A propósito de la
próxima discusión sobre la legalización del aborto, comparo dos textos.
Dice el Catecismo:
“2270 La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 1, 1).
“2270 La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 1, 1).
2271 Desde el siglo
primero, la
Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza
no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como
un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral.
«Dios […], Señor de la
vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión
que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger
la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto
el aborto como el infanticidio son crímenes abominables» (GS 51,
3).
2272 La cooperación formal a un
aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de
excomunión este delito contra la vida humana. “Quien
procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae”
(CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete
el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC
can. 1323-1324). Con
esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que
hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado
al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.
Y a continuación lo que dice por su parte, (contrariando la sana
y recta doctrina de la Iglesia), la comisión Ejecutiva de la Conferencia
Episcopal Argentina: que integran los obispos OJEA, POLI, COLOMBO Y MALFA,
cuyas fotos figuran arriba de este párrafo.
“Que este debate nos
encuentre preparados para un diálogo sincero y profundo que pueda responder a
este drama, escuchar
las distintas voces y las legítimas preocupaciones que atraviesan quienes no
saben cómo actuar, sin descalificaciones, violencia o agresión.
Junto con todos los
hombres y mujeres que descubren la vida como un don, los cristianos también queremos
aportar nuestra voz, no para imponer una concepción religiosa sino a partir de
nuestras convicciones razonables y humanas”.
Conste que tengo
propensión a la náusea, que se agudiza cuando leo algún documento episcopal. De
tal modo, me limité a transcribir uno de sus párrafos finales. Pero, aún así,
se me ha revuelto el estómago.
Les pasaré la cuenta del medicamento a sus Excelencias Oscar Vicente Ojea,
Mario Poli, Marcelo Daniel Colombo, Carlos Humberto Malfa. Algo en esta vida
tienen que pagar.
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