miércoles, 20 de diciembre de 2017

La tragedia del submarino Ara San Juan El ocaso de la Armada? Dr Suarez Saponaro


La tragedia del submarino ARA San Juan ha significado lisa y llanamente el fin del Arma submarina y la pérdida de un arma de alto valor estratégica. Con ello cierra el ciclo de decadencia del Poder Naval Argentino. La Fuerza de Submarinos de la Armada, estaba compuesta por tres unidades, dos TR 1700, submarinos medios – según fuentes germanas – y uno de tipo costero, Tipo U209. Los TR 1700 construidos en los 80, estaban llegando a un nivel de su vida operativa que requería una profunda modernización, no solo en sensores, sino sistemas de armas, propulsión, sistema de combate, etc, para adaptar estas magníficas naves al escenario del siglo XXI. En el caso del submarino ARA Salta, del tipo U209, data de 1974, su vida útil ha terminado. Razones políticas, han impedido que sea reemplazado por su gemelo, el ARA San Luis, que desde hace muchos años espera ser modernizado. La “tragedia del San Juan” ha significado que la Fuerza de Submarinos, quede reducida a un sólo buque. El ARA Santa Cruz, precisa ser modernizado, por lo menos para que llegue al 2030, si es posible.
 El clima político y económico, unido a la posición que tiene esta gestión en relación a las Fuerzas Armadas indicaría, que dicha modernización no se llevará a cabo y por ende, en poco tiempo, la Armada perderá una capacidad que provee al país de disuasión estratégica. Las fuerzas navales han venido perdiendo capacidades desde hace más de una década
. Los constantes recortes de presupuesto, una visión cargada de prejuicio sobre las Fuerzas Armadas por un pasado aún no resuelto, agregándose una curiosa postura estratégica de negación de escenarios de tensión, que impliquen el empleo de los recursos previstos por la Ley de Defensa Nacional.
 En los años 80, comenzó el recorte de gasto de defensa, que significó el retraso de más de una década en la terminación de dos corbetas Meko 140, integradas en un ambicioso plan naval lanzado en 1974. El cumplimiento de este plan, hubiera permitido a la Argentina recuperar el rol de potencia naval regional, como lo fue en el pasado. En 1982 antes de la guerra de Malvinas, la Armada Argentina, a pesar del número de unidades anticuadas, era una de las más capaces de la región. Contaba con aviación de combate basada en portaaviones, con un elevado nivel de profesionalismo, capacidad para desembarcar un batallón de infantería de marina, buques de defensa antiaérea de área, una flotilla de submarinos en proceso de modernización y expansión (a los modernos U209 se unirían pronto dos TR 1700).
La desidia de la clase política, terminó con un proceso de pérdida de capacidades, a saber:
 · Pérdida de la capacidad de operar con aviación basada en portaaviones por la baja del ARA 25 de Mayo;
 · Pérdida de la capacidad de defensa aérea de zona con la baja de los dos destructores Tipo 42: uno transformado en transporte rápido de tropas y el otro, hundido por falta de mantenimiento, luego de haber sido prácticamente canibalizado;
· Pérdida de la capacidad de barrido/cazaminas por la baja de buques Tipo Ton;
 · Pérdida de la capacidad de asalto anfibio con la baja del buque de desembarco tipo LST ARA Cabo San Antonio;
 · Pérdida de capacidades de guerra electrónica con la baja del avión naval Electra Wave;
La reducción de presupuesto significó que las fragatas (llamadas destructores por la Armada) Clase Almirante Brown, no fueran modernizados, agregándose el hecho que por el embargo de armas del Reino Unido, es complicado conseguir repuestos para las plantas motrices de factura británica. La fuerza de submarinos, también no fue modernizada. La Aviación Naval agoniza en sus hangares, los problemas de presupuesto han limitado drásticamente inversiones en materia de patrulla, exploración, vigilancia, lucha antisubmarina. Las capacidades navales son muy limitadas, por citar algunas, la Armada no tiene capacidad moderna de defensa AA, exploración y patrulla sumamente limitada, la capacidad de ataque con aviones basados en tierra ha desaparecido (se espera un lote de kits de modernización para los Super Etendard), no hay capacidad de lucha antisubmarina moderna, no existe capacidad de guerra de minas/barreminas, capacidades de patrullado marítimo apto para tiempos de paz, y la capacidad de proyección del poder naval es muy limitado por las capacidades de los buques principales de la Flota. El Arma submarina como dijimos prácticamente ha desaparecido. La gran contradicción estratégica. Una marina costera para un país marítimo.
 La Argentina es un país marítimo por excelencia, por empezar el 80% del comercio exterior argentino es por vía marítima. Los principales desafíos que tiene en el plano estratégico son marítimos. El conflicto de soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur es eminentemente marítimo. La vigencia de la Ley del Mar ha revalorizado notablemente los espacios marítimos, especialmente por los recursos existentes, tanto presentes como futuros, agregándose la presencia de los accesos interoceánicos y su proyección hacia la Antártida. El espacio marítimo, nos une y separa con la Comunidad Internacional y es un ámbito donde interactúan actores con intereses contrapuestos. En un mundo cada vez más poblado, con recursos más escasos, significará un crecimiento sustantivo de la competencia por el control de recursos, puntos estratégicos y bases de apoyo que permitan proyectarse sobre espacios de interés. Los espacios marítimos nacionales no están exentos y no es inocente ni la presencia de una importante base de preposicionamiento estratégico con sede en Malvinas, como las importantes flotas pesqueras que operan en la llamada milla 201.
 El Atlántico Sur por sus riquezas existentes como potenciales, no solo en recursos vivos, sino en hidrocarburos y en un futuro no muy lejano, los llamados nódulos polimetálicos, constituyen un valor, sobre el cual muchos actores tienen interés manifiesto. En este panorama complejo, encuentra a la Argentina con su sistema de defensa nacional en una suerte de crisis terminal, en manos de personajes que están lejos de la idoneidad que impone nuestra Constitución. Nunca el sistema previsto por la ley de Defensa Nacional fue activado o dinamizado, se han hecho cambios de estructura, que son contrarios a lo que dice la ley y en caso de crisis complicarían las cosas, especialmente para su conducción/manejo.
 En lo que respecta a la defensa de nuestros intereses nacionales en el mar, nos encuentra con una Patagonia sin bases adecuadas, sin presencia de fuerzas relevantes, sin infraestructura de apoyo alternativa a Puerto Belgrano. En la guerra de 1982, el llamado “Informe Rattenbach” hizo un llamado de atención al respecto, pero hasta ahora nadie hizo nada en concreto. Incluso debemos ir más lejos, a los escritos del vicealmirante Storni, quien indicó las dificultades en materia de puntos de apoyo para nuestras fuerzas navales y los desafíos que implica ello en su despliegue. En un tiempo no muy lejano los políticos aplaudían el gran éxito, por el reconocimiento por parte de la Comisión Internacional de Límite de la Plataforma Continental por la presentación realizada por la Argentina en relación a la Plataforma Continental, donde en el dictamen de la Comisión reconoce la existencia de un espacio sujeto a disputa de soberanía. El país le era reconocido derechos de soberanía sobre los recursos en un vasto espacio de más de un millón de km2. Pero sin tener en cuenta que para ejercer dichos derechos no basta solo una mera declaración, sino hay que llevarlo a la práctica.
La década del 90 desguazó al Estado, que fue retirado de muchos ámbitos, luego vino mero voluntarismo y declaraciones, sin llegar a nada concreto. Quienes se llenaron la boca de soberanía, no hicieron nada en concreto para que el país ejerza presencia efectiva en los mares.
 Ahora llegamos a una situación límite, donde la Armada se convertirá en los hechos en algo parecido a un servicio de guardacostas. ¿Exageración? No, los hechos indican ello/. Las prioridades han sido por ejemplo, el programa de patrulleros de altura, en vez de modernizar las fragatas y submarinos, recuperar determinadas capacidades que fortalezcan la defensa del país. El nuevo presunto rol de las Fuerzas Armadas y su impacto en la Armada. En medios masivos de comunicación hablaron de los cambios que plantea el gobierno para las Fuerzas Armadas, así escuchamos alguna ideas que planteó el flamante ministro de defensa Oscar Aguad, tan “conocedor” como su antecesor, Julio Martínez. Especialmente al comparar los servicios aéreos del Ejército y la Armada como otras “fuerzas aéreas”.
 En Infobae del 10 de octubre de 2017, señaló que el flamante ministro, dijo "No tenemos grandes hipótesis de conflicto en el sentido de que podamos ser atacados por una potencia extranjera, no queremos conquistar territorio de nadie. Lo único que tenemos que hacer con mucha eficacia es cuidar nuestros espacios, el mar continental que ahora se han agregado 100 millas náuticas más, y además un elemento tan importante como el ciberespacio y la ciberdefensa, que es cuidar las fuentes de nuestras informaciones, datos y archivos".
 Parece que parte de los espacios marítimos, insulares estén en manos de otra potencia y con un importante despliegue militar – ¿no es una hipótesis de conflicto –  o la Antártida en el mediano plazo, o la presencia creciente de actores con intereses sobre nuestros mares. Incluso por medio de un decreto de necesidad y urgencia el nro. 595/2017, autorizó endeudamiento para adquirir armamento (olvidan que el tema deuda externa, tomar créditos, es competencia del Congreso).
 El clima de ajuste fiscal, indicaría que no se comprará nada. Sino más bien el ajuste continuará para las FFAA. Prueba de ello que los flamantes Texan II están en tierra por problemas de presupuesto. El eje de la reestructuración pareciera centrarse en la defensa del espacio terrestre, al proponer agrupar las unidades en grandes bases, orientadas a la protección de fronteras, lucha contra el terrorismo, narcotráfico, ayuda a la comunidad en casos de catástrofes.
En cuanto al mar, sólo pareciera que la solución es comprar algún avión de vigilancia y patrulleros oceánicos. En este marco se habla de integrar lo que queda de la Aviación Naval con la Fuerza Aérea, camino que seguiría la Aviación del Ejército. Una reforma a la “canadiense” sin tener en cuenta que la misma fracasó y que volvieron sobre sus pasos hace largos años.
 Esto pone en evidencia lo que implica la fusión de ignorancia y economicismo. Bajo esta lógica, entonces los cuerpos aéreos de las fuerzas de seguridad deberían ser transferidos a la Fuerza Aérea. La Aviación Naval es parte de la proyección del poder naval y la práctica ha puesto en evidencia que el control de la Armada sobre determinados componentes aéreos, dedicados a patrulla, vigilancia, exploración, ataque, y lucha antisubmarina ha sido la decisión acertada.
Esto es un debate zanjado en la segunda guerra mundial. Por lo visto, nada se habla de modernizar fragatas, recuperar capacidades en materia anfibia, menos del arma submarina de reemplazar el buque perdido. La vida útil de las fragatas, sin modernizar llegan a su fin en 2020/2025. Si seguimos en este camino, se cumplirá lo que venimos diciendo, no habrá diferencias entre la Armada y la Prefectura Naval. ¿Entonces el proyecto “Marina Argentina” de Jaunarena de fusionar ambas fuerzas se hará realidad de facto? Pareciera que la larga pugna que existió en su momento, de intenso debate sobre la necesidad de contar con una marina oceánica, o de cierta capacidad oceánica, como logró la Argentina a principios del siglo XX, es arrojado por la borda.
¿Llegó el ocaso naval? La tragedia del submarino puso en evidencia muchas falencias, que pone en claro el escaso grado de interés que ha tenido el liderazgo político en la Defensa nacional.
Luego de años de hostilidad manifiesta por parte de los responsables de la conducción política hacia lo militar y la defensa nacional, pasamos a una visión meramente economicista, pero tan irresponsable como las gestiones anteriores.
 En el caso de la Armada, la pérdida de capacidades ha tocado un piso y como venimos señalando a lo largo del artículo todo indicaría que los principales medios de combate de la Flota no serán ni modernizados y menos reemplazados. Simplemente serán dados de baja y la Institución iniciara un retroceso, con sus consecuencias estratégicas para la Nación.
 Las capacidades perdidas llevan mucho tiempo recuperarlas, además de dinero.

 Finalmente ante este panorama nada halagüeño, queremos cerrar con una excelente reflexión que hizo el capitán de navío José María Cohen – brillante pensador naval contemporáneo argentino – señaló en su momento contra los que pueden decir que tener un poder naval es un lujo para la Argentina, lo cierto que NO tener un PODER NAVAL es uno de los lujos que la Argentina no se puede permitir.

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