Jorge Giacosa, integrante del Frente de Liberación Homosexual (FLH), reconstruye una historia entre el barro de los mitos y las leyendas ¿Cómo fue el vínculo del peronismo y la diversidad sexual en la década del 70? Del tristemente célebre “no somos putos, no somos faloperos…” que cantó Montoneros, a la reivindicación con Néstor y Cristina.
Por La Tetera
“Que me banquen un pasaje para que yo venga hasta acá para hablar de aquello que pasó hace 40 años, me llena de emoción, porque después de habernos considerado un fracaso, por los pocos que éramos, porque no logramos nada, esta reivindicación que hay en la actualidad del FLH me llena de emoción y lamento profundamente que no esté el resto de mis compañeros para compartirlo”, dice Jorge Giacosa con una voz templada y firme. Las oraciones caen rasgadas sobre el público que intenta reconstruir una historia cuasi olvidada.
El Centro Cultural Que Te Pasa luce lleno, la convocatoria lleva como título “Con los tacos en la fuente”. ¿Había mariquitas en esa histórica plaza de Cámpora? Tuvimos que buscar nuestra historia en los silencios. Pero ahora Giacosa está frente a nosotros y por un momento la historia oficial no nos duele. Un relato lo suficientemente vigoroso se apodera de la sala para iluminar esa porción de los hechos que representan la base de nuestro movimiento.
En la madrugada del 28 de junio 1969 en un pub de Nueva York conocido como Stonewall se produce una revuelta espontánea y violenta contra las razzias policiales que marcarían un hito en la historia de la diversidad sexual, un cambio de paradigma. La diversidad comenzó a enfrentar a un sistema que perseguía a las disidencias con la complicidad de los gobiernos. En la argentina, el 25 de mayo de 1973, cuatro años después, la plaza se vuelve a llenar con la asunción de Cámpora a la presidencia de la nación.
“Me causa gracia que nos vean como héroes, no éramos los maricones que se iban a enfrentar a los montoneros que ocupaban esa plaza, se vivió todo con mucha alegría, fue una fiesta lindísima y nos fue bien. Fuimos 15 personas y en esa plaza había más de un millón. Estábamos ahí a cara descubierta con nuestra bandera que llevaba la consigna ´Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad´. Fue la primera vez que un grupo de mariquitas participaba de un hecho de neto corte político”, explica Giacosa frente a una platea que lo sigue con atención.
“Eso fue lo que nos puso a la vanguardia, pero también lo que nos costó la vida como FLH, porque después vino el 20 de junio en Ezeiza con la vuelta de Perón al país y ahí fue todo muy distinto”, explica con un dejo de angustia en la voz, rememorando el tristemente célebre “no somos putos, no somos faloperos…” que inmortalizó Montoneros en aquel fatídico regreso del general al país.
—¿Qué paso ese 20 de junio en el FLH?
—Ezeiza estaba cerrado a muchos kilómetros a la redonda, había que salir caminando desde Liniers. Nosotros íbamos con nuestra bandera, y ahí quedamos muy en evidencia, entonces los de adelante se ponían bien adelante y los de atrás bien atrás. Yo no lo resistí, me fui, no llegué a Ezeiza, era muy fuerte la presión, muy desagradable.
Después de la masacre de Ezeiza, una revista de la derecha peronista llamada “El Caudillo” saca una nota donde dicen que la JP esta infiltrada por homosexuales y drogadictos. A partir de esa publicación, la juventud peronista no encuentra mejor respuesta que ponerse a cantar “no somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y montoneros”. Y eso decapita absolutamente toda fantasía de sobrevivir dentro de esa lucha mayor que estaba llevando adelante toda la sociedad. Quedamos afuera, no nos querían ni montoneros, ni nadie.
Así terminan las apariciones públicas del FLH. La agrupación se reabsorbe en sí misma y empezamos a hacer un trabajo más interno y es ahí que empieza a salir la revista Somos.
—¿Hasta qué año duró tu militancia en el FLH?
—Hasta fines del 74. En el 75 yo me voy a Europa, no me fui exiliado, nunca me sentí perseguido, nunca me puso paranoico el hecho de haber estado en el FLH, sí haber estudiado filosofía y letras, haber tenido contacto con otras organizaciones militantes, figurar en alguna agenda, eso era terrible: uno agendaba números con códigos, alguna cosa te inventabas, había que protegerse de todo.
Pero el tema del FLH nuca se me hubiese ocurrido que era algo que tenía que ocultar, si nunca nadie nos dio bola, nunca nadie nos tuvo en cuenta. Eso es algo que desde la perspectiva de hoy cuesta entender. Éramos 15 mariquitas locas que aparecimos en la Plaza de Mayo y no significamos nada, más que lo que hoy se revindica.
Fuimos punta de lanza y eso es lo que hoy se rescata, teníamos plena conciencia de que nuestra lucha tenía que estar inscripta en una cuestión política mucho mayor que abarcara a toda la sociedad. Sabíamos que la pelea tenía que salir desde la política, pero más allá de eso no tuvimos ninguna trascendencia.
Nuestro caballito de batalla era la derogación de los edictos policiales, las razzias en los boliches gay. Cuando volví del viaje en el 76, el FLH ya estaba disuelto, Perlongher estaba preso, no por su militancia en el FLH, sino por un tema de drogas, al poco tiempo de empezar la dictadura lo largan y se va a vivir a Brasil.
En el año 2014 el Partido Justicialista crea la Secretaria de Diversidad Sexual. De las escasas fotografías que se tienen de esas apariciones públicas del FLH, hay una donde se puede ver su bandera entre todas las demás, ese pequeño tajo a la norma, esa marca, que pasado los mediáticos años 90 de la mano de Carlos Jáuregui y la lucha por los derechos civiles, volvería a revivir bajo otra primavera.
“¿Por qué decidieron acercarse al peronismo y no pensaron en otro espacio político?”, interrumpe una pregunta desde el público, Giacosa responde inmediatamente: “El peronismo es el movimiento político que lleva a cabo cualquier tipo de reivindicación social, las grandes conquistas sociales las ha producido el peronismo”.
La charla termina, la música se levanta en el auditorio y deviene en pista de baile. Se arma la ronda y el porro empieza a circular. Este festejo, esta alegría, es nuestra. Somos putos, somos peronistas. Y al patriarcado ni cabida.
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