La tragedia del submarino ARA
San Juan ha significado lisa y llanamente el fin del Arma submarina y la
pérdida de un arma de alto valor estratégica. Con ello cierra el ciclo de
decadencia del Poder Naval Argentino. La Fuerza de Submarinos de la Armada,
estaba compuesta por tres unidades, dos TR 1700, submarinos medios – según
fuentes germanas – y uno de tipo costero, Tipo U209. Los TR 1700 construidos en
los 80, estaban llegando a un nivel de su vida operativa que requería una
profunda modernización, no solo en sensores, sino sistemas de armas,
propulsión, sistema de combate, etc, para adaptar estas magníficas naves al
escenario del siglo XXI. En el caso del submarino ARA Salta, del tipo U209,
data de 1974, su vida útil ha terminado. Razones políticas, han impedido que
sea reemplazado por su gemelo, el ARA San Luis, que desde hace muchos años
espera ser modernizado. La “tragedia del San Juan” ha significado que la Fuerza
de Submarinos, quede reducida a un sólo buque. El ARA Santa Cruz, precisa ser
modernizado, por lo menos para que llegue al 2030, si es posible.
El clima político y económico, unido a la
posición que tiene esta gestión en relación a las Fuerzas Armadas indicaría,
que dicha modernización no se llevará a cabo y por ende, en poco tiempo, la
Armada perderá una capacidad que provee al país de disuasión estratégica. Las
fuerzas navales han venido perdiendo capacidades desde hace más de una década
. Los constantes recortes de presupuesto, una visión cargada de prejuicio
sobre las Fuerzas Armadas por un pasado aún no resuelto, agregándose una
curiosa postura estratégica de negación de escenarios de tensión, que impliquen
el empleo de los recursos previstos por la Ley de Defensa Nacional.
En los años 80, comenzó el recorte de
gasto de defensa, que significó el retraso de más de una década en la
terminación de dos corbetas Meko 140, integradas en un ambicioso plan naval
lanzado en 1974. El cumplimiento de este plan, hubiera permitido a la Argentina
recuperar el rol de potencia naval regional, como lo fue en el pasado. En 1982
antes de la guerra de Malvinas, la Armada Argentina, a pesar del número de
unidades anticuadas, era una de las más capaces de la región. Contaba con
aviación de combate basada en portaaviones, con un elevado nivel de
profesionalismo, capacidad para desembarcar un batallón de infantería de
marina, buques de defensa antiaérea de área, una flotilla de submarinos en
proceso de modernización y expansión (a los modernos U209 se unirían pronto dos
TR 1700).
La desidia de la clase
política, terminó con un proceso de pérdida de capacidades, a saber:
·
Pérdida de la capacidad de operar con aviación basada en portaaviones por la
baja del ARA 25 de Mayo;
·
Pérdida de la capacidad de defensa aérea de zona con la baja de los dos
destructores Tipo 42: uno transformado en transporte rápido de tropas y el
otro, hundido por falta de mantenimiento, luego de haber sido prácticamente
canibalizado;
· Pérdida de la capacidad de
barrido/cazaminas por la baja de buques Tipo Ton;
·
Pérdida de la capacidad de asalto anfibio con la baja del buque de desembarco
tipo LST ARA Cabo San Antonio;
·
Pérdida de capacidades de guerra electrónica con la baja del avión naval
Electra Wave;
La reducción de
presupuesto significó que las fragatas (llamadas destructores por la Armada)
Clase Almirante Brown, no fueran modernizados, agregándose el hecho que por el
embargo de armas del Reino Unido, es complicado conseguir repuestos para las
plantas motrices de factura británica. La fuerza de submarinos, también no fue
modernizada. La Aviación Naval agoniza en sus hangares, los problemas de
presupuesto han limitado drásticamente inversiones en materia de patrulla,
exploración, vigilancia, lucha antisubmarina. Las capacidades navales son muy
limitadas, por citar algunas, la Armada no tiene capacidad moderna de defensa
AA, exploración y patrulla sumamente limitada, la capacidad de ataque con
aviones basados en tierra ha desaparecido (se espera un lote de kits de
modernización para los Super Etendard), no hay capacidad de lucha antisubmarina
moderna, no existe capacidad de guerra de minas/barreminas, capacidades de
patrullado marítimo apto para tiempos de paz, y la capacidad de proyección del
poder naval es muy limitado por las capacidades de los buques principales de la
Flota. El Arma submarina como dijimos prácticamente ha desaparecido. La gran
contradicción estratégica. Una marina costera para un país marítimo.
La Argentina es un país marítimo por
excelencia, por empezar el 80% del comercio exterior argentino es por vía
marítima. Los principales desafíos que tiene en el plano estratégico son
marítimos. El conflicto de soberanía de las Islas
Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur es eminentemente marítimo.
La vigencia de la Ley del Mar ha revalorizado notablemente los espacios marítimos,
especialmente por los recursos existentes, tanto presentes como futuros,
agregándose la presencia de los accesos interoceánicos y su proyección hacia la
Antártida. El espacio marítimo, nos une y separa con la Comunidad Internacional
y es un ámbito donde interactúan actores con intereses contrapuestos. En un
mundo cada vez más poblado, con recursos más escasos, significará un
crecimiento sustantivo de la competencia por el control de recursos, puntos
estratégicos y bases de apoyo que permitan proyectarse sobre espacios de
interés. Los espacios marítimos nacionales no están exentos y no es inocente ni
la presencia de una importante base de preposicionamiento estratégico con sede
en Malvinas, como las importantes flotas pesqueras que operan en la llamada
milla 201.
El Atlántico Sur por sus riquezas existentes
como potenciales, no solo en recursos vivos, sino en hidrocarburos y en un
futuro no muy lejano, los llamados nódulos polimetálicos, constituyen un valor,
sobre el cual muchos actores tienen interés manifiesto. En este panorama complejo, encuentra a la Argentina con su sistema de
defensa nacional en una suerte de crisis terminal, en manos de personajes que
están lejos de la idoneidad que impone nuestra Constitución. Nunca el sistema
previsto por la ley de Defensa Nacional fue activado o dinamizado, se han hecho
cambios de estructura, que son contrarios a lo que dice la ley y en caso de
crisis complicarían las cosas, especialmente para su conducción/manejo.
En lo que respecta a la defensa de nuestros
intereses nacionales en el mar, nos encuentra con una Patagonia sin bases
adecuadas, sin presencia de fuerzas relevantes, sin infraestructura de apoyo
alternativa a Puerto Belgrano. En la guerra de 1982, el llamado “Informe
Rattenbach” hizo un llamado de atención al respecto, pero hasta ahora nadie
hizo nada en concreto. Incluso debemos ir más lejos, a los escritos del
vicealmirante Storni, quien indicó las dificultades en materia de puntos de
apoyo para nuestras fuerzas navales y los desafíos que implica ello en su
despliegue. En un tiempo no muy lejano los políticos aplaudían el gran éxito,
por el reconocimiento por parte de la Comisión Internacional de Límite de la
Plataforma Continental por la presentación realizada por la Argentina en
relación a la Plataforma Continental, donde en el dictamen de la Comisión
reconoce la existencia de un espacio sujeto a disputa de soberanía. El país le
era reconocido derechos de soberanía sobre los recursos en un vasto espacio de
más de un millón de km2. Pero sin tener en cuenta que para ejercer dichos
derechos no basta solo una mera declaración, sino hay que llevarlo a la
práctica.
La década del 90 desguazó
al Estado, que fue retirado de muchos ámbitos, luego vino mero voluntarismo y
declaraciones, sin llegar a nada concreto. Quienes se
llenaron la boca de soberanía, no hicieron nada en concreto para que el país
ejerza presencia efectiva en los mares.
Ahora llegamos a una situación límite,
donde la Armada se convertirá en los hechos en algo parecido a un servicio de
guardacostas. ¿Exageración? No, los hechos indican ello/. Las prioridades han
sido por ejemplo, el programa de patrulleros de altura, en vez de modernizar
las fragatas y submarinos, recuperar determinadas capacidades que fortalezcan
la defensa del país. El nuevo presunto rol de las Fuerzas Armadas y su impacto
en la Armada. En medios masivos de comunicación hablaron de los cambios que
plantea el gobierno para las Fuerzas Armadas, así escuchamos alguna ideas que
planteó el flamante ministro de defensa Oscar Aguad, tan “conocedor” como su
antecesor, Julio Martínez. Especialmente al comparar los servicios aéreos del
Ejército y la Armada como otras “fuerzas aéreas”.
En Infobae del 10 de octubre de 2017, señaló
que el flamante ministro, dijo "No tenemos grandes hipótesis de conflicto
en el sentido de que podamos ser atacados por una potencia extranjera, no
queremos conquistar territorio de nadie. Lo único que tenemos que hacer con
mucha eficacia es cuidar nuestros espacios, el mar continental que ahora se han
agregado 100 millas náuticas más, y además un elemento tan importante como el
ciberespacio y la ciberdefensa, que es cuidar las fuentes de nuestras
informaciones, datos y archivos".
Parece que parte de los espacios marítimos,
insulares estén en manos de otra potencia y con un importante despliegue
militar – ¿no es una hipótesis de conflicto –
o la Antártida en el mediano plazo, o la presencia creciente de actores
con intereses sobre nuestros mares. Incluso por medio de un decreto de
necesidad y urgencia el nro. 595/2017, autorizó endeudamiento para adquirir
armamento (olvidan que el tema deuda externa, tomar créditos, es competencia
del Congreso).
El clima de ajuste fiscal, indicaría que no se
comprará nada. Sino más bien el ajuste continuará para las FFAA. Prueba de ello
que los flamantes Texan II están en tierra por problemas de presupuesto. El eje
de la reestructuración pareciera centrarse en la defensa del espacio terrestre,
al proponer agrupar las unidades en grandes bases, orientadas a la protección
de fronteras, lucha contra el terrorismo, narcotráfico, ayuda a la comunidad en
casos de catástrofes.
En cuanto al mar, sólo
pareciera que la solución es comprar algún avión de vigilancia y patrulleros
oceánicos. En este marco se habla de integrar lo que queda de la Aviación Naval
con la Fuerza Aérea, camino que seguiría la Aviación del Ejército. Una reforma
a la “canadiense” sin tener en cuenta que la misma fracasó y que volvieron
sobre sus pasos hace largos años.
Esto pone en evidencia lo que implica la fusión
de ignorancia y economicismo. Bajo esta lógica, entonces los cuerpos aéreos de
las fuerzas de seguridad deberían ser transferidos a la Fuerza Aérea. La Aviación Naval es parte de la proyección del poder naval y
la práctica ha puesto en evidencia que el control de la Armada sobre
determinados componentes aéreos, dedicados a patrulla, vigilancia, exploración,
ataque, y lucha antisubmarina ha sido la decisión acertada.
Esto es un debate zanjado
en la segunda guerra mundial. Por lo visto, nada se habla de modernizar
fragatas, recuperar capacidades en materia anfibia, menos del arma submarina de
reemplazar el buque perdido. La vida útil de las fragatas, sin modernizar
llegan a su fin en 2020/2025. Si seguimos en este camino, se cumplirá lo que
venimos diciendo, no habrá diferencias entre la Armada y la Prefectura Naval.
¿Entonces el proyecto “Marina Argentina” de Jaunarena de fusionar ambas fuerzas
se hará realidad de facto? Pareciera que la larga pugna que existió en su
momento, de intenso debate sobre la necesidad de contar con una marina
oceánica, o de cierta capacidad oceánica, como logró la Argentina a principios
del siglo XX, es arrojado por la borda.
¿Llegó
el ocaso naval? La tragedia del submarino puso en evidencia muchas
falencias, que pone en claro el escaso grado de interés que ha tenido el
liderazgo político en la Defensa nacional.
Luego de años de
hostilidad manifiesta por parte de los responsables de la conducción política
hacia lo militar y la defensa nacional, pasamos a una visión meramente economicista,
pero tan irresponsable como las gestiones anteriores.
En el caso de la Armada, la pérdida de
capacidades ha tocado un piso y como venimos señalando a lo largo del artículo
todo indicaría que los principales medios de combate de la Flota no serán ni
modernizados y menos reemplazados. Simplemente serán dados de baja y la
Institución iniciara un retroceso, con sus consecuencias estratégicas para la
Nación.
Las capacidades perdidas llevan mucho tiempo
recuperarlas, además de dinero.
Finalmente ante este panorama nada halagüeño,
queremos cerrar con una excelente reflexión que hizo el capitán de navío José
María Cohen – brillante pensador naval contemporáneo argentino – señaló en su
momento contra los que pueden decir que tener un poder naval es un lujo para la
Argentina, lo cierto que NO tener un PODER NAVAL es uno de los lujos que la
Argentina no se puede permitir.
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