miércoles, 8 de enero de 2020

Entre la Persecución, la Utilización y el Desprecio. Por Pedro Rafael Mercado

Con el acceso del kirchnerismo al poder se dio inicio a uno de los períodos históricos de mayor persecución hacia las Fuerzas Armadas. En la construcción de su asociación ilícita para robarnos las riquezas y los sueños, Néstor Kirchner entendió que debía cooptar a la izquierda ruidosa, y con una maestría digna de mejores objetivos, preparó el camino para que los terroristas de los 70 tuvieran su venganza. Entretenida la izquierda con la persecución a sus vencedores del pasado, el kirchnerismo de salón pudo dedicarse a los negociados, el verdadero factor distintivo de los que accedieron al poder en el 2003.
En su proceso de venganza, todo les estuvo permitido. Destrucción y utilización del aparato jurídico, acusaciones fraudulentas en la justicia, persecución administrativa por portación de apellido y hasta por portación de cónyuge, ahogo económico financiero, y ridiculización cultural de la vocación militar, fueron algunas de las herramientas utilizadas para entretener al pueblo mientras se robaban el tesoro nacional.
Con la entronización de Milani en el Ejército, el kirchnerismo puso en movimiento la segunda etapa de su relación con las Fuerzas Armadas. Habiendo diezmado su capacidad de resistencia, vino su intento de chavización de las fuerzas.
Después de haber destruido su moral, el kirchnerismo intentó sumar a las Fuerzas Armadas a su proyecto totalitario de poder. Fue la época de oro del milanismo, donde se confundió la defensa de la nación con la promoción de un modelo político determinado. De la misma forma que el kirchnerismo confundía el partido con el estado, se intentó cimentar el criterio de que las Fuerzas Armadas estaban al servicio del proyecto nacional y popular.
Sin lugar a dudas, el kirchnerismo les hizo mucho daño a las fuerzas armadas, tanto durante la persecución como en su intento por instrumentar políticamente a las fuerzas. Pero hay que admitir que los militares siempre estuvieron en la agenda del matrimonio patagónico. Con fines inconfesables y con políticas perversas, las fuerzas armadas siempre formaron parte del esquema de poder de la pareja santacruceña.
La llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada encendía muchas esperanzas en el ámbito castrense. Todo hacía vaticinar un renacimiento. La designación de algunos Oficiales Superiores de reconocida idoneidad en áreas del Ministerio de Defensa despertaba simpatías, y en la algarabía del triunfo, muchas señales fueron pasadas por alto. Muchos, entre los cuales me encuentro, pecamos de optimistas y no comprendimos a quienes, desde sus inicios, encendieron luces de alerta.
A principio del 2017, mientras caminaba por Avenida Cabildo, tuve un encuentro fugaz con un coronel del Ejército, que perduraba en el Estado Mayor desde la última época del Kirchnerismo. De temperamento alegre, me llamó la atención su semblante sombrío. Venía de presentar su pase a retiro, porque no aguantaba más la situación que se vivía en el Ministerio de Defensa.
Debo admitir que me quedé perplejo. Este coronel había convivido en su puesto con lo peor del kirchnerismo, y, sin embargo, ponía de manifiesto su hastío con el ministerio macrista. Me sentí un poco molesto e incómodo, a tal punto que, manteniendo las formas, le pedí alguna explicación.
El viejo coronel, sin inmutarse, y consciente de que con mi mirada desaprobaba sus palabras, me dijo: “Lo que pasa, es que los kirchneristas eran claramente el enemigo, y actuaban como tal. Y sabían lo que querían con nosotros. Nos odiaban, pero nos necesitaban para sus objetivos. Para la nueva gestión somo la nada. No les interesamos, y no tienen la menor idea de que hacer con nosotros. Para colmo, algunos jóvenes funcionarios se creen que se la saben toda, y no escuchan a nadie. La soberbia los carcome, y es imposible hacerlos entrar en razón”. Y terminó diciendo: “Los kirchneristas nos perseguían y pretendían utilizarnos, los macristas directamente nos desprecian”.
Debo aclarar que no lo entendí en ese momento. Después de una salida políticamente correcta, me retiré pensando en que el coronel estaba exagerando. Todavía no estaba dispuesto a tener mi baño de realidad. Prefería seguir soñando con que los globos amarillos representaban la solución a todos los problemas de mi querida patria.
Pero pronto llegó el fallo de la Corte Suprema de Justicia que permitía a un acusado de delitos de lesa humanidad que gozara de la Ley del 2 por 1. Y la consiguiente desesperación del macrismo por ser más “progres” que el kirchnerismo binario, hasta el punto de que promovieron una ley interpretativa que prohibía a la justicia que concedieran ese beneficio a los acusados de haber combatido al terrorismo.
Y ese día comenzaron a caerse los espejos de colores, y terminé de entender cuánta razón tenía ese curtido coronel de artillería cuando me explicaba del desprecio del macrismo hacia todo lo castrense.
Y tal vez ese mismo día empecé a soñar con un nuevo espacio político, donde los valores y las convicciones reemplacen al oportunismo político. Espacio que hoy aglutina y representa el Señor Mayor Juan José Gómez Centurión.

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