ocurre en materia de “enojos” es algo bien distinto. Si uno analiza las corrientes que imperan consciente o inconscientemente en el espíritu argentino verá que lo que mayoritariamente sobresale, lo que culturalmente predomina, es una oposición a la riqueza.
En efecto, el argentino está en guerra contra la riqueza. La corriente mayoritaria que emerge desde las entrañas más profundas de la cultura nacional consiste en una resistencia impenetrable contra la riqueza, contra la idea de ser rico.
El Papa Francisco es quien mejor ha expresado la esencia de esa corriente con su frase “la riqueza es el estiércol del diablo”. Quizás no haya un resumen más perfecto de la morfología social que distingue a los argentinos que esas palabras de Bergoglio. La riqueza es un pecado.
Sin embargo, en un retorcimiento que complica aún más el problema, es un determinado tipo de riqueza y un determinado tipo de rico el que el argentino desdeña y por el que siente un profundo asco. La riqueza que los argentinos repugnan es la que se produce como fruto del éxito lícito. Paralelamente entonces al tipo de “rico” que el argentino odia es al que obtuvo su riqueza por la vía del triunfo en la vida laboral legal.
Contrariamente, no se observan condenas firmes contra los que, incluso obscenamente, pavonean la riqueza que hicieron como consecuencia de actividades ilícitas, provengan ellas de la corrupción pública (funcionarios ladrones, sindicalistas mafiosos) o de actividades delictivas “privadas” como los narcotraficantes o los delincuentes comunes.
El prototipo del argentino que es resistido socialmente (“resistido” viene de “resentimiento”) es aquel que tuvo éxito material en la vida por la vía del trabajo lícito. Es ése el que defeca el “estiércol” del diablo”.
Por lo tanto, a ese personaje hay que bajarlo de donde está y, por supuesto, no es un modelo a imitar o a emular sino un arquetipo al que envidiar, maldecir y destruir.
Obviamente la persecución y eventual destrucción de los que generan riqueza hace que no se genere riqueza (es una perogrullada, pero en la Argentina parecería necesario aclararlo) y al no generarse riqueza, se obtiene pobreza.
Parecería que, siguiendo un silogismo normal, los argentinos deberían estar felices porque finalmente consiguieron lo que buscaban: derrotar la riqueza, destruir al rico y materializar la pobreza (que siguiendo, a su vez, el razonamiento del Papa debería ser el estado de gracia más cristalino del ser humano por ser el opuesto al “estiércol del diablo”). Pero no. Cuando llegan a lo que debería ser su éxtasis, estallan en queja y buscan a más ricos a quienes ir a robarles lo que les queda por la vía de entronizar gobiernos que expolian con impuestos confiscatorios la riqueza lícita generada por otros.
Parecería que lo que los argentinos buscan, finalmente, es una pobreza tolerable igualmente distribuida. Es decir una pobreza “hasta ahí”, igual para todos. (Excepto para aquellos “ricos” a los cuales los argentinos no resisten –es decir, no tienen “resentimiento” contra ellos- como los funcionarios corruptos -que dicen que vienen a sacarle a unos lo que ganaron “injustamente” a costa de otros- los sindicalistas mafiosos, los que “encontraron un curro o un yeite” -el típico “vivo” argentino que “le encontró la vuelta”- u otros personajes del submundo ilegal respecto de los cuales el argentino no muestra un nivel de ofensa ostensible)
Como se ve, la profundidad de la enfermedad sociológica del país es de tal dimensión que las dudas sobre su verdadera solución son muy grandes. El nivel de deterioro mental masivo que sufre el país implica un retorcimiento tal de los valores constructivos de la vida pacífica y progresista que uno duda seriamente de que tal extravío tenga vuelta atrás.
El enamoramiento del pobrismo ha llevado a la Argentina a ser una sociedad completamente conflictuada, encerrada en una encrucijada de la que le será muy difícil salir. Vivir en queja por las consecuencias que trae lo que se venera representa un problema de una complejidad tal que las soluciones no vendrán de la aplicación de tal o cual programa económico sino de un proceso de introspección que lleve a cada argentino a darse cuenta del nivel de contradicción en el que vive.
Mientras ese complejo severo no sea removido del alma argentina, el país no tendrá solución. Nadie vivirá mejor, venerando vivir peor. Y si se considera que vivir monacalmente es mejor que vivir en la abundancia, los argentinos deberían renunciar a la abundancia y acostumbrarse a los límites materiales de la vida monacal.
Ahora, recurrir al delito, a la corrupción, al robo o al narcotráfico para producir ilegalmente lo que se niegan a generar bajo el imperio de la ley no hará que el país sea rico. Lo que probablemente surja (o mejor dicho, se consolide) es una nueva nobleza compuesta por mafiosos, funcionarios corruptos, narcos amparados por el poder y revolucionarios de pacotilla que vivirán como reyes. Pero los argentinos honrados se hundirán en la pobreza. En esa misma pobreza que el Papa argentino tanto les enseñó a reverenciar.

EL MARXISMO HA PENETRADO TOTALMENTE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA EN LA ARGENTINA, SIGUIENDO EXACTAMENTE LAS TÉCNICAS INDICADAS POR LA COMUNISTA ITALIANO ANTONIO GRAMSCI".

EL CENACULO - IGLESIA CATÓLICA VS COMUNISMO ¿CÓMO ACTUAR?

martes, 10 de diciembre de 2019

EL GRANO DEL SISTEMA 296: GUERRAS DE CUARTA GENERACIÓN

PARTIDO NOS: ¿ES POSIBLE UNA ALIANZA POLITICA DE LIBERALES CLASICOS, CONSERVADORES Y NACIONALISTAS SIN RENUNCIAR A LOS PROPIOS PRINCIPIOS? Por Fernando Romero Moreno

 Una política conjunta entre liberales clásicos, conservadores y nacionalistas, dadas las circunstancias actuales y los condicionamientos que siempre existen en la vida política, se puede lograr del siguiente modo, sin caer en un sincretismo confuso: diseñar una plataforma partidaria con propuestas de mínima, sin desconocer las de máxima y cediendo cada uno en algo por vía de tolerancia. Un programa que defienda los valores tradicionales (religión, patria, familia), el federalismo republicano, la descentralización político- administrativa, la autonomía municipal, una economía social de mercado, el fomento de los cuerpos intermedios, la ley natural, y todo teniendo como punto de referencia la Constitución Nacional (sobre todo sus “contenidos pétreos”) y la Doctrina Social de la Iglesia (como autoridad normativa para los católicos o como una autoridad moral cualificada para los no católicos). En todo caso, las diferencias de máxima que existen en varios temas (proteccionismo/librecambismo, confesionalidad/laicidad aconfesional, derechos individuales/derechos sociales, corporativismo/partidos políticos, distinta concepción acerca del bien común o la libertad religiosa, constitucionalismo tradicional vs constitucionalismo liberal, etc) serían parte del pluralismo «de hecho» (no de derecho, al menos en temas que objetivamente no son opinables) hacia adentro de esta alianza política. Dicha convergencia de mínimos, de naturaleza táctica,  permitiría además enfrentar de manera conjunta la dictadura del relativismo, la cultura de la muerte, la ideología de género, el marxismo cultural, el progresismo, el setentismo como política de estado, el garantismo abolicionista, el globalismo mundialista, la democracia totalitaria de origen rousseauniano, el Socialismo del Siglo XXI, el populismo, el capitalismo prebendario (nacional o internacional) y los totalitarismos de izquierda como de derecha. Pero antes de proseguir, aclararemos a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de liberalismo clásico, conservadorismo y nacionalismo.
El liberalismo clásico
          El liberalismo clásico nació entre los siglos XVII- XVIII como reacción frente al absolutismo monárquico, siendo sus referentes fundacionales John Locke, Adam Smith, Adam Ferguson, Hamilton, Madison, Jay y Benjamín Constant, entre otros. Se trata de una corriente política que defiende la dignidad y las libertades de la persona humana mediante un orden político basado en la democracia republicana, el constitucionalismo, la descentralización político- administrativa, la división de poderes, el capitalismo y el control de constitucionalidad, pudiendo estar enmarcado axiológicamente en distintas y aun opuestas concepciones filosóficas (sobre todo el individualismo, el utilitarismo o el personalismo cristiano). Hemos hecho nuestras críticas al liberalismo clásico en dos escritos: Los neomaritaineanos[1] y Liberalismo clásico, constitucionalismo y orden social cristiano[2].  Pero a pesar de ello, hay que decir que esta corriente tiene enormes diferencias y ventajas frente al liberalismo progresista o constructivista de Rousseau y los iluministas franceses, cuya confluencia con el socialismo ha dado lugar a la socialdemocracia. El liberalismo clásico está expresado en la actualidad por la Escuela Austríaca, la Economía Social de Mercado, la Escuela de Chicago y la del Public Choice. Con el liberalismo conservador de inspiración cristiana (que es el que nos interesa), cuyos representantes más importantes son Alexis de Tocqueville, Mons. Dupanloup, Lacordaire, Montalembert, Antonio Rosmini, Federico Ozanam, Lord Acton y Maritain tenemos grandes diferencias, pero en esta propuesta de mínima hay coincidencias importantes como el rol de la Iglesia Católica en la vida pública (más allá de la disputa entre maritaineanos y antimaritaineanos acerca de la catolicidad del Estado), la defensa de la vida humana inocente y la familia, el reconocimiento de valores tradicionales no negociables ni sujetos a las decisiones de mayorías populares o parlamentarias y la oposición a la agenda globalista, sea neoconservadora o socialdemócrata. En tal sentido, referentes actuales como Agustín Monteverde, Gabriel Zanotti o Agustín Laje son aliados importantes
El conservadorismo
          El conservadorismo moderno, por su parte,  nació en Inglaterra con la figura de Edmund Burke (1729- 1797), el primer gran crítico del racionalismo iluminista y laicista de la Revolución Francesa de 1789. Burke defendía la importancia de los valores tradicionales (religión, patria, familia, propiedad privada) junto con la necesidad de un gobierno limitado, de libertades concretas de personas y cuerpos intermedios, y de una sana economía de mercado. Su influencia fue importante en algunos Padres Fundadores de los EE.UU como John Adamsen el tradicionalismo europeo contrarrevolucionario, en la vertiente conservadora del liberalismo clásico (Tocqueville, Bertrand de Jouvenel, W. Röpke, Hayek) y en el renacimiento del conservadorismo anglosajón a partir de los años 50, a través de pensadores como Russell Kirk, Robert Nisbet, Wilmoore Kendall, Roger Scruton y políticos al estilo de Barry Goldwater, Richard Nixon, Ronald Reagan o Pat Buchanan. También está presente en la actual “ola conservadora” antiglobalista, todo lo confusa y heterogénea que se quiera, pero que expresa el hartazgo del hombre común ante las ideologías (liberalismo progresista, socialismo, comunismo o nacional-socialismo) y ante el Nuevo Orden Mundial que quiere derribar las sanas murallas de la religión, del patriotismo, de la familia tradicional, de la moral cristiana y de las legítimas libertades que todavía frenan, en cierta medida, la instalación de un Estado totalitario mundial. No hay que confundir el conservadorismo tradicionalista o “paleoconservadorismo” (enemigo de hacer de los EE.UU un Imperio global para extender la “democracia”, los “derechos humanos” y el “american way of life”, crítico de la alianza con Israel y contrario al Nuevo Orden Mundial) de los “neoconservadores” (imperialistas, pro-sionistas y globalistas). Podemos ubicar dentro de esta corriente a dirigentes y pensadores argentinos del pasado inmediato (algunos vivos y otros ya fallecidos) como Ricardo A. Paz, Carlos Manuel Acuña, Juan Rafael Llerena Amadeo, Eduardo Ventura, Ricardo de la Torre, Cosme Beccar Varela y a jóvenes actuales como Nicolás Márquez, Andrés MacLean y Segundo Carafí.
El nacionalismo tradicionalista
          Por fin, tenemos que decir algo acerca del nacionalismo argentino:  se trata de un movimiento político que incluye en su seno variadas y disímiles corrientes de pensamiento. No podemos igualar el peculiar nacionalismo de Leonardo Castellani con el de Julio Irazusta y menos aún con el de Arturo Jauretche. Aquí sólo haremos referencia al llamado nacionalismo tradicionalista, objeto de estudio de varios pensadores (argentinos y extranjeros) en los últimos años. Haciendo una primera aproximación, podemos decir que se trata de un fenómeno preferentemente intelectual, aunque no haya dejado de tener una lógica proyección en la vida política. Su aparición alrededor de los años 30 coincide con la crisis de la democracia liberal, del capitalismo y con el auge por entonces creciente de tendencias totalitarias de diversos matices. Podemos fijar incluso su fecha de nacimiento en el 1° de diciembre de 1927 con la aparición del periódico La Nueva República. Nos ocupamos hace 25 años de analizar y valorar el Nacionalismo[3], resaltando sus méritos, sobre todo en defensa de la Tradición, la Soberanía Política, la Independencia Económica, la Justicia Social, la República federal con representación corporativa y el Revisionismo Histórico. El Ideario del Nacionalismo fue sintetizado por el político y escritor argentino Hugo Wast con estas palabras: “Nuestros ideales son los que dan sentido a la vida cuando se vive por ellos y los que dan sentido a la muerte cuando se muere por ellos: Dios, Patria y Familia”. Pero al hacer nuestra valoración nos ocupamos también, en aquella ocasión, de señalar los errores de algunos de sus referentes: entre ellos el militarismo lugoniano (el error «esencialista» de considerar que las FF.AA podían salvar al país, como si fueran ajenas a la crisis de valores de la misma sociedad argentina a la que pertenecían), el integrismo religioso (no la sana subordinación relativa de lo político a lo espiritual sino la confusión indebida entre lo sacro y lo profano), el peligro de «hipostasiar» el concepto de Nación (con una posible “deriva” totalitaria), el maniqueísmo de ciertos revisionistas, el estatismo económico y la crítica rigorista a insertarse dentro del sistema democrático, no para convalidarlo, sino para atenuar algunos males. Grandes referentes del nacionalismo tradicionalista argentino han sido Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Alberto Ezcurra Medrano, Tomás Casares, Vicente Sierra, el Padre Julio Meinvielle, Jordán B. Genta, Carlos Ibarguren (h), el Padre Leonardo Castellani y Carlos A. Sacheri, solo por nombrar algunos de los más importantes. Hoy podemos señalar como referentes de un Nacionalismo dispuesto a colaborar con liberales clásicos y conservadores a Jorge Scala, Enrique Díaz Araujo, Mario Meneghini, Néstor Sequeiros, Cristián Rodriguez Iglesias, Lis Genta de Caponnetto, Augusto Padilla, Carlos A. Robledo, Gerardo Palacios Hardy, Héctor H. Hernández y Cristián Rodrigo Iturralde.
La Economía Social de Mercado
           En cuanto a la Economía Social de Mercado, hay que decir que “se basa en la organización de los mercados como mejor sistema de asignación de recursos y trata de corregir y proveer las condiciones institucionales, éticas y sociales para su operatoria eficiente y equitativa. En casos específicos, requiere compensar o corregir posibles excesos o desbalances que puede presentar el sistema económico moderno basado en mercados libres, caracterizado por una minuciosa y extensa división del trabajo y que, en determinados sectores y bajo ciertas circunstancias, puede alejarse de una competencia funcional. Descarta como sistema de organización la economía planificada centralmente. Esta definición de una Economía Social de Mercado como modelo sociopolítico básico proviene de las ideas desarrolladas por Alfred Müller- Armack (1901-1978). En su obra Dirección económica y economía de mercado (Wirtschaftslenkung und Marktwirtschaft), escrita en 1946, no sólo acuñó el término Economía Social de Mercado sino que contribuyó, en colaboración con otros pensadores, a la fundamentación de su concepción teórica. Según la definición de Müller-Armackel núcleo de la Economía Social de Mercado es la “combinación del principio de la libertad de mercado con el principio de la equidad social”. El marco referencial es el concepto de la libertad del hombre complementada por la justicia social. El sistema de la Economía Social de Mercado surge del intento consciente de sintetizar todas las ventajas del sistema económico de mercado: fomento de la iniciativa individual, productividad, eficiencia, tendencia a la auto-regulación, con los aportes fundamentales de la tradición social cristiana de solidaridad y cooperación, que se basan necesariamente en la equidad y la justicia en una sociedad dada. En este sentido propone un marco teórico y de política económico-institucional que busca combinar la libertad de acción individual dentro de un orden de responsabilidad personal y social (…). Müller-Armack plasmó la idea fundamental de la Economía Social de Mercado en una breve fórmula conceptual, cuyo contenido tiene que ser aplicado tomando en cuenta las respectivas condiciones sociales de implementación política. Asimismo, diseñó el concepto político de la Economía Social de Mercado como una idea abierta y no como una teoría cerrada. Por un lado, este enfoque permite adaptar el concepto a las condiciones sociales cambiantes. Por otro lado, se pone de manifiesto que la dinámica de la Economía Social de Mercado exige necesariamente una apertura frente al cambio social. Las aplicaciones y adaptaciones conceptuales no deben, sin embargo, contradecir o diluir la idea fundamental del concepto”[4]. Dentro de esta corriente es muy importante la figura de Wilhelm Röpke, quien proponía límites al libre mercado para custodiar valores humanos que están “más allá de la oferta y la demanda” como la justicia, la moral, la amistad, la belleza, la poesía, la elegancia, la caballerosidad o la espiritualidad, en el marco de nuestra cultura occidental greco-latina y del derecho natural cristiano. A su turno, con o sin influencia de esta corriente, hubo pensadores tradicionalistas y/o conservadores que propusieron un modelo de organización profesional de la economía acorde con el capitalismo de mercado. Es el caso de Johannes Messner, Michel de Penfentenyo, Julio Meinvielle, Roberto Gorostiaga y Carlos A. Sacheri. Vemos aquí que la Economía Social de Mercado ofrece un modelo intermedio entre el individualismo que podrían exigir algunos liberales y el corporativismo no estatista al que aspira el nacionalismo tradicionalista. Y probablemente sea el que tenga más posibilidad de ser aplicado si se quieren evitar los males del intervencionismo keynesiano, del populismo y del socialismo, sin caer en el liberalismo más radicalizado. Sobre todo si logra verse que el modelo de capitalismo adecuado para la Argentina parece ser el renano más que al anglosajón, adaptándolo eso sí a nuestra realidad sociológica, histórica, cultural, política y religiosa.
Hacia un Frente Nacional de Derecha
          En cuanto a la legitimidad de una alianza política de esta naturaleza, vale la pena leer o releer El comunismo en la Argentina del Padre Julio Meinvielle, libro de los años 60 en el cual explica los peligros de la izquierda nacional marxista como del liberalismo masónico, del sionismo como del nasserismo y en el cual aprueba con reservas cierta alianza con EE.UU, alentando una Revolución Nacional y anticomunista como etapa previa de una más profunda Restauración católica y tradicional. Léase la siguiente cita, cámbiese comunismo por «progresismo populista» y liberalismo antinacional por «progresismo republicano» para encontrar el paralelismo con la situación que hoy estamos viviendo. A su turno, al poner en alerta contra el «nacionalismo marxista», invitaba al peronismo a purificar sus errores en la doctrina más ortodoxa del nacionalismo católico, pero no lo demonizaba. No se olvide que, al mismo tiempo, el Padre Meinvielle alertaba contra el modernismo teológico (hoy enmascarado detrás de la «Iglesia de la Misericordia»), la Sinarquía (hoy Nuevo Orden Mundial) y el Imperialismo Internacional del Dinero (actual oligarquía financiera internacional). Además, no padecía del virus del «derechismo» para el cual no hay otro enemigo serio más que el comunismo. Pero sí decía que el liberalismo «occidental y cristiano», cuyos errores denunciaba, era mil veces preferible al marxismo. Las cosas se han puesto tan difíciles – afirmaba Meinvielle –, y cada día se han de poner peor (…) que una Revolución Nacional Auténtica pura, se hace difícil; es necesario hoy que todos los que están en posición anticomunista, sean nacionales, sean liberales, aúnen sus esfuerzos para hacer frente al comunismo que se cierne sobre nuestras cabezas (…) Hoy no está en cuestión una lucha entre azules y colorados, peronistas y anti-peronistas, nazis y masones, gorilas ni antigorilas. Hay que advertir que se trata de una lucha contra el comunismo ateo por la salvación de la Patria. En consecuencia, todos los hombres patriotas, sean nacionales, sean liberales, conscientes de la responsabilidad de la hora y del peligro que nos amenaza, deben unirse para salvar al país”[5]. Algo similar afirmaba Castellani cuando decía: “Actualmente hay quienes trabajan, con pocos recursos por desgracia (es decir, heroicamente) por la formación de una fuerza política nacional; con la alianza, por ejemplo (es una suposición) de los democristianos, los nacionalistas y el peronismo – o una parte dél. Si esa fuerza puede constituirse a pesar de las enconadas divisiones personales de los argentinos, y puede llegar a las urnas (…) ya sería un gran paso adelante. Aunque perdiese las elecciones, queda constituido un núcleo político nacional, con diputados y senadores (…) o sea, con altavoces desde donde educar e informar al pueblo”[6]Puede objetarse que Castellani no era simpatizante de una alianza con liberales, a diferencia de Meinvielle, lo cual es verdad. Sin embargo Castellani hacía ciertos elogios al liberalismo conservador anglosajón representado por los Padres Fundadores de los EE.UU y Alexis de Tocqueville, además de simpatizar con dos católicos liberales como Rosmini y Cronin. De todos modos justificaba una alianza de nacionalistas, demócratas cristianos (liberales en cierto modo) y peronistas ortodoxos (como había sido la Unión Federal de Mario Amadeo). Volviendo a nuestro tiempo, recordemos que Juan José Gómez Centurión ha sintetizado intuitiva y didácticamente todo esto (probablemente siguiendo a Nicolás Márquez) al hablar de la convergencia de estas corrientes políticas dentro del Partido NOS: “Mi visión de la derecha es convocar a todos los liberales que respeten la vida, a los conservadores que no confundan la llama de la tradición con las cenizas y a los nacionalistas que no confundan a la Nación con el Estado”Además ha reconocido la importancia para NOS del voto peronista clásico, que es un voto cristiano, a diferencia del kirchnerismo. De hecho uno de sus mejores aliados en la Provincia de Santa Fe es el abogado y actual legislador provincial Nicolás Mayoraz, católico practicante y ortodoxo, que viene de los sectores nacionalistas del peronismo. Un Frente Nacional de estas características sería similar a lo que significó FET de las JONS en España (donde había falangistas, carlistas, tradicionalistas alfonsinos, demócratas cristianos y liberal-conservadores) pero en un contexto republicano. O algo parecido a la llamada “revolución conservadora” de los EE.UU. A quienes esto pueda parecerle heterodoxo, recuerdo unas notas de San Pío X que son pertinentes para entender nuestra propuesta: “No acusar a nadie como no católico o menos católico por el solo hecho de militar en partidos políticos llamados o no llamados liberales, si bien este nombre repugna justamente a muchos, y mejor sería no emplearlo. Combatir «sistemáticamente» a hombres y partidos por el solo hecho de llamarse liberales, no sería justo ni oportuno; combátanse los actos y las doctrinas reprobables, cuando se producen, sea cual fuere el partido a que estén afiliados los que ponen tales actos o sostienen tales doctrinas (…). No sería justo ser de tal manera inexorables por los menores deslices políticos de los hombres afiliados a los partidos llamados liberales que por tendencia y por actitud política sean ordinariamente más respetuosos con la Iglesia que la generalidad de los hombres políticos de otros partidos, que se creyera obra buena atacarles sistemáticamente, presentándoles como a los peores enemigos de la Religión y de la Patria, como a «imitadores de Lucifer», etc., pues semejantes calificativos convienen al «liberalismo doctrinario» y a sus hombres en cuanto sean sostenedores contumaces y habituales de errores y doctrinas contrarios a los derechos de Dios y de la Iglesia, abusando del nombre de católicos en sus mismas aberraciones, y no a los que quieren ser verdaderos católicos, por más que en las esferas del Gobierno o en su acción política falten en algún caso práctico, por ignorancia o por debilidad, a lo que deben a su Religión o a su Patria. Combátanse con prudencia y discreción estos deslices, nótense estas debilidades que tantos males suelen causar; pero en todo lo bueno y honesto que hagan déseles apoyo y oportuna cooperación, exigiendo a su vez por ella cuantos bienes se puedan hic et nunc alcanzar en beneficio de la Religión y de la Patria” (Autorizadas instrucciones a los católicos, publicadas en “El Siglo futuro”, 30 de enero de 1909). Y también lo que sigue: “Para evitar mejor cualquier idea inexacta en el uso y aplicación de la palabra «liberalismo», téngase siempre presente la doctrina de León XIII en la Encíclica Libertas, del 20 de Junio de 1888, como también las importantes instrucciones comunicadas por orden del mismo Sumo Pontífice, por el eminentísimo Cardenal Rampolla, secretario de Estado, al Arzobispo de Bogotá y a los otros Obispos de Colombia en la Carta Plures e Columbiae, del 6 de Abril de 1900, donde, entre las demás cosas, se lee: «En esta materia se ha de tener a la vista lo que la Suprema Congregación del Santo Oficio hizo saber a los Obispos de Canadá el día 29 de Agosto de 1877, a saber: que la Iglesia al condenar el liberalismo no ha intentado condenar todos y cada uno de los partidos políticos que por ventura se llaman liberales. Esto mismo se declaró también en carta que por orden del Pontífice dirigí yo al Obispo de Salamanca el 17 de Febrero de 1891, pero añadiendo estas condiciones, a saber: que los católicos que se llaman liberales, en primer lugar acepten sinceramente todos los capítulos doctrinales enseñados por la Iglesia y estén prontos a recibir los que en adelante ella misma enseñare: además, ninguna cosa se propongan que explícita o implícitamente haya sido condenada por la Iglesia: finalmente, siempre que las circunstancias lo exigieren, no rehúsen, como es razón, expresar abiertamente su modo de sentir conforme en todo con las doctrinas de la Iglesia. Decíase, además, en la misma carta que era de desear el que los católicos escogiesen y tomasen otra denominación con que apellidar sus propios partidos, no fuera que, adoptando la de liberales, diesen a los fieles ocasión de equívoco o de extrañeza; por lo demás, que no era lícito notar con censura teológica y mucho menos tachar de herético al liberalismo cuando se le atribuye sentido diferente del fijado por la Iglesia al condenarlo, mientras que la misma Iglesia no manifieste otra cosa»” (Normas de San Pío X a los católicos españoles, Secretaría de Estado de Su Santidad, 20 de abril de 1911). Por último, sabiendo que esta alianza de propuestas mínimas no es el ideal de máxima para un católico, pero tal vez sí el único bien posible, es oportuno recordar lo que también enseñó al respecto el Papa San Pío X: En los casos prácticos, o con esta unión per modum actus o sin ella, todos debemos cooperar al bien común y a la defensa de la Religión; «en las elecciones, apoyando no solamente nuestros candidatos siempre que sea posible vistas las condiciones del tiempo, región y circunstancias, sino aun a todos demás que se presenten con garantías para la Religión y la Patria», teniendo siempre a la vista el que salgan elegidas el mayor número posible de personas dignas, donde se pueda, sea cual fuere su procedencia, combinando generosamente nuestras fuerzas con las de otros partidos y de toda suerte de personas para este nobilísimo fin. «Donde esto no es posible, nos uniremos con prudente gradación con todos los que voten por los menos indignos», exigiéndoles las mayores garantías posibles para promover el bien y evitar el mal. Abstenernos no conviene, ni es cosa laudable, y, salvo tal vez algún rarísimo caso de esfuerzos totalmente inútiles, se traduce por sus fatales efectos en una casi traición a la Religión y a la Patria. Este mismo sistema seguiremos en las Cortes, en las Diputaciones y en los Municipios en los demás actos de la vida pública. «Nuestra política será de penetración, de saneamiento», «de sumar voluntades, no de restar y mermar fuerzas», «vengan de donde vinieren». Cuando las circunstancias nos lleven a votar por candidatos menos dignos, o entre indignos por los menos indignos, o por enmiendas que disminuyan el efecto de las leyes, cuya exclusión no podemos lograr ni esperar, una leal y prudente explicación de nuestro voto justificará nuestra intervención. En las cosas dudosas que directa o indirectamente se refieren a asuntos religiosos, consultaremos nuestras dudas con los Prelados”(Autorizadas instrucciones a los católicos, publicadas en “El Siglo futuro”, 30 de enero de 1909)