domingo, 14 de abril de 2019

IGNORANCIA HISTÓRICA SOBRE UN PAÍS QUE FUE Y QUE EXPLICAN LA ACTUAL DECADENCIA NACIONAL:



Entre 1880 y la década de los años 30, Argentina batió el récord mundial nunca igualado, de 50 años ininterrumpidos de crecimiento a una fabulosa tasa del 5% anual acumulativo en una época donde el promedio de crecimiento era menos del 1% anual, (crecer al 5% anual equivaldría a crecer hoy al 15% o más durante 50 años seguidos).
A finales del siglo XIX teníamos el PBI per cápita más alto del mundo. En todas las estadísticas figuramos hasta 1940 entre las 7 potencias económicas del orbe.

No es verdad cuando se reduce este crecimiento al agro, en esos 50 años la industria creció tanto o más que el agro, aunque vinculada a él y sin afectarlo con absurdas retenciones (al campo) ni subsidios (a la industria).
Los ejemplos de la notable industria desarrollada en aquellos años, sin protección, subsidios ni prebendas, abundan:
El alsaciano Emilio Bieckert,  entre 1860 y 1870 inauguró en Buenos Aires una fábrica de cerveza con dimensiones y calidad europeos, antes de que esta bebida sea de un consumo popular en nuestro país.
La familia Bemberg siguió con el ejemplo poco después con su emprendimiento en Quilmes; mientras, alemanes hacían lo suyo en las colonias santafecinas instalando una tradición cervecera que continúa.
Melville Bagley, durante el gobierno de Mitre fabricó el primer producto inscripto en el Registro de Patentes y Marcas (su famosa Hesperidina) y más tarde incursionó con éxito en la industria alimenticia.
Benito Noel, hizo de sus chocolates y golosinas una marca registrada durante siglo y medio.
El alemán Jacobo Peuser,  fundó un emporio de artes gráficas en 1868 dando a la actividad editorial argentina un impulso que la puso como líder absoluta de Iberoamérica por mucho tiempo.
Sebastián Bianchetti en 1870 se hizo presente con sus balanzas en miles de comercios minoristas del país.
Bartolomé Long inventó en 1875 la “desgranadora argentina” en Colonia Gessler (Santa Fe); en 1878 Nicolas Schneider fabrico el primer arado en Esperanza y en 1917 José Fric desarrolló la primer cosechadora autopropulsada del mundo en Pigüé, estos múltiples inventos y desarrollos hacían de nuestro país un pionero en fórmulas productivas e innovaciones tecnológicas.
En 1883, Tiburcio Benegas fundó la bodega "El Trapiche" convirtiéndose en una de las personalidades más importantes de la vitivinicultura de América del siglo XIX junto a Agoston Haraszthy en California y Silvestre Ochagavía en Chile.

Esto ocurría en una Argentina sin protección, sin subsidios y sin discursos industrialistas, pero con verdaderos estadistas al frente del gobierno nacional que se ocupaban del planeamiento estratégico del desarrollo, materializado en planes de corto, mediano y largo plazo, con períodos presidenciales de seis años y sin reelección. 

Pequeñas industrias de cerillas (fósforos) prosperaron en Barracas. De la unión de tres de ellas surgió en 1889 la Cía. General de Fósforos que continúa hasta nuestros días.
Empresarios como Ernesto Tornquist invirtieron e impulsaron actividades tan variadas como la fundición Zamboni, los astilleros de Berisso, las fábricas de óleo margarina de Seeber, cerámicas Ferrum, TAMET y Sansinena, entre otros emprendimientos. El mismo Tornquist  se encontraba en 1886, ocupado en la exploración y explotación de petróleo y la construcción de ferrocarriles en el Norte de Santa Fe (cuando recién comenzaba a poblarse).
El austrohúngaro Nicolás Mihanovich llegó a la Argentina en 1860 e inició el imperio naviero que luego continuó Dodero.
En 1884 de la unión del belga Ernesto Bunge y su cuñado Jorge Born, surgió Bunge & Born para dedicarse a la comercialización de cereales. En 1899 la empresa adquirió un taller de cromo hojalatería, a través del cual incursionó en el mercado de envases. Nació así la empresa Centenera S.A., que se convirtió en la principal compañía dedicada a la producción de envases de hojalata en la Argentina. En 1902 el grupo instaló un molino harinero en el Dique III de Puerto Madero. Nace así la empresa Molinos del Río de la Plata.
En 1911 una huelga de los obreros de la panificación fue el estímulo para que Torcuato Di Tella inventase una máquina amasadora de pan.  Fue tal su éxito, que creó la empresa Sección Industrial Amasadoras Mecánicas (SIAM), que en 1930 se transformó en una planta de fabricación de maquinaria industrial y electrodomésticos.
Luego esa empresa fue la metáfora perfecta de lo que NO debe hacerse si se quiere tener una industria digna de tal nombre. Una pujante empresa surgida sin ayuda del Estado, merced al talento competitivo de un pionero, terminó en bancarrota en 1972 después de algunas décadas de crecimiento errático en el contexto de un Estado intervencionista que paradójicamente decía ayudar a las industrias, señuelo que los hijos de Torcuato  no dejaron de morder.
En 1924 Julius Steverlynck, fundó la Algodonera Flandria S.A. Con el tiempo se convirtió en una industria floreciente y en su entorno creció aceleradamente la ciudad satélite de Luján.
Desde 1853 fueron incontables los nuevos emprendimientos industriales vinculados directamente a la producción rural, como los frigoríficos y las industrias bodeguera,  azucarera y lechera.
Las pequeñas industrias elaboradoras y comercializadoras de productos derivados de la leche prosperaron imparables y en 1855 apareció Magnasco Hnos.
Un poco más tarde las actividades lecheras fueron una explosión alrededor de las estaciones de tren que llevaron y trajeron progreso desde las grandes capitales al interior y del interior a las capitales: Sr. Svensoni (sueco) en estación Gándara, F.C.Sud (hoy Roca); "La Escandinavia"(suecos) en estación Jeppener, F.C.Sud.; "La Delicia" (suecos y argentinos) en estación Florencio Varela, F.C.Sud.; "La Martona" de Vicente Casares (argentino) en estación Vicente Casares, F.C.Sud.; Sr. Nicolás Rinaidini (italiano) en estación Marcos Paz, F.C.Oeste  (hoy Sarmiento); Sr. Cohan (inglés), en estación Altamirano, F.C.Sud.; Sres. Larsen y Oisen (dinamarqueses), estación Chascomús, F.C.Sud; Sr. Jorge Guerrero, en Estación Guerrero, F.C.Sud; Sr. Tomás Mahon, en estación Altamirano, F.C.Sud.

Éste era el país que en 1889 asombraba al mundo en la Expo Universal de París, realizada con motivo del centenario de la Revolución Francesa y cuya estrella fue la Torre Eiffel. La otra estrella fue un pabellón que se parecía a un palacio y que se destacaba claramente en Les Champ de Mars, donde se desarrolló la exposición. Era el pabellón Argentino que empequeñecía al resto y donde brillaban por supuesto, la agricultura y la ganadería, pero también, industrias como Sansisena que impresionaba con novedades tecnológicas como una cámara de conservación de carne en frío para la exportación proveniente de las míticas pampas.

Los franceses hablaban por igual de los suelos y de las fábricas argentinas.
“Su futuro es tan grande, su prosperidad creciente, su situación excepcional, comparable a la de los Estados Unidos del Norte...” decían asombrados los periodistas.
Éste fue el sistema económico alberdiano, el modelo constitucional, mezquinamente llamado “agroexportador”, al que se decidió demonizar para destruirlo después, e inaugurar así la etapa de decadencia en la que Argentina pasó del puesto siete entre las primeras economías del mundo al puesto número setenta.

Este extraordinario panorama nacional surgía de un planeamiento estratégico de gobierno llevado a cabo por la clase dirigente, los presidentes asumían sus funciones con claro conocimiento de la situación de la Nación a gobernar y si no poseían los datos básicos para encarar la solución de  problemas, tomaban las medidas urgentes para conocerlos, sin asignarle culpas a los anteriores gobiernos para justificar la falta de éxito en la gestión.

Valga como ejemplo el año 1869, cuando asume la presidencia Sarmiento y se ignoraba el total de la población a gobernar y su grado de alfabetización, Sarmiento ordenó de inmediato el primer censo nacional, del cual surgió que el enorme territorio de la Argentina estaba habitado solamente por 1.877.490 personas, de las cuales el 80% era analfabeta, resolución urgente del presidente sin pérdida de tiempo ni discursos huecos o promesas en el aire: "fomentar la inmigración" y "construir la mayor cantidad escuelas",  en un sólo período presidencial se construyeron más de 800 escuelas, recurriendo al mismo tiempo al aporte de docentes extranjeras verdaderas especialistas en educación, como resultado el analfabetismo comenzó a disminuir rápidamente, convirtiendo a la Argentina en uno de los países con mayor grado de alfabetización del mundo.
Las gestiones de gobierno materializaban su accionar en planes de corto, mediano y largo plazo, los mismos aseguraban un impulso fabuloso a la educación y salud públicas, una clara importancia y potenciación de las Fuerzas Armadas garantes de la soberanía y la protección de los recursos y las fronteras de la Patria, una expansión de las redes ferroviarias que llegaron a sumar 45.000 kilómetros uniendo a casi todo el territorio, no se delegaba ni subordinaba la salud, ni la educación, ni la defensa nacional a intereses privados, el respaldo de la Moneda Nacional era el oro y no una divisa extranjera.
Todo lo expresado precedentemente es una apretada síntesis del país que fue y en el cual el esfuerzo y el trabajo eran la base del progreso, proveyendo con eficiencia el Estado Nacional educación y salud públicas, al mismo tiempo de brindar una seguridad y defensa nacional de primer nivel.
Es muy triste la decadencia actual y pareciera que el compositor musical Enrique Santos Discépolo hubiera profetizado lo que nos ha pasado, cuando estrenó su tango "Cambalache" en el año 1934, del cual se transcriben unas pocas estrofas a continuación:

........"Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡¡¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor !!! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao ........ 

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