El camino es alentar el ateísmo y forma parte de la estrategia dictada
por el filósofo comunista italiano Antonio Gramsci y simultáneamente destruir a
la familia, para erradicar de la vida de las personas sus creencias
sagradas y la moral cristiana.
Esta destrucción familiar, para acabar con los criterios
cristianos, les interesa a muchas personas, no sólo a los comunistas. A ellos
se suman intereses racistas, comerciales y económicos, que incluyen a los
masones distribuidos por el mundo e infiltrados en todas las actividades de
cada país. Por eso, el apoyo económico a la estrategia es inmenso.
Si tratamos de imaginarnos una familia
verdaderamente destruida, terriblemente destruida, completamente destruida,
podríamos imaginar a una familia en la que los esposos se lastiman, se engañan
y se separan; una familia en la que las madres abandonan a sus hijos, o… tal
vez… una en la que las mamás matan a sus hijos y los hijos matan a sus padres
enfermos.
Suena algo terrorífico, pero… eso es lo que
persigue la estrategia gramsciana,
dirigida desde el Foro de San Pablo en Brasil y desde la Escuela
de Frankfurt, ambas organizaciones tenebrosas, cuentan con el beneplácito y adhesión de Cristina Kirchner,
Hay que tener en cuenta que la única vez que el nefasto Néstor Kirchner
concurrió a votar en el congreso en su condición de diputado, fue para aprobar
el matrimonio igualitario entre
homosexuales, lesbianas y travestis.
Es un reto grande:
¿Cómo hacer para que familias sólidas, unidas, aferradas a sus creencias,
tradiciones y valores cristianos y familiares se desintegraran?
No podían sacar de repente anuncios que dijeran:
“maridos, abandonen a sus mujeres; mamás aborten y maten a sus hijos; nietos,
maten a sus abuelos”. Nadie les hubiera hecho caso.
Así que se preguntaron: “¿qué es lo más sagrado en
la familia, lo que más aprecian estas familias cristianas?” Los hijos, fue la
respuesta.
Arremetamos contra ellos y convenzámoslas de que
tener un hijo es lo peor que les puede suceder. Después de eso, el resto será
fácil.
Usaron dos estrategias: una, disfrazada de ciencia,
para llegar al ámbito económico y de las empresas, que la desarrolló Malthus en su teoría demográfica de la
sobrepoblación y la carestía: “si la población sigue creciendo, no habrá
alimentos suficientes para todos”.
Aunque era totalmente ridícula, porque la historia
de la evolución del mundo demuestra lo contrario, la propagaron por todos los
medios, con fotografías desgarradoras y gráficas llamativas, de manera que
pareciera la pura verdad. Y el mundo… se lo creyó.
Ahora vemos las consecuencias en las poblaciones
envejecidas de Europa.
La otra estrategia fue una campaña publicitaria,
dirigida directamente a cambiar la mente del pueblo, en el que ya existía un
gran interés por el consumismo
desenfrenado y tener cosas materiales.
La campaña consistía en un solo mensaje aparentemente aceptable y poco dañino,
que decía así: “La familia pequeña vive mejor”.
Cualquiera que analice la frase racionalmente, un
solo segundo, se dará cuenta de que es mentira, pues todos conocemos familias
grandes y pequeñas que viven bien y también conocemos familias grandes y
pequeñas que viven muy mal. Así que… nada que ver con la verdad. Pero… nos la
repitieron tanto, tanto, tanto, tanto… durante tantos, tantos, tantos años (más
de veinte), que nos la llegamos a creer.
La frase aparentemente nada dañina, traía dos fines
muy bien planeados:
1) Que la gente relacionara e igualara el “vivir mejor” con el “tener más cosas”, de esa manera… el
hombre olvidaría que “vivir bien”
significó algún día ya lejano, “portarse bien”, “ser bueno”, honesto, digno,
honrar la palabra empeñada
2) Que la gente empezara a ver a los hijos como los
enemigos del bienestar.
Con esto, el
hijo dejó de ser un don maravilloso de Dios y pasó a convertirse, en la
mente de muchas personas, en el inconveniente potencial del bienestar familiar.
Como la gente olvidó
que el “vivir bien” tenía mucho que ver con el “ser bueno”, las virtudes y valores familiares pasaron a un segundo
plano casi olvidado, (exactamente lo que buscaba la estrategia de Gramsci), y
fueron sustituidas por el “si quiero vivir bien, debo tener pocos hijos para
poder tener más cosas”.
Por supuesto, la industria farmacéutica de los
anticonceptivos y todos los vendedores de “cosas”, de cualquier cosa que
pudieran comprar las familias, apoyaron felices esta iniciativa. Significaba mucho,
mucho, mucho dinero para ellos. A un cristiano convencido de sus valores,
difícilmente le puedes vender algo que realmente no necesite, pues sabe del
recto y lógico uso de las cosas materiales y de lo efímero del materialismo del
mundo, aquí cabe recordar la sentencia de San Ignacio de Loyola: “El mundo es traidor, promete y no cumple y
si promete y cumple, no satisface tú corazón y si promete, cumple y satisface
tú corazón, NO ES PARA SIEMPRE”.
En cambio, a alguien que pone el materialismo por
encima de los valores cristianos, le puedes vender… lo que quieras. Por eso
recibió tanto apoyo esta campaña. Pero todavía no lograban destruir a la
familia (sólo la habían hecho chiquita), así que completaron su estrategia con
una segunda campaña, que sonaba casi igual que la anterior.
De nuevo, una frase solamente, repetida millones de
veces, por todos los medios y durante mucho tiempo: “Pocos hijos para darles mucho”.
Esta segunda campaña, que duró otros veinte años,
además de reforzar las ideas de la primera, (el hijo como enemigo y el cambio
de los valores por el materialismo), trajo como consecuencia una generación de
padres que se sintieron obligados a “darles mucho” a sus hijos únicos, (todo lo
que pidieran), para compensar la falta de hermanos.
Y así crecieron estos niños, egoístas, demandantes
y exigentes, acostumbrados a dar nada y recibir mucho, (todo lo que quisieran).
Ahora… estos niños ya son adultos y se están casando con niñas de la misma
generación, igual de egoístas, demandantes
y exigentes, que no saben dar y se sienten con derecho a recibir mucho,
(todo lo que se les antoje).
El resultado, ya lo estamos viendo: matrimonios que
duran uno o dos años, cuando mucho. Una verdadera epidemia de divorcios.
Gramsci era muy listo, sin duda.
Otra consecuencia que trajo esta segunda campaña de
los pocos hijos, fue una generación de mamás que se quedaron sin nada qué hacer
cuando sus hijos únicos crecieron. Mujeres de cuarenta años que se encontraron
un día con que lo único que tenían que hacer, a falta de otros hijos a quien
entregarse, era pensar en ellas mismas, en su autorrealización.
No sólo ésta es la causa, pero sí es una de las raíces del Feminismo radical: mujeres
cuarentonas que se sienten oprimidas, (porque no tienen a nadie más en quien
pensar), y desean liberarse de su soledad y falta de actividad, para
realizarse. En esta generación encuentran una tierra fertilísima el físico
culturismo, las cirugías estéticas, los cursos de auto superación y todas las
corrientes del New Age que promueven, ante todo, el sentirse bien con uno
mismo.
El resultado… miles de mujeres que abandonan sus
hogares para “estar bien consigo mismas”. Otro triunfo de la estrategia de
Gramsci. Mano de obra barata para los ricos que diseñan el mundo.
Y… bueno… ¿A quién se le antoja llegar a una casa
en donde sólo vive una mujer cuarentona, operada de pies a cabeza, que vive a
base de apio y agua, habla del ying y el yang y que sólo piensa en sí misma? A
nadie. Creo.
Esta generación de esposos, hombres, significó un
mercado hermoso para las industrias de la pornografía y la prostitución. El
adulterio… sí… una medalla más para Gramsci.
Una vez que la mente del pueblo aceptó la
separación de la sexualidad y la fecundidad, la aceptación de lo demás ya viene
por sí sola: de la anticoncepción vienen luego las relaciones sexuales antes y
fuera del matrimonio y ¿por qué no? la homosexualidad. Si una cosa vale, la otra también.
Y… una vez que la mente del pueblo aceptó que el
hijo atenta contra el bienestar material, entenderá fácil que no sólo hay que
evitarlos, sino que también hay que matarlos cuando no los deseamos.
El aborto: mamás que matan a sus hijos… corona de laureles para Gramsci.
Aún hay más: si el niño por nacer significa un
estorbo para el bienestar, mucho más lo será un anciano, un enfermo o un niño
deforme. Eugenesia… selección de embriones… y eutanasia: mamás que matan a
algunos hijos y se quedan sólo con los sanos y nietos que matan a sus abuelos
enfermos… Gramsci, te mereces un
aplauso, has destruido a la familia cristiana.
Ahora sí, con la “Revolución sexual” y el
“Consumismo”, la sociedad ya ha colonizado todo el espectro político,
si hasta hace unas décadas la sociedad política era sucia y con muy pocos
valores, ahora además está invadida por
la corrupción.
Leyes que aprueben todo lo anterior: matrimonio
igualitario entre homosexuales, lesbianas y travestis, anticoncepción (salud
reproductiva), homosexualidad (ideología de género), concubinato, aborto,
eugenesia y eutanasia y consumismo inútil hasta en 18 cuotas.
Adelante Gramsci, la mesa está puesta
para ti, cuando se cumplen ochenta años de tú muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario