Por el Grl HERIBERTO JUSTO AUEL.
LA CIRCUNSTANCIA ACTUAL INVITA A REFLEXIONAR SOBRE ÉSTE TEMA.
LA NATURALEZA DE LAS COSAS.
¿PORQUÉ NECESITAMOS DETENERNOS HOY EN LA ÉTICA PROFESIONAL MILITAR?
LA CIRCUNSTANCIA ACTUAL INVITA A REFLEXIONAR SOBRE ÉSTE TEMA.
Preliminarmente pretendo plantear la importancia de dar tratamiento al tema enunciado. Es importante pues la crisis de arrastre que nos ha llevado a la actual decadencia, como Nación y Estado, es de origen cultural y político y la circunstancia es oportuna, toda vez que estamos -según promesas oficiales- en las acciones preliminares de la recuperación del núcleo duro del Estado Nación: las FFAA. (1)
A las generaciones de Oficiales de las FFAA argentinas que egresamos en la década 1950/1960 nos tocó vivir, mientras revistábamos en actividad, las crisis socio-políticas más graves del siglo XX que culminaron con las guerras posnucleares -limitada y muy limitada- que hoy, en sus posguerras, retienen a nuestra querida Patria Argentina -mientras nos empeñamos en un nuevo y arduo intento de resurgimiento- en doble “estado de guerra”(2) (3) y en plena inseguridad pública y estratégica, que somatizamos diariamente a través de una fuerte ansiedad colectiva frente al futuro, aun en el de corto plazo.
Las guerras -en la Historia Universal- son anteriores a la existencia de los ejércitos, que recién llegaron cuando lo permitieron los excedentes financieros de las comunidades organizadas. Estos -los ejércitos- siempre fueron medios disuasivos/defensivos frente al agresor eventual o bien, ante una situación crítica interior que conllevara un riesgo existencial y legitimara el empleo de la vía institucional, para retener la sobrevivencia identitaria de la nación.
En manos del conquistador o del revolucionario, las FFAA fueron también empleadas para la perversidad en las relaciones políticas, internacionales o internas. Cuando se agota la comunicación política negociadora entre actores internacionales o internos, la alternativa es siempre la violencia organizada, impulsada por un agresor. En este caso estamos en presencia de una guerra ofensiva, ya fuere internacional o guerra civil -interna-. Ésta última es la peor especie de las guerras, pues su instrumento central es el odio social.
Expresadas estas generalidades conceptuales, volvamos a nuestra situación. Desde 1945, después de la Segunda Guerra Mundial -que finaliza con lanzamientos nucleares en Japón- se inicia la apertura de una nueva rama de la Ciencia Política: la Polemología y una nueva etapa de la Estrategia, la Contemporánea. Reaparecen -desde 1947- “actores agresores no estatales” en el marco interno y externo y la más primitiva modalidad de la acción violenta: el terrorismo. El espectro del conflicto se amplía así, bruscamente, es sus extremos: desde la hecatombe nuclear -en uno de ellos- a las primitivas guerras muy limitadas -en el opuesto- (4).
Al finalizar la Guerra Fría -1989/caída del muro de Berlín – 1991/implosión de la URSS- la disuasión se hace abstracta por carencia de responsabilidad política de los nuevos actores-agresores. Surgen las nuevas amenazas y riesgos estratégicos que la Argentina -aun hoy- legalmente no reconoce, como lo demuestra la legislación de Seguridad Nacional vigente.
La Carta de la ONU y en particular la eficiencia del Consejo de Seguridad para preservar la Paz, ingresan progresivamente en un cono de sombras. El conflicto violento se difumina y generaliza en el orbe, abandona los teatros de operaciones militares y se posa sobre las sociedades, con un número cada vez mayor de “víctimas civiles inocentes” y también de dirigentes políticos y militares “confundidos” (4).
Así llegamos al siglo XXI y a la situación que nos abarca. De las actuales sesenta guerras activas en el mundo, la totalidad de ellas son internas, es decir, guerras civiles que se caracterizan por su tipificación “asimétrica”,“híbrida” o de “séptima generación” como bien lo expresa el artículo de La Nación -“Sin fronteras entre la defensa y la Seguridad”– del 14 Feb 18.
Son las guerras que la Argentina no puede planificar -prever- para evitarlas, por imposición de la vigente legislación de Seguridad Nacional. Esta irracionalidad no es casual, sino consecuencia de las derrotas estratégicas que sufrimos en el siglo XX, aun no asumidas.
Constituye la tremenda paradoja de estas horas: quienes fuimos los primeros en enfrentar a este desconocido tipo de agresión asimétrica sorpresiva -a partir de los años ’60- nos encaminamos ahora a repetir los mismos errores, medio siglo después, como si no nos hubiese ocurrido nada.
El “relato” ha superado a la verdad. La “narrativa” se impuso a través de los medios y de la escuela (5). El pre-juicio domina a la realidad presente y la cobardía permanece ante la pseudo-revolución en retirada, herida pero no vencida.
La mayoría de nuestros vecinos ha reaccionado positivamente ante la evolución acelerada -al ingresar al siglo XXI- del fenómeno “socio-político” guerra. Nuestro país -su dirigencia-, contrariamente, permanece paralizado, confundido y en altísimo riesgo estratégico, frente a una situación que carece de tratamiento público e idóneo por los medios y en particular por parte de los responsables de la comunicación social referida a la Seguridad Nacional. “De eso no se habla”.
Mientras en el mundo desarrollado se vive una constante transformación doctrinaria y orgánica, acompañada por la multiplicación de los presupuestos de Seguridad Nacional, la Argentina permanece de espaldas a esa realidad y a necesidades indiscutibles que la condenan, irremediablemente, a nuevos fracasos (6), si no se recupera el Estado Institucional.
LA NATURALEZA DE LAS COSAS.
Los cambios sorpresivos de la naturaleza del fenómeno guerra, que han llegado con el avance del alto ritmo de evolución de la civilización humana y la creciente crisis cultural de Occidente, no han podido superar -entre nosotros- la explotación estratégica colusiva que nuestros enemigos triunfantes -en el plano político-estratégico- nos
han impuesto -a través del Estado- de un elaborado “relato”. Es la homologación de la “purga” que los bolcheviques impusieron a los Oficiales del Zar en 1921, impulsada aquí por el Decreto 158/83, que continúa llevando a centenares de soldados y civiles argentinos a ser condenados ilegalmente con el Código Penal Ordinario, por haber combatido y triunfado en los combates de la guerra contrarrevolucionaria -1974/1989-.
Ambas maniobras -la jurídica y la comunicacional- han “trastocado” la victoria -en combate- de los argentinos e impidieron la creación de una nueva Política de Seguridad Nacional, fruto de la durísima experiencia reciente. Esta ha sido reemplazada por una perversa y falaz política de derechos humanos, unidireccionados.
Prueba de ésta paradójica situación -en las presentes circunstancias- es que a los Cadetes de los Institutos de Formación de nuestras FFAA, no se les puede citar la agresión terrorista-revolucionaria -1959/1989-, sino solamente al “terrorismo de Estado” -1976/1983- bajo supervisión de la UNDEF y por parte de profesores provenientes de “Franja Morada”. Y esto mientras en Azul el JEMGE, al rendir homenaje a los muertos en el ataque al cuartel, expresó todo lo contrario. ¿Puede edificarse sobre la ciénaga del “relato” la personalidad de los futuros oficiales de las FFAA argentinas? ¿Puede existir tanta incoherencia dentro de las Instituciones, en un momento en que se dice que se las recuperará?.
Las guerras en acto -en el mundo entero- siguen siendo fenómenos “lúdicos y agonales” (7) (8)-como en el pasado- pero su naturaleza ha variado. Son de otra “especie”, diría Clausewitz y ellos -los noveles oficiales-inevitablemente -si el Estado no cambia el rumbo- deberán enfrentarlas a su egreso y a lo largo de muchos años, pues no las prevemos y por eso, llegan. Estas nuevas guerras no tienen fácil ni rápida resolución. Nuestra juventud militar ¿será lanzada a combatir -nuevamente- sin previsiones estratégicas y “formados” en las falacias de la política de los derechos humanos?
¿PORQUÉ NECESITAMOS DETENERNOS HOY EN LA ÉTICA PROFESIONAL MILITAR?
Nuestros enemigos -hoy en colusión- en las guerras que peleamos recientemente encontraron -en las posguerras- una “debilidad” en nuestra apertura de la guerra contrarrevolucionaria. El PEN lo hizo por Decreto -que no envió al Congreso- y en él no dictó el concepto “ético – jurídico” que correspondía al empleo de las Fuerzas en el marco interno -la DENAC- (9) y la DEMIL (10). La Convención de Ginebra regula las guerras internacionales y en su Protocolo II, trata la forma de encarar los conflictos armados internos.
Estas normas debieron ser homologadas en el Derecho Nacional, pero no se lo hizo. Esa fue la razón por la cual cada Cte. de Zona tuvo que reemplazar aquel vacío conceptual –de neta responsabilidad política– en la polvareda del combate y establecer sus propias reglas de empeñamiento táctico. Todos ellos se hicieron responsables, pública y oportunamente, de lo que ordenaron durante las operaciones. Éste aspecto ético-jurídico, que es central, ha sido desarrollado detalladamente por el Grl Jorge Apa Ferraro, en su libro “Al gran fraude argentino ¡Salud!” (11)
Aquella “debilidad”, convertida en “vulnerabilidad” por la aguda experiencia coludida de nuestros enemigos, fue explotada a través de una maniobra de pinzas, jurídica y comunicacional, que aun sigue en curso. Tuvo un punto de partida en el Decreto 158/83, complementado por la demonización de las FFAA a través de los medios de comunicación del Estado; desde el mismo Estado que abrió operaciones militares de “aniquilamiento” de modo “defectuoso”, desde el máximo nivel político.
Así las cosas y como consecuencia de éste “trastocamiento” de la victoria táctica frente al terrorismo-revolucionario, en derrota política y estratégica de los argentinos, el país ingresó en una acelerada decadencia que se encamina aun al “Estado fallido”. Sus graves consecuencias están a la vista y en lo que hace a las FFAA, además de su objetivo desarme unilateral y extrañamiento constitucional, se les quitó el fuero militar. Quedaron sin Código de Justicia Militar y de su correspondiente Reglamentación, como principal sustento de la disciplina y del mando militar. Sepamos que somos el único país de la región que sufre semejante despropósito, agravado por los dos “estados de guerra”, como fruto del trastocamiento.
El Jus in Bello -en la Argentina- ha quedado en manos absolutamente legas, como lo están demostrando, hasta el ridículo, los jueces y fiscales de los TTOOFF, en todo el país. Si se entrara en operaciones ¿qué actitud tomarán los futuros mandos operacionales? En sus cuarteles generales ¿estarán los jueces federales y fiscales que acompañen a las tropas de primera línea, para autorizar la apertura del fuego? Tengamos presente que estarán operando según el articulado del Código Penal ordinario y según los principios de la “legítima defensa”. Estos despropósitos, únicos en el mundo, no son solo ignorancia.
En realidad se los ha sancionado -para lograr el “control civil de los militares”- un Jus ad Bellum que, en línea con la legislación de Seguridad Nacional vigentes, niegan por ley la probabilidad de una guerra híbrida, interna. En consecuencia, es muy probable que esa guerra llegue y nuestra derrota está así asegurada, porque está prohibido preverla, por Ley. Como lo expresara Séneca: “Peor que la guerra, es tenerle miedo a la guerra” (13).
No terminan allí las consecuencias del “trastocamiento”. A las FFAA también se les ha quitado el Código de Honor Sanmartiniano y los Tribunales de Honor. Es decir, no solo se han destruido a las FFAA como Instituciones Constitucionales, sino que se ha destruido al SER militar, aquel al que se lo identificaba por su “Honor y su Valor”, y esto también está directamente relacionado con el objetivo de eliminar a las FFAA.
Se está hablando de “re-estructuración”, “reconversión”, “reconstrucción” de las FFAA. Hasta hoy no escuchamos una sola palabra dirigida a lo esencial: la recuperación de la autoestima militar, del espíritu militar, de las Instituciones Militares fundadas en su “Ética Profesional”. Napoleón lo decía en términos sencillos: “Una Fuerza no vale por el número de sus bayonetas, sino por el temple de sus corazones”. Y las burocracias carecen de corazones. ¿Hay alguna “idoneidad” polemológica o estratégica en el ámbito de las decisiones políticas pertinentes? Yo no la observo. Debes ser mis sensores de dinosaurio.
El prostibulario Zaffaroni y la Cte Hebe no están buscando solo la ingobernabilidad. Están anunciando que la pseudo-revolución está activa y que pronto “puede haber un accidente violento”. ¿Así le llama ahora el garantismo-“un accidente”- a un asalto revolucionario violento, que probablemente prevén junto a las mafias de la corrupción, como aliados ocasionales? Y qué hacen nuestros demócratas de cartón. Por lo menos deberían rasgarse las vestiduras, una vez más.
CITAS:
(1) Auel H. J. “¿Cómo salimos de la actual emergencia político-estratégica?. FFAA y Estado Nacional”. Ago. 14. www.ieeba.org
(2) Auel H. J. “La larga guerra civil argentina y el actual estado de guerra civil revolucionaria”. Jul. 13. www.ieeba.org
(3) Auel H. J. “La Política de Derechos Humanos”. Jun. 16. www.ieeba.org
(4) Auel H. J. “La dirigencia argentina frente a los desafíos de la Seguridad Nacional en el Siglo XXI”. Ago. 15. www.ieeba.org
(5) Auel H. J. “El narcoterrorismo, el Estado Nacional, la democracia y las FFAA”. Abr. 14. www.ieeba.org
(6) Auel H. J. “El pensamiento estratégico militar en el siglo XXI”. Oct. 14. www.ieeba.org
(7) Lúdico: Azaroso. Impredecible, pues será consecuencia del choque de voluntades inteligentes.
(8) Agonal: “Perteneciente a lo relativo a los certámenes, luchas y juegos públicos, así corporales como de ingenio”. Diccionario Enciclopédico Salvat. T. I. 8va, Ed. 1957. Aplicado al concepto guerra, el término indica que la Política -responsable de la apertura y el cierre de una guerra- es la que debe dictar a las FFAA “lo relativo” a las normas -éticas- a las que deben ajustarse. Estas, a su vez, emergen de la cultura de la Nación. De estos conceptos se derivarán las “reglas de empeñamiento” a nivel táctico inferior.
(9) DENAC: Directiva Estratégica Nacional.
(10) DEMIL: Directiva Estratégica Militar.
(11) J. Apa Ferraro. “Al gran fraude argentino ¡Salud!”. Ed. Edivérn SRL. May 17.
(12) Estado de Guerra: (O “estado de beligerancia”). “Situación que se plantea a una nación como eventual ruptura de hostilidades a través de un conflicto armado con otra nación o internamente, en el supuesto de una eventual guerra civil”. Diccionario Militar. T. II. Cabanellas de Torres y Alcalá Zamora. Bs. As. 1962. Argentina cumple con ambas situaciones: frente a Inglaterra, en razón de su permanente negativa de negociar la soberanía de las Islas del Atlántico Sur y frente al terrorismo revolucionario, pues éste retiene aún su actitud hostil, ratificada permanentemente por sus organizaciones y representantes actuales, con palabras y hechos.
(13) H. J. Auel. “Relaciones Cívico Militares, la necesaria reconstrucción del Estado y de imprescindible Seguridad Nacional, Regional y Continental”. May. 13. Inicio
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