SE PUEDE DECIR QUE ES UNA MUESTRA REAL Y EN
PEQUEÑA ESCALA DE LO QUE ES LA ADMINISTRACIÓN
PERONISTA DE UN PAÍS, PROVINCIA O MUNICIPIO, LA MATANZA EL MUNICIPIO MÁS
GRANDE DE LA ARGENTINA, ES GOBERNADO POR EL PERONISMO DESDE HACE 34 AÑOS ININTERRUMPIDAMENTE).
ES UNA RÉPLICA DE LO QUE ES EL PAÍS
PROFUNDO, FORMOSA, CHACO, LA RIOJA, MISIONES, TUCUMÁN, ETC, GOBERNADO POR LA
CORRUPCIÓN DEL PERONISMO, QUE ADEMÁS NUNCA RECONOCE SUS ERRORES Y SE LOS ACHACA
A CUALQUIER OTRO, POR DESGRACIA PARA LA PATRIA, EL RESTO DE LOS OTROS PARTIDOS,
NO SE DESTACAN NI POR SU EFICIENCIA NI TRANSPARENCIA.
PARAFRASEANDO AL EXCELSO E IMPOLUTO PRÓCER,
EL GENERAL BELGRANO:
-------------------------------¡¡¡¡¡“HAY
PATRIA MÍA”!!!!!-------------------------------------------------------
Histórico feudo del peronismo,(que
por el negocio de la corrupción y el clientelismo, sistemática el peronismo se
niega a la subdivisión de este enorme e ingobernable municipio), es la municipalidad
más grande del GBA, (abarca 15 localidades), y el más poblado de la provincia; sus 2,2 millones de habitantes viven bajo
el flagelo de la pobreza, el narcotráfico y la inseguridad; tiene 114 villas y asentamientos; más de la
mitad de las calles son de tierra
LA NACION
Domingo 18 de junio de 2017
El McDonalds de la estación Laferrere
es uno de los que más factura en la Argentina, paradójicamente uno de los
lugares de mayor pobreza. Foto: Fabián Marelli
Para encontrar una versión dramática de la Argentina, una de sus
expresiones más postergadas e injustas, no hay que viajar cientos de kilómetros
hasta parajes miserables de alguna provincia del Norte. Está a 20 minutos de la
Plaza de Mayo.
Con sus 114 villas y asentamientos, y
una pobreza estructural que excede por mucho a esos barrios, el megapartido de
La Matanza es una expresión cabal del conurbano profundo, el vasto territorio
donde el país se queda sin niveles mínimamente razonables de salud, educación,
trabajo, asfalto, agua, cloacas, electricidad, gas y transporte.
LA NACIÓN recorrió durante tres
semanas la geografía feroz de este distrito, mítico feudo del peronismo.
Por momentos resulta un descenso a los infiernos. Apenas hay que asomarse y
aparecen hospitales colapsados, zonas colonizadas por el narco, inseguridad,
corrupción, mafias, un sinnúmero de calles de tierra, cientos de basurales a
cielo abierto y caseríos de mala muerte que periódicamente son arrasados por
las inundaciones.
La Matanza tiene unos 2,2 millones de
habitantes, con cerca de un 40% de pobres. Es el partido más poblado de la
provincia, un conglomerado sólo superado por la Capital y las provincias de
Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Con sus 330 kilómetros cuadrados, es el más
extenso del GBA, al punto de que reúne los tres cordones urbanos: primero,
segundo y tercero, desde la General Paz hasta Cañuelas. Los proyectos para
dividirlo han fracasado.
Caótico, multifacético, intimidante,
La Matanza es, como otros distritos del conurbano, (Quilmes, José C. Paz,
Lanús, Lomas de Zamora), un monumento a
la marginalidad y la decadencia. Y a la disparidad. De los grises
monoblocks sobre la General Paz a los barrios residenciales de Ramos Mejía; del
flamante Metrobus de 16 kilómetros sobre la ruta 3, a las tinieblas de la villa
Puerta de Hierro, en Isidro Casanova; del febril enclave boliviano de Villa
Celina, pegado a la Autopista Ricchieri, a descampados convertidos en basurales
sobre la ruta 1001, en González Catán; de la calma provinciana de Aldo Bonzi al
estallido comercial del centro de Gregorio de Laferrère, todo tiene lugar en
este partido, gobernado sin interrupciones por el peronismo desde 1983. Su
intendenta es la ultrakirchnerista Verónica Magario (FPV), activa opositora a Macri y heredera de una de las mayores maquinarias de clientelismo
político del país. Magario no concedió una entrevista a LA NACION para esta
nota.
Un puntero peronista, que pidió no
ser identificado, acompaña a LA NACION en una de las recorridas. Tiene 51 años
y es matancero de nacimiento. Vivió el proceso de desindustrialización que
comenzó en los años 80, la explosión demográfica, (entre 2001 y 2010 la
población creció 41%), y el virtual retiro del Estado. Habla de la
potencialidad del partido y de su extraordinaria fuerza laboral, pero no niega
lo que salta a la vista: los niveles de vida bajísimos, problemas de
infraestructura, falta de servicios. No sólo no los niega: los muestra. En
Virrey del Pino, una mañana lluviosa de mediados de mayo conduce su auto hasta
la puerta de una escuela, a la que muchos chicos llegan caminando desde un
asentamiento que queda a 20 cuadras. Tienen jeans gastados y los zapatos
recubiertos por una bolsa de plástico. "Fíjense -dice el puntero-. Ahora
las madres los cambian, les ponen el delantal y les sacan las bolsas. Para
llegar tienen que atravesar barriales. Y si llueve mucho, no vienen. Las
maestras ya saben que es normal que de 20 alumnos a veces aparezcan sólo 3 o
4." Agrega un dato: varios de esos chicos almuerzan en un comedor popular.
También es común ver a gente grande
con bolsas en los zapatos. Al llegar al asfalto, se las quitan. "Estoy
acostumbrado. Vivo en un barrio de González Catán donde no pasan
colectivos", dice Yamil Oroqui, de 34 años, mozo en un bar de Once.
La Matanza.
Nadie sabe a ciencia cierta qué
porcentaje de calles pavimentadas tiene el partido. Autoridades municipales
hablan de 70% y una fuente de la comuna dice, en estricta reserva, que no pasa
de 60%. Activistas sociales creen que son menos. "Lo que sí sabemos, apunta
Miguel Saredi, ex concejal y ex candidato por Cambiemos a la intendencia de La
Matanza, es que muchas calles figuran como asfaltadas y no lo están. En el
Concejo Deliberante se aprueban las obras, se les destinan fondos, después nos
dicen que se hicieron y, en realidad, o se hizo muy poco o directamente
nada."
Héctor Mantello, concejal por el
Frente Renovador, afirma que su padre vive en una calle de tierra. "Pero
le cobran una tasa como si estuviese pavimentada, porque así figura
oficialmente. De todos modos, es cierto que asfaltaron mucho con plata que les
mandaban los Kirchner. Lo que pasa es que resulta insignificante respecto de lo
que falta hacer."
Sin cifras
En La Matanza, "calle de
tierra" es, o puede ser, un eufemismo. Buena parte de ellas son senderos
intransitables, barro vivo, huellas tapadas por pastizales. En el barrio
Vernazza, de Virrey del Pino, la camioneta en la que iba el cronista de LA
NACION tardó 10 minutos para hacer 100 metros. Allí, las periódicas crecidas
del río La Matanza no sólo dejan sumergidas las calles. También los
asentamientos, que igual siguen creciendo.
Un reflejo de la marginalidad de un
distrito de más de 2 millones de habitantes, pegado a la Capital, es la
orfandad de cifras, en todos los niveles de gobierno. Durante semanas, la
búsqueda de datos sobre servicios básicos, como agua corriente, cloacas y
tendido eléctrico, resultó infructuosa. Las cifras que informa la intendencia
(65% de la población con cloacas y 95% con agua corriente) no son confiables
para nadie; llegan a calificarlas de "humor negro".
Y a nivel provincial y nacional
señalan que se encontraron con un vacío estadístico alarmante. "Voy a ver
si hay algo, pero lo dudo", se disculpa un alto funcionario en La Plata.
Fernando Ascensio, concejal por el
Partido Renovador y vicepresidente del Concejo Deliberante, dice que los
números que da la municipalidad están muy lejos de ser reales. Pone un ejemplo.
"Hablan de 500 cámaras de seguridad
y no son más de 200, de las cuales andan sólo 70." Y advierte que
otras situaciones se silencian: por el polémico relleno sanitario del Ceamse de
González Catán, "la mitad de la localidad tiene el aire, el suelo y el
agua contaminados".
La precisión sobre la cantidad de
villas y asentamientos del partido, 114, no corresponde a ninguna
administración. Es fruto de un relevamiento que concluyó el año pasado de la
ONG Techo, dedicada al combate de la pobreza. Según Techo, que hace sus
trabajos sobre el terreno a partir de entrevistas con los jefes barriales, en
las 114 villas viven unas 220.800 personas, lo que da un promedio aproximado de
1 de cada 10 habitantes del distrito, el mismo porcentaje que a nivel país.
"La realidad de las villas y asentamientos de La Matanza es muy compleja,
pero no difiere mucho de la de otros partidos del conurbano o de otras
provincias", dice Florencia Yaccarino, investigadora de la ONG.
Diversos especialistas coinciden en
que lo distintivo de La Matanza es que amplios sectores no tienen un estándar
de vida muy superior al de los barrios marginales. "El promedio general es
muy bajo. En muchas zonas, lo que es villa y lo que no es villa no es tan
distinto", dice el sacerdote jesuita Rodrigo Zarazaga, coautor del
reciente libro Conurbano infinito, exhaustiva radiografía social y
política de una región que viene estudiando desde hace años.
El libro recoge un viejo reclamo de
los matanceros: la coparticipación que recibe el partido -y el GBA en general-
de fondos provinciales es bajísima. En 2015 fue de 1361 pesos por habitante,
contra, por ejemplo, 6000 de Roque Pérez, 10.070 de Maipú y 14.863 de Pila (el
que más recibe).
Shopping del paco
Recorrer el distrito es ir de salto
en salto, de perplejidad en perplejidad. En un radio pequeño, la confluencia de
las localidades de La Tablada, Ciudad Evita, San Justo (cabecera del partido) e
Isidro Casanova es territorio de asentamientos, villas y monoblocks que llevan
el sello de violentos e impenetrables. Las villas San Petersburgo y, casi
pegada, Puerta de Hierro, son, de hecho, comarcas del narco. En ellas se
cocina, vende y consume paco, una suerte de shopping de la droga. Al atardecer,
la estación Justo Villegas del ferrocarril Belgrano Sur, a metros de Puerta de
Hierro, brinda un espectáculo propio de un relato de ficción. Decenas y hasta
cientos de jóvenes que, en un rush que dura segundos, bajan del tren,
corren a la villa, compran droga y vuelven corriendo para subirse al tren que
va en sentido contrario, hacia la Capital. Es un mecanismo de relojería que no
puede fallar. Si pierden el tren de vuelta, que ya está en la estación, son
asaltados por los mismos que les vendieron la droga.
La San Petersburgo no sólo vive del
paco. Su otra especialidad es el robo de autos. Los "cortan" en sólo
dos horas y venden sus partes a desarmaderos de la zona. Otro rush. Una
cadena de montaje, pero al revés.
A unas cuadras, la villa Palito,
sobre Camino de Cintura, cobró celebridad al haber sido urbanizada con fondos
del gobierno nacional durante la presidencia de Cristina Kirchner. Luce
colorida y con servicios de cloaca, agua y luz. Igual, sigue siendo zona de
riesgo. Fuentes policiales dicen que es habitual que chicos o jóvenes roben a
los autos que paran en los semáforos con los vidrios bajos, para perderse
enseguida en los intrincados pasillos de la villa.
Los más prósperos comerciantes del
centro de Laferrère, con locales sobre la Avenida Luro que se alquilan a
precios a veces superiores a los de la avenida Corrientes, disfrutan de las
multitudes que caminan por sus veredas, pero sufren otro tipo de inseguridad.
Barrabravas del popular club de fútbol Deportivo Laferrère, de la Primera C,
los visitan para cobrarles una suerte de "impuesto". "Nosotros
pagamos unos 5000 pesos por mes -cuenta el encargado de una tienda de
deportes-. Es el precio para no tener problemas."
A 200 metros, en terrenos
ferroviarios pegados a la estación, cinco jóvenes queman manojos de cables a la
luz del día. En general es material robado de luminarias públicas. Derriten la
cobertura para quedarse con el cobre de su interior, que después venden por
kilo.
Laferrère. En la Avenida Luro al
6000, el mayor centro comercial de La Matanza, por el que todos los días pasan
miles de personas; la contracara es que barrabravas cobran un
"impuesto" a los locales.
Silvana Nicastro, vecina de San
Justo, reconoce que vive con miedo día y noche. "Desde la mañana empezamos
a escuchar que hubo secuestros, robos, entraderas, en Ramos, Laferrère, Lomas
del Mirador. Es un clásico. Historias que muchas veces se hacen cercanas y
dolorosas porque involucran a padres del colegio, vecinos, la señora que
trabaja en casa, sus hijos...".
Los altos índices de inseguridad de
La Matanza, similares a los de otros partidos del GBA, la hacen aparecer
periódicamente en las crónicas policiales. Pero a veces el delito gana batallas
impensadas. En la calle Da Vinci, de Laferrère, hay una vieja casona de paredes
blancas despintadas. Sobrepasados por la delincuencia -cuenta el concejal
Mantello-, sus moradores cerraron y se fueron. Lo singular es que era una
comisaría.
En La Matanza, la ecuación entre
legalidad e informalidad invierte los términos habituales. La informalidad es ley.
En un altísimo porcentaje, el comercio, tanto a la calle como puertas adentro,
trabaja en "negro". Hay barrios enteros en los que el pago con
tarjeta y la entrega de facturas casi no existen. Proliferan los talleres
clandestinos y miles de locales de todos los rubros funcionan gracias a
habilitaciones precarias, poderosa fuente de recaudación de funcionarios
corruptos. "Estamos desregulados", sonríe una señora que atiende un
maxiquiosco en Tapiales.
Como en Cuba, Haití o África
En Laferrere y otras localidades, la
ausencia de colectivos incluso en zonas densamente pobladas ha dado origen,
hace años, a un sistema de transporte ilegal que acaso es único en el país: los
"0,50" (cuando empezaron cobraban 50 centavos), autos viejos,
destartalados, sin patente ni luces, en su mayoría Ford Falcon, que hacen las
veces de remises para viajes compartidos. Cobran entre 5 y 10 pesos y tienen
distintos recorridos. El desfile por avenidas de decenas de esos autos que
parecen caerse a pedazos, abarrotados de pasajeros, remite a Cuba, Haití o
algún país africano. "Son una mafia, pero suplen lo que no hace el Estado.
Llevan a la gente a su casa", dice Saredi, el ex candidato a intendente
por Cambiemos.
Por fuera del régimen legal circulan,
además, combis e incluso colectivos. En barrios alejados, la falta de
transporte, formal o informal, deja a miles de personas en un virtual
aislamiento y las obliga a traslados a pie que duran horas. No son
excepcionales los casos de mujeres que tienen que dar a luz en sus casas.
La precariedad y a veces el absurdo
también corroen el sistema de salud pública de La Matanza. El enorme hospital
Presidente Néstor Kirchner, en Laferrère, inaugurado en 2011 por Cristina
Kirchner, nunca abrió sus puertas. En el René Favaloro, de Rafael Castillo,
algo más chico pero también nuevo, por ahora sólo funcionan consultorios
externos. El Simplemente Evita, en González Catán, se ve muy bien desde afuera;
adentro saltan a la vista el deterioro, la desorganización y falta de recursos.
"Ponemos la mejor voluntad, pero tenemos limitaciones de todo tipo",
dice una enfermera que pide reserva de su nombre. El Teresa Germani, municipal,
que reabrió en 2015 en un edificio nuevo, le arrancó una ironía a un dirigente
de la oposición: "Lo inauguró Cristina y sin embargo parece que está
funcionando". El Balestrini, en Ciudad Evita, otro de los que fueron
inaugurados varias veces durante el gobierno de Daniel Scioli, pasará a la
historia por la mutación cromática de su fachada en cada nuevo corte de cintas:
ya fue azul, celeste, naranja, gris claro y gris oscuro.
Ciudad Evita. En una campaña en la
vía pública, la intendenta Magario, ultrakirchnerista, se atribuye la
construcción del Metrobus que corre a lo largo de la ruta 3; pero es una obra
del gobierno nacional. Foto: Fabián Marelli
"No hay médico clínico a la
fecha", avisa un papel pegado en la entrada del hospital materno infantil
Dr. Equiza, en González Catán, dependiente de la municipalidad. Es un edificio
viejo, sombrío y en pésimo estado. A la sala de guardia, diminuta y atestada de
madres con sus hijos, le faltan asientos y le sobra agua por la rotura de un
caño. Un par de chicos juegan a patinar en el charco.
Zarazaga dice que hay mucha
resignación en los habitantes del partido, forjada en décadas de adversidad.
Jorge Ceballos, abogado, docente y dirigente de Libres del Sur, que vive en
Ramos Mejía, habla del heroísmo silencioso de su gente.
Un episodio de hace meses en Rafael
Castillo compendia ese heroísmo y esa resignación. Durante el asalto a un
colectivo, una pareja fue atacada a tiros. La mujer estaba embarazada, y su
marido se interpuso para defenderla. Él quedó postrado en una silla de ruedas,
pero la salvó a ella y a su hijo. La historia, que en otros lugares hubiese
estallado en los medios, nunca trascendió. Se perdió en la oscura inmensidad de
La Matanza, a 20 minutos de la Plaza de Mayo.
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