viernes, 24 de enero de 2020

Falleció Marta Labeau, la viuda de Seineldín.Heroe y Patriota Militar


LA SEÑORA DEL CORONEL.
Dicen por ahí que "detrás de todo gran hombre hay una Gran Mujer". Hace unas horas cesó la vida corporal de Marta Labeau de Seineldín, la Señora que acompañó en las buenas y en las malas, pero especialmente en las malas, al argentino más injustamente vilipendiado de las últimas décadas; el representante de los honestos, defensores de lo bello, verdadero, de la libertad, del progreso y todas las cosas buenas de la vida .

El militar que anticipó todos los estragos que viviría este país desde la década del 60 hasta hoy, el oficial que participó en el desembarco del 2 de abril en Malvinas, el jefe que no comía -ni en los cuarteles y más aún durante la guerra- hasta que el último de sus subordinados probara bocado; el hombre que, sobretodo, buscaba la unión entre opuestos para el bien de todos.

Acaba de morir Tuchi, una mujer refinada y de carácter que sufrió las penurias más injustas que se le puede ofrecer a un hombre que se jugó todo por este país y que a cambio recibió la peor paga: una década y media preso en cárcel común (Caseros) por defender la democracia y la soberanía con los levantamientos carapintadas que NO FUERON ataques contra los gobiernos de Alfonsín y Menem como sigue parloteando la "historia oficial" a través de los medios de comunicación y el boca en boca a boca de jarro sin reflexión o investigación, sino la defensa del remate de las FF.AA por parte de los tibios y cobardes altos mandos de las mismas, esos que se aferraban a cargos, ayudantes, choferes, menúes especiales y tiras olvidando el juramento que hicieron de jóvenes a la bandera.

Tuchi soportó con entereza y orgullo todos los golpes que recibió ese marido trabajador, humilde, ordenado, campechano, sensible, fuerte, sincero, alegre, fiel y de grandes valores. Contaba ella que los guardia cárcel le habían dicho que durante la estadía de Milo en la prisión bajó el nivel de violencia, y que los reos salían siendo unos caballeros porque el Coronel les había enseñado lo que era el respeto por los otros, empezando por valorarse a sí mismos. Hasta su último día defendió con alegría la memoria maltrecha de quien goza de la peor prensa: lo acusan de golpista, procesista, fascista, nazionalista y antisemita desde la ignorancia que responde a una bajada de línea maliciosa diseñada por cobardes y egoístas. Fue la orgullosa mujer del hombre que eligió para que fuera su
compañero de vida y padre de sus hijos (dos de ellos murieron).

Fue esa mujer pequeña pero de grandeza moral despidiéndolo en un funeral civil, sin honores
militares al hombre que ha sido uno de los Soldados más leales al Ejército Argentino, el mismo silencioso señor canoso que repartía comida a los cartoneros y los ayudaba a subir los bolsones en los vagones de tren, el anciano con cara de turco que viajaba por el interior ayudando a los olvidados de siempre en todos los gobiernos, el que se movía en bondi y hablaba con los conductores, el que trabajó hasta morir porque no cobraba retiro y falleció sin cobrar la pensión de Veterano de Guerra.

Acaba de empezar el viaje al reencuentro con el Príncipe Azul que eligió cuando luego de ser pretendida por señores de "clase", ella, bien vestida y con guantes blancos vio llegar en un sulky a un "sinvergüenza" joven subteniente con nombre difícil en Monte Caseros, provincia de Corrientes; el mismo que le había mandado unos bombones de campo que le parecieron una porquería ( esto lo contaba con alegría) frente a los finos Lion D'or de su pretendiente en Bs.As. que la pasaba a buscar en Mercedes Benz. La esposa del CORONEL que preparó a los soldados que hicieron temblar a los ingleses, del que preparó a los hombres en Panamá que enfrentaron la arrogancia y ambición estadounidense, el que advirtió sobre los efectos y consecuencias nocivas a largo plazo de un gobierno militar con cárceles y juicios clandestinos, el que no paraba de trabajar y hacía escuela con el ejemplo de voluntad, orden e higiene (física y mental), cuando llegaba a su casa -viniera de donde viniera-, se ponía a lavar los platos diciéndole a sus hijos: "tu mamá está siempre con ustedes, yo la tengo que ayudar".

Buen viaje esposa espartana hacia el cielo donde la esperan los buenos hombres: sus dos hijos y el Amor de su vida: el militar argentino que renunció a todos los privilegios por amor a su país y supo perdonar (y hasta rezaba por ellos) a enemigos y traidores.

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