miércoles, 25 de octubre de 2017

Para ir entendiendo un poco el tema Maldonado y los personajes que han jugado.( y seguirán jugando?)























Quiénes y cómo utilizaron políticamente la muerte de Maldonado - Por Luis Gasulla


Escrito por  Luis Gasulla

Entre las PASO y la elección del domingo 22 de octubre,  Argentina sufrió los vaivenes de un caso que estremeció a la sociedad. Nunca antes, como en los últimos 78 días, parte de la clase dirigente mostró sus miserias y utilizó a un joven desaparecido, para ganar una elección.

Quiénes orquestaron la creación del mito de “la desaparición forzada” desde el minuto 1.? Qué intereses escondieron.? Cómo se organizó el gran engaño que le vendieron al mundo entero.?
Los datos científicos señalaron que el cuerpo hallado el martes pasado en el río Chubut era Santiago Maldonado. Sin signos de violencia, posiblemente, su cuerpo estuvo más de 70 días en el mismo lugar en el que perdió la vida. Este portal adelantó, hace 45 días, que Maldonado podía haberse ahogado. No sabía nadar. Dato que nadie quiso advertir. Ni los testigos y supuestos compañeros de sus últimos días en este mundo a autoridades de un gobierno que tuvo impericia –al igual que la justicia- para resolver un intrincado caso que conmocionó al país.  
Lógica Binaria. Malos y buenos
Nunca antes periodistas, comunicadores, políticos, dirigentes, militantes y una ex Presidenta estuvieron hermanados por la convicción de que el Estado de Derecho había desaparecido, de la noche a la mañana, llevándose a un joven llamado Santiago Maldonado. A pesar de que sólo existía un video que lo registraba el 31 de julio, día anterior de su desaparición, en el corte de la ruta 40 a la altura del Pu Lof, todos estaban convencidos que a Santiago se lo había llevado la Gendarmería Nacional por orden de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich quien, a su vez, obedecía a Mauricio Macri.
Pero, lo primero que se necesita para resolver un crimen, es un crimen.
No había cuerpo ni sangre, fotos, videos o pruebas del “violento accionar de los gendarmes”. Ni siquiera un herido de bala de goma. Diez días después, en los escuadrones de Gendarmería en Esquel y El Bolsón los rastros de ADN de un pelo y un rastro de sangre, daban negativos. “Lavaron los camiones”, gritaron los comunicadores de un canal de noticias en el que, una de sus estrellas se lamentaba, detrás de cámara, que el gobierno de Cambiemos había pasado el agitado mes de marzo sin un solo muerto en las calles. “Pero ahora tienen su desaparecido”, festejaba delante de los caníbales irresponsables de partidos de izquierda que agitan el caos y juegan a la revolución con banderas negras con rostros de jóvenes asesinados en conflictos sociales. Cristina Fernández de Kirchner se olvidaba de “las víctimas del modelo K” y empezaba a preguntarse dónde estaba Santiago Maldonado. La preguntaba cruzaba los Andes, el Atlántico y la Puna.
La cara del joven artesano resurgía en todas las remeras. Escogida, ingeniosamente, una fotografía suya, mezcla entre Jesús y el Che como definió la colega Teresita Dussart, nacía el mito del joven idealista perseguido y desaparecido por un gobierno neoliberal, fascista y de derecha. Un rostro que hacía imposible encontrarlo pues la fotografía estaba retocada y desactualizada. Vaya a saber por qué motivos, Sergio, su hermano mayor, compró desde el primer momento la versión de un sector minúsculo de los mapuches argentinos.
Mapuches repentinos que dos años atrás salían a bailar en Palermo Soho, comían sushi, le cantaban el feliz cumpleaños a Cumbio mientras actualizaban su fotolog, se disfrazaban de tangueros o mostraban su rebeldía imitando a los británicos The Clash.
“En el 2015 nos corrieron a nosotros, a Jones Huala nadie lo conocía” explicó en Ahora es Nuestra la Ciudad, Jessica Cayecul oriunda de la zona.       (http://argentinatoday.org/2017/01/26/en-cushamen-nadie-lo-conoce-a-jones-huala-porque-no-es-del-lugar)  Cayecul confesó algo imperdonable para muchos: “Si a Santiago le pasó algo en la protesta, Jones Huala es responsable”.
La familia de Cayecul reclamaba por sus tierras desde hacía décadas. No simpatizaba con ningún gobierno pero desconfiaba de la repentina revolución violenta de la familia de Facundo Jones Huala, detenido por el mismo juez Guido Otranto que había impedido su extradición al vecino país de Chile. Tan “promapuche” había sido el juez que el gobernador chubutense, Mario Das Neves, lo denunció por mal desempeño acusándole de ser “un oportunista de La Cámpora”Meses después, ante la tarea más difícil de su vida, Otranto cometió el pecado de decir la posible, triste y desilusionante verdad: “Maldonado pudo ahogarse”.
El 12 de septiembre, Periodismo y Punto publicó el testimonio de un familiar de Santiago que recordó el día que casi se ahoga en unas vacaciones y recordó que Maldonado no sabía nadar. Alicia Panero y Sebastián Turtora fueron los “canallas” que se animaron a contarlo.
Pero esa no podía ser la verdad. No. Horacio Verbitsky alimentaba las afiebradas mentes que necesitaban alimentar el odio hacia un gobierno opresor que “persigue al que piensa distinto” como denunciaba la mujer que se candidateaba a senadora para gambetear la cárcel y el fin de su interminable carrera política.
¿En qué se basaban? Se lo pregunté a Facundo Jones Huala en “Liberman en Línea”.
Sus respuestas cayeron en slogans repetidos. “Quieren perseguirnos, gobiernan para los ricos, el pueblo se levantará contra estos fachos neoliberales, Santiago era un anarquista”. ¿Pero cuándo y cómo se conocieron? Jones Huala jamás quiso responder esa pregunta. A mediados de septiembre, el grueso del periodismo argentino había dictaminado que el Estado, por acción u omisión, era culpable. Lo discutí con varios colegas de renombre.
Los gendarmes que ganan sueldos miserables no podían tener voz. Son contados los programas que relataron su versión. Canales de televisión, uno de ellos,  propiedad de un empresario procesado por evadir millones de pesos al fisco, sólo daban voz y voto a un pequeño grupo de mapuches que se habían adueñado del colectivo de los pueblos originarios. Matías Santana, o el joven que dice llamarse así, cambiaba su relato sobre la marcha. De la corrida hacia el río pasó a divisar con sus binoculares que, después perdió, vendió o permutó (según su estado de ánimo),  cómo golpeaban al compañero Santiago para subirlo a una camioneta de gendarmería rumbo a Esquel.
Santana es sobrino de Jones Huala, el único protagonista de esta historia que tenía un interés concreto en culpar al Estado y que conseguía lo que antes no había obtenido a pesar de protestas violentas, cortes de ruta, incendios de campos y delitos varios: Presencia en los medios e instalar su lucha. Nadie explicaba cómo un artesano había logrado ingresar al RAM y a una comunidad en la que sólo la familia Huala y un pequeño grupo de su extrema confianza, pertenecían.
Todos ellos tuvieron, desde el primer momento, una aversión por la presencia de la justicia en esa "tierra sagrada" atravesada por un caudaloso y helado río Chubut. Lo más conveniente, para resolver un intrincado caso policial, es mirar y escuchar los dichos de los testigos en las primeras 72 horas.
Ariel Garzi es un personaje clave. Fue uno de los que posibilitaron que Maldonado estuviese casi tres meses desaparecidos. Desviaron la investigación en sincronía con los integrantes de la comunidad Pu Lof que recibían órdenes del detenido Jones Huala. Garzi inventó que era un testigo de identidad reservada. Obvió mencionar que había estado detenido con el hermano menor de Huala, Nicolás. “La causa de los siete” –otros siete detenidos por disturbios varios que provocó el terror en el sur patagónico- estaba integrado por los hermanos Seguí, el “docente” Gustavo Jaime y la familia Huala.
Buchili Jose Luis
Huetelaf Ivana Noemi
Gustavo Jaime
Daniela González
Huencapan Javier
Huenchupan Ruiz Javier
Pablo Y Gonzalo Segui
Ricardo Antigual
Garzi posteó en Facebook que lamentaba que Santiago no había podido atravesar el río a pesar de la ayuda de “Peque” – ¿será el famoso arrepentido?- pero, a pesar de tener esa información relató otra historia ante el juez Otranto: A Santiago se lo llevó la Gendarmería. Al igual que los hermanos Seguí, Garzi era un ferviente simpatizante del kirchnerismo y tenía relación con el partido de Martín Sabbatella. Todos se conocían previamente al corte del 31 de julio y el del fatídico día siguiente.

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